¿Cuánto tiempo pasamos en internet? Ya sea navegando o utilizando el entorno online de alguna forma, es evidente que es una parte muy importante de nuestro día a día. Algunos se han atrevido a hacer el cálculo y la cantidad es considerable: 5 horas y 42 minutos al día de promedio; al menos en nuestro país que, curiosamente, está algo por debajo de la media internacional. Por tanto, es lógico que cualquier cambio sustancial que se produzca en la red nos afecte directamente a nivel cotidiano, ya sea en el trabajo, las comunicaciones, el ocio…
Lo más habitual es que estos cambios estén relacionados con una mayor velocidad, conexiones más potentes o nuevos dispositivos para acceder a este entorno. Sin embargo, internet también da otro tipo de pasos, a nivel cualitativo, cada mucho tiempo. Tal vez no los apreciemos en el mismo momento en el que ocurren, pero representan un notable cambio de paradigma. Se trata de la evolución a una nueva generación de la red.
Y algunos se preguntarán, ¿Cuántas de estas generaciones llevamos ya? Pues, en realidad, estamos en plena transición a la tercera. ¿Alguien sabría identificarlas? La primera de ellas la recordarán los más veteranos. La conocimos a finales de los 90 y principios del nuevo milenio. Estaba representada por aquellas webs tan simples, sin apenas material multimedia, que tenían una estructura más bien informativa: compartían un contenido, pero no se podía interactuar con ellas, más allá de leer lo que había expuesto.
Luego llegó la Web 2.0. Esta es mucho más reconocible para la mayoría, puesto que, en gran medida, es la que conocemos hoy en día. Se caracteriza por la posibilidad de participar. De hecho, su construcción, en varios casos, pertenece a los propios internautas. Son webs colaborativas, como los foros, los portales de opiniones, los marketplaces y, por supuesto, las redes sociales. El concepto es que no sólo son más avanzadas (por los nuevos recursos tecnológicos), sino que permiten a los usuarios interactuar con ellas.
Fantástico, entonces. ¿Eso fomenta la libertad, no? No exactamente. Y esa es una de las grandes quejas de la sociedad actual. En pocas palabras, internet está demasiado centralizada y pertenece a unas pocas grandes compañías tecnológicas; especialmente, aquellas que poseen los grandes servidores. Esto es lo que lleva tiempo movilizando a los internautas, que demandan un cambio estructural. Concretamente, el paso a una nueva generación de internet: la Web 3.0, la red descentralizada.
Mediante el Blockhain, la tecnología que dio vida a las criptomonedas y registra todas sus operaciones, se pretende que internet pase a estar distribuida en una red de ordenadores mucho más grande, restando poder a los principales servidores actuales. De esta forma, se conseguirá una mayor transparencia, libertad e, incluso, seguridad. Pero, además, se cumplirá con una de las mayores reivindicaciones: tener más control sobre los datos privados. Unos datos que, ahora, circulan con demasiada ligereza.
¿Ese es el gran cambio que nos espera? Bueno, hay algunos elementos más que son de gran interés para los usuarios. La inteligencia artificial tendrá un papel protagonista en este nuevo entorno, añadiendo medidas de defensa y, también, personalizando la experiencia de los internautas. ¿Cómo se puede personalizar? Pues con una adaptación a nuestras preferencias. Por ejemplo, si busco habitualmente promociones relacionadas con los juegos de azar, tal vez me recomienden un casino bono sin depósito específico en base a mi historial.
Otro punto a favor de esta nueva generación de internet, y de sus herramientas técnicas, es que estará mucho más preparada para los entornos que vendrán en el futuro, como la realidad y virtual y su máximo exponente, el Metaverso. Por otra parte, también fomentará el uso del software libre y la participación de los creadores independientes, además de contar con aplicaciones descentralizadas. Es decir, una web por y para los usuarios, en lugar de las grandes compañías.
Y, ahora, la pregunta del millón: ¿cuándo llegará? Bien, la transición ya ha empezado, pero será más lenta de lo que desearíamos; aunque, eso sí, imparable. Se calcula que su uso operativo estaría generalizado de cara a finales de esta década. Mientras, la evolución será progresiva. A medida que algunas tecnologías se vayan consolidando, lo más probable es que le proceso se acelere y su presencia sea más patente para todos.
Lo más habitual es que estos cambios estén relacionados con una mayor velocidad, conexiones más potentes o nuevos dispositivos para acceder a este entorno. Sin embargo, internet también da otro tipo de pasos, a nivel cualitativo, cada mucho tiempo. Tal vez no los apreciemos en el mismo momento en el que ocurren, pero representan un notable cambio de paradigma. Se trata de la evolución a una nueva generación de la red.
Y algunos se preguntarán, ¿Cuántas de estas generaciones llevamos ya? Pues, en realidad, estamos en plena transición a la tercera. ¿Alguien sabría identificarlas? La primera de ellas la recordarán los más veteranos. La conocimos a finales de los 90 y principios del nuevo milenio. Estaba representada por aquellas webs tan simples, sin apenas material multimedia, que tenían una estructura más bien informativa: compartían un contenido, pero no se podía interactuar con ellas, más allá de leer lo que había expuesto.
Luego llegó la Web 2.0. Esta es mucho más reconocible para la mayoría, puesto que, en gran medida, es la que conocemos hoy en día. Se caracteriza por la posibilidad de participar. De hecho, su construcción, en varios casos, pertenece a los propios internautas. Son webs colaborativas, como los foros, los portales de opiniones, los marketplaces y, por supuesto, las redes sociales. El concepto es que no sólo son más avanzadas (por los nuevos recursos tecnológicos), sino que permiten a los usuarios interactuar con ellas.
Fantástico, entonces. ¿Eso fomenta la libertad, no? No exactamente. Y esa es una de las grandes quejas de la sociedad actual. En pocas palabras, internet está demasiado centralizada y pertenece a unas pocas grandes compañías tecnológicas; especialmente, aquellas que poseen los grandes servidores. Esto es lo que lleva tiempo movilizando a los internautas, que demandan un cambio estructural. Concretamente, el paso a una nueva generación de internet: la Web 3.0, la red descentralizada.
Mediante el Blockhain, la tecnología que dio vida a las criptomonedas y registra todas sus operaciones, se pretende que internet pase a estar distribuida en una red de ordenadores mucho más grande, restando poder a los principales servidores actuales. De esta forma, se conseguirá una mayor transparencia, libertad e, incluso, seguridad. Pero, además, se cumplirá con una de las mayores reivindicaciones: tener más control sobre los datos privados. Unos datos que, ahora, circulan con demasiada ligereza.
¿Ese es el gran cambio que nos espera? Bueno, hay algunos elementos más que son de gran interés para los usuarios. La inteligencia artificial tendrá un papel protagonista en este nuevo entorno, añadiendo medidas de defensa y, también, personalizando la experiencia de los internautas. ¿Cómo se puede personalizar? Pues con una adaptación a nuestras preferencias. Por ejemplo, si busco habitualmente promociones relacionadas con los juegos de azar, tal vez me recomienden un casino bono sin depósito específico en base a mi historial.
Otro punto a favor de esta nueva generación de internet, y de sus herramientas técnicas, es que estará mucho más preparada para los entornos que vendrán en el futuro, como la realidad y virtual y su máximo exponente, el Metaverso. Por otra parte, también fomentará el uso del software libre y la participación de los creadores independientes, además de contar con aplicaciones descentralizadas. Es decir, una web por y para los usuarios, en lugar de las grandes compañías.
Y, ahora, la pregunta del millón: ¿cuándo llegará? Bien, la transición ya ha empezado, pero será más lenta de lo que desearíamos; aunque, eso sí, imparable. Se calcula que su uso operativo estaría generalizado de cara a finales de esta década. Mientras, la evolución será progresiva. A medida que algunas tecnologías se vayan consolidando, lo más probable es que le proceso se acelere y su presencia sea más patente para todos.
FOTOGRAFÍAS: DEPOSITPHOTOS.COM