Velasco Chacón sucumbió como otras empresas históricas del sector en la crisis de finales de los años setenta y principios de los ochenta. Casi en un abrir y cerrar de ojos, el mapa bodeguero dio un vuelco por una terrible quiebra financiera que estranguló a firmas de gran renombre.
No hubo solvencia que frenara aquello en unos años de recesión económica. En un sector empresarial con permanentes riesgos, fueron unos inasumibles créditos bancarios los que, principalmente, llevaron a la desaparición de firmas que parecían sólidas, al margen de algunos considerables errores en la gestión.
Patrimonio, soleras y marcas terminaron en almoneda. El sufrimiento alcanzó a dueños y empleados, con un sinfín de prejubilaciones y de problemas de todo tipo. Recomponer parte de lo perdido es lo que se ha propuesto Alberto Orte.
“Tuve la suerte de conocer y tratar a mi tío abuelo Miguel Velasco Espejo; estuve en varias ocasiones con él porque, la verdad, es que la familia ha estado siempre muy unida gracias al empeño de mi abuela. Conocía a todos y siempre que viajaba a Montilla me decía que no me podía ir sin visitar a todos”.
“Ha pasado el tiempo, pero sigo teniendo contacto con mis primos y los parientes más pequeños, que son casi de mi generación. De vez en cuando voy a verlos. Tengo la suerte de que el nieto de mi tía Teresa Velasco está desarrollando un proyecto en una de las viñas que eran de mi bisabuelo en Montilla”.
“Está haciendo vino y, a veces, se pasa por Jerez para intercambiar experiencias. Suelo ir a Montilla cada dos años, con lo que así mantengo la cercanía. Y, aparte, mantengo amistades que hice de joven allí. Han sido muchos los veranos que yo he pasado en Montilla. A Miguel Velasco Espejo lo recuerdo como una persona muy activa, cariñosa, emprendedora y de gran corazón”.
Y hablando de la poderosa llamada de la tierra, Orte Espejo (es este segundo apellido el que lo ata a la tradición familiar) alguna vez se ha planteado la posibilidad de prolongar su actividad bodeguera a Montilla. Es una opción que, cada vez, toma más fuerza. Y que desde luego no descarta. Está por ver qué ocurre finalmente.
“Es verdad que ahora tengo demasiadas cosas que atender, pero es algo que he pensado porque, además, Montilla tiene un gran potencial en muchos aspectos. El horizonte es bueno para los vinos generosos y, en este sentido, Montilla tiene la enorme fortuna de contar con los mejores vinos. No hace falta encabezarlos, porque su naturaleza es insuperable”.
“Yo lo llevo a orgullo por mi ascendencia, y esto siempre es un valor añadido. Los viñedos de la Sierra y de Moriles son incomparables, espectaculares, lo que hace muy apetecible y atractivo invertir en ellos. Es verdad que, a corto plazo, no es algo que vaya a plantearme, pero sí que me atrae mucho personalmente, porque es una forma de volver al origen, y descubrir esos pagos de otra forma. Sin duda, sería muy bonito”.
Miguel Velasco Espejo practicaba una política de mano tendida. Y lo hacía en todos los aspectos de su vida: en cuestiones económicas, en sus creencias religiosas y también en el trato humano con sus semejantes. A José Luis Rodríguez le ayudó cuando este más lo precisaba, en sus primeros pasos en el mundo empresarial de la tonelería.
“Los comienzos fueron muy duros —nos cuenta—. Hablé con Miguel para que me alquilara una nave, una vaqueriza que tenía al fondo de la calle Burgueños. Costó mucho trabajo salir adelante, pero Miguel era una persona desprendida y generosa: todo lo hacía de forma desinteresada”.
Eran tiempos, en plena Transición, en que ambos vivían intensamente los cambios políticos. José Luis, que fue concejal del Partido Comunista en el Gobierno municipal de 1979–1983, facilitó un encuentro de Miguel Velasco, partidario de la democracia cristiana, con Santiago Carrillo durante una visita del líder comunista a Baena. Miguel creía abiertamente en la reconciliación de las dos Españas, no concebía otra cosa que el entendimiento, según recuerda José Luis. Mira hacia atrás y ve cómo su juventud, el aprendizaje, pasó en un suspiro.
“Yo di mis primeros pasos en la tonelería cuando tenía 11 años. Estuve dos años en la escuela de La Silera, dos cursos en los que tuve de maestro a Julio Anguita. Llegó siendo muy joven: era su primer destino. Enseñaba mucho tirando de pedagogía, explicaba las cosas bien y respetaba al alumno. Uno de ellos fue Pepe Pérez Merino”.
“Tengo un excelente recuerdo de Julio porque, más tarde, hemos coincidido en actos de partido y alguna vez se ha pasado por la tonelería. Al final, hemos sido muy amigos; estuvo aquí poco antes de morir y nos hicimos una foto juntos. Era excepcional”.
“Aparte, obtuve el certificado de estudios primarios con 12 años, me dieron una beca para estudiar en Cabra, porque en Montilla aún no había instituto de bachillerato. Pero tuve que renunciar, porque en mi casa no había medios para poder estudiar”.
“Después estuve hasta los 13 años con los hermanos Espejo, con los que me inicié en este oficio de hacer barriles. Todo era manual, no había maquinaria ninguna, pero aprendí lo suficiente como para seguir con Manuel Rodríguez en la calle Las Prietas”.
“Con 18 años di otro paso más. Compré unos barriles en la bodega de Emilio Quintela, en Córdoba. Y es entonces cuando rehago entera la bodega en las Costanillas. Lo siguiente ya fue un empleo en la Tonelería Montillana, con Rafael Córdoba, hasta que decidí instalarme por mi cuenta”.
Ahora su empresa está boyante. Vende a una treintena de países y está muy introducida en Jerez, mediante acuerdos preferentes con Sánchez Romate, dando salida a miles de barriles envinados. Pero no siempre fue así. Hubo que superar un peligroso estancamiento que puso en vilo el negocio de la tonelería en Montilla.
“Es que durante demasiado tiempo nos obstinamos en el barril pequeño, en el barril para la casa y para el bar, que apenas tenía futuro. Aquí hubo un momento con abundancia de barricas y toneles en los bares, pero esto tuvo su decadencia que nos perjudicó mucho. Nos empecinamos en algo que no tenía salida”.
“En mi caso, salvamos la tonelería gracias a que siempre hemos hecho de todo: hemos hecho tambores para San Sebastián, mesas, taburetes, lámparas, decoración… Pero había que mirar más lejos, y esto es lo que hicimos. Jerez tiene tonelerías importantes y han estado toda la vida trabajando para destilerías de whisky. Pero ¿qué es lo que pasa? Pues que un whisky, aunque lo envejezcan en un barril de bourbon, hay que darle una terminación en oloroso, amontillado, pedro ximénez o palo cortado. Eso lo han acaparado los jerezanos”.
“Entonces, la labor nuestra ha consistido en abarcar ese mercado con nuestros propios vinos de Montilla–Moriles. Figúrate lo que puede valer una botella de whisky terminado en nuestro pedro ximénez, o en un fino. Hemos estado dormidos sin aprovechar un negocio en el que otros nos llevaban delantera. No lo veíamos, porque estábamos obcecados en el barril, que no es rentable por sí mismo. Eso no sirve para nada”.
“Pero, en cambio, tenemos la enorme fortuna de estar en la zona donde se crían los vinos que necesitan las destilerías para darle el punto al whisky. Ya hay tonelerías en Francia, Portugal o en La Rioja que están intentando copiar, pero carecen de la materia prima”.
“Gracias a nosotros, están funcionando las bodegas de Montilla. El vino fino tiene unas ventas disminuidas pero, sin embargo, este año se ha doblado su precio por la fuerte demanda para envinar barriles. En la Cooperativa Nuestra Señora de la Aurora están envinando barriles nuestros, para que se vea la dimensión que tiene esto. Incluso preparamos barriles para Israel conforme a sus exigencias y características religiosas”.
Este repunte en la prosperidad de las tonelerías de Montilla ha coincidido con la renovación familiar en estas empresas. El horizonte internacional se ha ensanchado considerablemente, en muchos casos, vía Jerez. Es lo que sucede con Tonelería del Sur, por medio de su marca Casknolia. Familiarizado con toda clase de aeropuertos, Rafa Cabello también ha aterrizado en la ciudad gaditana.
“Nosotros nos dedicamos a la venta de barriles que han contenido vino anteriormente. La influencia de Jerez en nuestro proyecto tiene una repercusión bastante importante. A nivel internacional, los vinos sherry son más conocidos que los de otras procedencias. Nuestra empresa está especializada en vender barriles que han contenido vinos andaluces, ya sean de Montilla, Jerez o Málaga”.
“Lo que hicimos fue destacarnos de la competencia ofreciendo algo diferente. Estamos envinando barriles en la zona de Montilla–Moriles, la zona de Málaga y el marco de Jerez. Lo que hemos conseguido es posicionarnos en el mercado diferenciando los territorios, ya que no es lo mismo un oloroso gaditano que uno de Córdoba, porque cambia el sabor y el aroma por el tipo de uva”.
“Nuestro objetivo es posicionarnos en Jerez, porque necesitamos servirnos de maderas y barricas de este lugar. Estar aquí, para nosotros, es una cuestión estratégica, porque aparte de que es una zona muy conocida, el hecho de trabajar con bodegas de renombre en el marco de Jerez nos da la oportunidad de trabajar con vinos muy singulares. Son vinos que se tienen que criar en el marco del triángulo formado por El Puerto de Santa María, Sanlúcar y Jerez de la Frontera. Y esto lo hacemos con un barril manufacturado en Montilla, pero envejecido en Jerez”.
Este es un apreciable ejemplo de la nueva edad dorada del gremio de tonelería. A las ya existentes se están sumando flamantes iniciativas que siguen a pies juntillas un modelo de éxito contrastado. En este sentido, Rafa Cabello ha dado un paso más: establecerse físicamente en Jerez.
“Para facilitar nuestra introducción en Jerez hemos adquirido una bodega. Pertenecía a una familia con un perfil empresarial determinado. Hay bodegas de crianza y elaboración de vinos, pero hay otras que se dedican únicamente al almacenaje. El almacenista es un tipo de bodeguero que compra mosto y que después lleva a cabo una crianza en sus propias botas. O sea, lo que hacía era envejecer el vino, con lo que estamos ante una solera interesante para nosotros”.
“Le compramos la bodega a un almacenista de estas características. Es una nave que está en El Pelirón, una barriada histórica de Jerez. Ramón Pravia era el propietario original de esta bodega, una persona influyente que llegó a reunir un patrimonio considerable en propiedades agrarias y bodegas”.
“Cuando este hombre fallece, se produce una división de sus negocios entre sus hijos al efectuarse la repartición de la herencia. Ha sido a una de sus hijas, Carmen Pravia (Explotaciones Pranova S.L.) a quien le hemos comprado su parte. Es una bodega de unos dos mil metros cuadrados que pasó a nuestras manos en el año 2023. Hicimos, primero, un alquiler con opción a compra para, al final, llegar a un acuerdo para materializar la compra. Y la denominamos Bodegas Casknolia Jerez”.
Vino y madera se acoplan perfectamente. Armonizan dando como resultado un sorbo de sabor exquisito abierto a muchos matices. Es una tradición tonelera reactualizada que casa con vinos de otras comarcas andaluzas de gran predicamento, especialmente por el gusto británico por lo dulce. La fabricación, en la que persiste el pálpito artesanal, es importante, pero también un adecuado diseño que refuerce la identidad.
“Ahora estamos metidos en un cambio de imagen para adaptarla a las señas de identidad de nuestra empresa, con nuestra propia enseña corporativa. Somos una bodega de envejecido, exclusivamente: no embotellamos ni nos dedicamos a la venta de vino. Lo que hacemos es comprar vino joven que se usa para envejecer la madera y, posteriormente, se vende el vino a granel o bien lo reutilizamos”.
“En Málaga, estamos trabajando con bodegas Quitapenas. Durante muchos años también lo hicimos con Málaga Virgen, aunque lo dejamos porque esta empresa tuvo un problema en el viñedo que repercutió en la capacidad de producción de uva. Además, le afectó la larga sequía, porque los viñedos y las instalaciones están en una zona donde los acuíferos están afectados por una alta salinidad. Esto afecta al cultivo porque el viñedo busca la humedad a través de la raíz que se topa, al profundizar, con problemas salinos. Todo esto hace que se estén secando las plantas, o que no rindan de forma óptima. Y también trabajamos algo con la cooperativa de Mollina”.
Vinos (y barriles) de ida y vuelta (I)
No hubo solvencia que frenara aquello en unos años de recesión económica. En un sector empresarial con permanentes riesgos, fueron unos inasumibles créditos bancarios los que, principalmente, llevaron a la desaparición de firmas que parecían sólidas, al margen de algunos considerables errores en la gestión.
Patrimonio, soleras y marcas terminaron en almoneda. El sufrimiento alcanzó a dueños y empleados, con un sinfín de prejubilaciones y de problemas de todo tipo. Recomponer parte de lo perdido es lo que se ha propuesto Alberto Orte.
“Tuve la suerte de conocer y tratar a mi tío abuelo Miguel Velasco Espejo; estuve en varias ocasiones con él porque, la verdad, es que la familia ha estado siempre muy unida gracias al empeño de mi abuela. Conocía a todos y siempre que viajaba a Montilla me decía que no me podía ir sin visitar a todos”.
“Ha pasado el tiempo, pero sigo teniendo contacto con mis primos y los parientes más pequeños, que son casi de mi generación. De vez en cuando voy a verlos. Tengo la suerte de que el nieto de mi tía Teresa Velasco está desarrollando un proyecto en una de las viñas que eran de mi bisabuelo en Montilla”.
“Está haciendo vino y, a veces, se pasa por Jerez para intercambiar experiencias. Suelo ir a Montilla cada dos años, con lo que así mantengo la cercanía. Y, aparte, mantengo amistades que hice de joven allí. Han sido muchos los veranos que yo he pasado en Montilla. A Miguel Velasco Espejo lo recuerdo como una persona muy activa, cariñosa, emprendedora y de gran corazón”.
Y hablando de la poderosa llamada de la tierra, Orte Espejo (es este segundo apellido el que lo ata a la tradición familiar) alguna vez se ha planteado la posibilidad de prolongar su actividad bodeguera a Montilla. Es una opción que, cada vez, toma más fuerza. Y que desde luego no descarta. Está por ver qué ocurre finalmente.
“Es verdad que ahora tengo demasiadas cosas que atender, pero es algo que he pensado porque, además, Montilla tiene un gran potencial en muchos aspectos. El horizonte es bueno para los vinos generosos y, en este sentido, Montilla tiene la enorme fortuna de contar con los mejores vinos. No hace falta encabezarlos, porque su naturaleza es insuperable”.
“Yo lo llevo a orgullo por mi ascendencia, y esto siempre es un valor añadido. Los viñedos de la Sierra y de Moriles son incomparables, espectaculares, lo que hace muy apetecible y atractivo invertir en ellos. Es verdad que, a corto plazo, no es algo que vaya a plantearme, pero sí que me atrae mucho personalmente, porque es una forma de volver al origen, y descubrir esos pagos de otra forma. Sin duda, sería muy bonito”.
Con las manos abiertas
Miguel Velasco Espejo practicaba una política de mano tendida. Y lo hacía en todos los aspectos de su vida: en cuestiones económicas, en sus creencias religiosas y también en el trato humano con sus semejantes. A José Luis Rodríguez le ayudó cuando este más lo precisaba, en sus primeros pasos en el mundo empresarial de la tonelería.
“Los comienzos fueron muy duros —nos cuenta—. Hablé con Miguel para que me alquilara una nave, una vaqueriza que tenía al fondo de la calle Burgueños. Costó mucho trabajo salir adelante, pero Miguel era una persona desprendida y generosa: todo lo hacía de forma desinteresada”.
Eran tiempos, en plena Transición, en que ambos vivían intensamente los cambios políticos. José Luis, que fue concejal del Partido Comunista en el Gobierno municipal de 1979–1983, facilitó un encuentro de Miguel Velasco, partidario de la democracia cristiana, con Santiago Carrillo durante una visita del líder comunista a Baena. Miguel creía abiertamente en la reconciliación de las dos Españas, no concebía otra cosa que el entendimiento, según recuerda José Luis. Mira hacia atrás y ve cómo su juventud, el aprendizaje, pasó en un suspiro.
“Yo di mis primeros pasos en la tonelería cuando tenía 11 años. Estuve dos años en la escuela de La Silera, dos cursos en los que tuve de maestro a Julio Anguita. Llegó siendo muy joven: era su primer destino. Enseñaba mucho tirando de pedagogía, explicaba las cosas bien y respetaba al alumno. Uno de ellos fue Pepe Pérez Merino”.
“Tengo un excelente recuerdo de Julio porque, más tarde, hemos coincidido en actos de partido y alguna vez se ha pasado por la tonelería. Al final, hemos sido muy amigos; estuvo aquí poco antes de morir y nos hicimos una foto juntos. Era excepcional”.
“Aparte, obtuve el certificado de estudios primarios con 12 años, me dieron una beca para estudiar en Cabra, porque en Montilla aún no había instituto de bachillerato. Pero tuve que renunciar, porque en mi casa no había medios para poder estudiar”.
“Después estuve hasta los 13 años con los hermanos Espejo, con los que me inicié en este oficio de hacer barriles. Todo era manual, no había maquinaria ninguna, pero aprendí lo suficiente como para seguir con Manuel Rodríguez en la calle Las Prietas”.
“Con 18 años di otro paso más. Compré unos barriles en la bodega de Emilio Quintela, en Córdoba. Y es entonces cuando rehago entera la bodega en las Costanillas. Lo siguiente ya fue un empleo en la Tonelería Montillana, con Rafael Córdoba, hasta que decidí instalarme por mi cuenta”.
Ahora su empresa está boyante. Vende a una treintena de países y está muy introducida en Jerez, mediante acuerdos preferentes con Sánchez Romate, dando salida a miles de barriles envinados. Pero no siempre fue así. Hubo que superar un peligroso estancamiento que puso en vilo el negocio de la tonelería en Montilla.
“Es que durante demasiado tiempo nos obstinamos en el barril pequeño, en el barril para la casa y para el bar, que apenas tenía futuro. Aquí hubo un momento con abundancia de barricas y toneles en los bares, pero esto tuvo su decadencia que nos perjudicó mucho. Nos empecinamos en algo que no tenía salida”.
“En mi caso, salvamos la tonelería gracias a que siempre hemos hecho de todo: hemos hecho tambores para San Sebastián, mesas, taburetes, lámparas, decoración… Pero había que mirar más lejos, y esto es lo que hicimos. Jerez tiene tonelerías importantes y han estado toda la vida trabajando para destilerías de whisky. Pero ¿qué es lo que pasa? Pues que un whisky, aunque lo envejezcan en un barril de bourbon, hay que darle una terminación en oloroso, amontillado, pedro ximénez o palo cortado. Eso lo han acaparado los jerezanos”.
“Entonces, la labor nuestra ha consistido en abarcar ese mercado con nuestros propios vinos de Montilla–Moriles. Figúrate lo que puede valer una botella de whisky terminado en nuestro pedro ximénez, o en un fino. Hemos estado dormidos sin aprovechar un negocio en el que otros nos llevaban delantera. No lo veíamos, porque estábamos obcecados en el barril, que no es rentable por sí mismo. Eso no sirve para nada”.
“Pero, en cambio, tenemos la enorme fortuna de estar en la zona donde se crían los vinos que necesitan las destilerías para darle el punto al whisky. Ya hay tonelerías en Francia, Portugal o en La Rioja que están intentando copiar, pero carecen de la materia prima”.
“Gracias a nosotros, están funcionando las bodegas de Montilla. El vino fino tiene unas ventas disminuidas pero, sin embargo, este año se ha doblado su precio por la fuerte demanda para envinar barriles. En la Cooperativa Nuestra Señora de la Aurora están envinando barriles nuestros, para que se vea la dimensión que tiene esto. Incluso preparamos barriles para Israel conforme a sus exigencias y características religiosas”.
Olorosa madera renacida
Este repunte en la prosperidad de las tonelerías de Montilla ha coincidido con la renovación familiar en estas empresas. El horizonte internacional se ha ensanchado considerablemente, en muchos casos, vía Jerez. Es lo que sucede con Tonelería del Sur, por medio de su marca Casknolia. Familiarizado con toda clase de aeropuertos, Rafa Cabello también ha aterrizado en la ciudad gaditana.
“Nosotros nos dedicamos a la venta de barriles que han contenido vino anteriormente. La influencia de Jerez en nuestro proyecto tiene una repercusión bastante importante. A nivel internacional, los vinos sherry son más conocidos que los de otras procedencias. Nuestra empresa está especializada en vender barriles que han contenido vinos andaluces, ya sean de Montilla, Jerez o Málaga”.
“Lo que hicimos fue destacarnos de la competencia ofreciendo algo diferente. Estamos envinando barriles en la zona de Montilla–Moriles, la zona de Málaga y el marco de Jerez. Lo que hemos conseguido es posicionarnos en el mercado diferenciando los territorios, ya que no es lo mismo un oloroso gaditano que uno de Córdoba, porque cambia el sabor y el aroma por el tipo de uva”.
“Nuestro objetivo es posicionarnos en Jerez, porque necesitamos servirnos de maderas y barricas de este lugar. Estar aquí, para nosotros, es una cuestión estratégica, porque aparte de que es una zona muy conocida, el hecho de trabajar con bodegas de renombre en el marco de Jerez nos da la oportunidad de trabajar con vinos muy singulares. Son vinos que se tienen que criar en el marco del triángulo formado por El Puerto de Santa María, Sanlúcar y Jerez de la Frontera. Y esto lo hacemos con un barril manufacturado en Montilla, pero envejecido en Jerez”.
Este es un apreciable ejemplo de la nueva edad dorada del gremio de tonelería. A las ya existentes se están sumando flamantes iniciativas que siguen a pies juntillas un modelo de éxito contrastado. En este sentido, Rafa Cabello ha dado un paso más: establecerse físicamente en Jerez.
“Para facilitar nuestra introducción en Jerez hemos adquirido una bodega. Pertenecía a una familia con un perfil empresarial determinado. Hay bodegas de crianza y elaboración de vinos, pero hay otras que se dedican únicamente al almacenaje. El almacenista es un tipo de bodeguero que compra mosto y que después lleva a cabo una crianza en sus propias botas. O sea, lo que hacía era envejecer el vino, con lo que estamos ante una solera interesante para nosotros”.
“Le compramos la bodega a un almacenista de estas características. Es una nave que está en El Pelirón, una barriada histórica de Jerez. Ramón Pravia era el propietario original de esta bodega, una persona influyente que llegó a reunir un patrimonio considerable en propiedades agrarias y bodegas”.
“Cuando este hombre fallece, se produce una división de sus negocios entre sus hijos al efectuarse la repartición de la herencia. Ha sido a una de sus hijas, Carmen Pravia (Explotaciones Pranova S.L.) a quien le hemos comprado su parte. Es una bodega de unos dos mil metros cuadrados que pasó a nuestras manos en el año 2023. Hicimos, primero, un alquiler con opción a compra para, al final, llegar a un acuerdo para materializar la compra. Y la denominamos Bodegas Casknolia Jerez”.
Vino y madera se acoplan perfectamente. Armonizan dando como resultado un sorbo de sabor exquisito abierto a muchos matices. Es una tradición tonelera reactualizada que casa con vinos de otras comarcas andaluzas de gran predicamento, especialmente por el gusto británico por lo dulce. La fabricación, en la que persiste el pálpito artesanal, es importante, pero también un adecuado diseño que refuerce la identidad.
“Ahora estamos metidos en un cambio de imagen para adaptarla a las señas de identidad de nuestra empresa, con nuestra propia enseña corporativa. Somos una bodega de envejecido, exclusivamente: no embotellamos ni nos dedicamos a la venta de vino. Lo que hacemos es comprar vino joven que se usa para envejecer la madera y, posteriormente, se vende el vino a granel o bien lo reutilizamos”.
“En Málaga, estamos trabajando con bodegas Quitapenas. Durante muchos años también lo hicimos con Málaga Virgen, aunque lo dejamos porque esta empresa tuvo un problema en el viñedo que repercutió en la capacidad de producción de uva. Además, le afectó la larga sequía, porque los viñedos y las instalaciones están en una zona donde los acuíferos están afectados por una alta salinidad. Esto afecta al cultivo porque el viñedo busca la humedad a través de la raíz que se topa, al profundizar, con problemas salinos. Todo esto hace que se estén secando las plantas, o que no rindan de forma óptima. Y también trabajamos algo con la cooperativa de Mollina”.
Entregas anteriores
Vinos (y barriles) de ida y vuelta (I)
MANUEL BELLIDO MORA
FOTOGRAFÍA: CASKNOLIA / J.L. RODRÍGUEZ
FOTOGRAFÍA: CASKNOLIA / J.L. RODRÍGUEZ




















































