Montilla conmemora hoy los 340 años del nacimiento de Francisco Solano de Luque, también conocido como El Pulsista, una figura singular en la historia de la Medicina española. Nacido el 10 de noviembre de 1684 en el seno de una familia de clase acomodada, falleció en Antequera a los 53 años de edad, tras haber revolucionado el diagnóstico médico a través de un elemento que consideraba esencial: el pulso.
Criado en un entorno devoto aunque fuertemente influenciado por el conocimiento y las tradiciones, Solano de Luque inició su educación en el colegio jesuita de Montilla, donde mostró un gran interés por la ciencia y el conocimiento, especialmente en el campo de la Medicina.
A los veinte años, partió de Montilla hacia la Universidad de Granada, una de las instituciones más prestigiosas de la época en España, donde inició su formación en Medicina y Filosofía. En 1707 se graduó como bachiller en Filosofía y, un año después, en Medicina, cursando sus prácticas junto al médico y profesor José Pablo Fernández.
Sin embargo, su dedicación a la observación y al análisis del pulso lo llevó a desarrollar una reputación particular, que más tarde se convertiría en su sello distintivo. Desde esos años, la precisión de sus observaciones sobre el "pulso dicroto" lo distinguió entre sus colegas y consolidó el sobrenombre de El Pulsista, con el que pasaría a la posteridad.
Tras completar su licenciatura en Medicina, Solano de Luque se trasladó al pequeño pueblo granadino de Illora. En este lugar continuó desarrollando sus estudios y experimentaciones, profundizando en las observaciones sobre el pulso. Fue en este municipio situado en la parte oriental de la comarca de Loja donde, además, contrajo matrimonio con Josefa de León y Navajas, una mujer de origen ruteño, con quien tuvo quince hijos, de los cuales dos siguieron la profesión de su padre y también se convirtieron en médicos.
Su reputación fue creciendo en la comarca, y en 1712, tras cinco años en Illora, Solano de Luque fue nombrado médico de la villa cordobesa de Rute, una localidad más importante donde podía ampliar sus investigaciones y donde el impacto de su práctica médica sería notable.
Durante estos años, publicó su primera obra importante, Triunfo de la crisis epidémica sevillana (1713), un análisis detallado de una epidemia reciente y de las medidas necesarias para combatirla. La obra reflejaba su visión progresista de la medicina, desmarcándose de las prácticas escolásticas y galénicas predominantes en España en aquel momento.
Cuatro años más tarde, Solano de Luque se trasladó a la localidad malagueña de Antequera, tras ser nombrado médico numerario del municipio, en el que encontró el ambiente adecuado para seguir desarrollando su enfoque innovador sobre el diagnóstico mediante el pulso.
En estos años, su prestigio continuó en aumento y, ya en 1721, la Corte española lo honró con el título de Médico Honorario de Felipe V, tras haber demostrado su competencia al atender a Bartolomé de Zea y Saavedra, caballero de la Orden de Santiago.
La práctica médica de Solano de Luque se caracterizaba por su rechazo a los métodos tradicionales, como las purgas y las sangrías, así como a la polifarmacia habitual en su época. Esta visión avanzada le permitió obtener logros considerables y establecer una reputación no solo en Antequera, sino en toda España. De hecho, muchos de sus contemporáneos lo consideraron el "Hipócrates español" por la rigurosidad y el impacto de sus investigaciones y escritos.
Sin duda, el gran aporte de Francisco Solano de Luque al ámbito médico fue su teoría sobre el pulso. Sus detalladas observaciones culminaron en su obra maestra, Lapis Lydos Appollinis, publicada en 1731 en Madrid. Este texto contenía una sistematización de sus teorías y hallazgos sobre el diagnóstico mediante el análisis del pulso, un enfoque que revolucionaría la forma de entender y tratar las enfermedades en la Europa de la época.
Por otro lado, sus Observaciones sobre el pulso, publicada póstumamente en 1787, fue el complemento de su teoría principal y consolidó su prestigio en la medicina europea. Su enfoque, en principio rechazado por muchos de sus contemporáneos en los grandes centros médicos, fue finalmente reconocido y respaldado por médicos europeos de renombre, como Gerard Van Swieten o Albrecht von Haller. En España, figuras como el orensano Benito Jerónimo Feijoó y el cartagenero Carlos José Gutiérrez de los Ríos también defendieron sus descubrimientos, concediéndole una prominencia nunca antes vista para un médico andaluz de su época.
Solano de Luque murió el 30 de marzo de 1738 en Antequera, ciudad que consideraba su hogar. Gran devoto de la Virgen del Rosario, pidió ser enterrado en el Convento de Santo Domingo, a los pies de la imagen de la Virgen, donde aún reposan sus restos junto a los del escultor Andrés de Carvajal y su esposa Magdalena Talavera, siendo los tres únicos ciudadanos civiles que descansan en este lugar.
El legado de Francisco Solano de Luque fue muy importante para el desarrollo de la medicina clínica en Europa, particularmente en lo referente a la esfimología, que es la rama que estudia el pulso. Su visión centrada en el diagnóstico basado en signos claros y observables abrió el camino a una medicina más precisa y basada en la observación directa de los síntomas.
A 340 años de su nacimiento, Francisco Solano de Luque sigue siendo recordado como un pionero que desafió las prácticas médicas de su tiempo y contribuyó de manera significativa a la evolución de la medicina en Europa. Gracias a sus observaciones y enseñanzas, hoy se reconoce su visión innovadora, que allanó el camino hacia un conocimiento más avanzado y respetuoso de la condición humana.
Solano de Luque fue, sin duda, una figura insigne que traspasó fronteras y llevó el nombre de Montilla al ámbito científico europeo. La localidad lo honró, además, con una Sociedad Filatélica y Numismática que lleva su nombre. Hoy, coincidiendo con el 340.º aniversario de su nacimiento, su legado resuena como un recordatorio de la importancia de cuestionar las prácticas tradicionales y de avanzar hacia una medicina más humanista y fundamentada en el conocimiento científico.
Criado en un entorno devoto aunque fuertemente influenciado por el conocimiento y las tradiciones, Solano de Luque inició su educación en el colegio jesuita de Montilla, donde mostró un gran interés por la ciencia y el conocimiento, especialmente en el campo de la Medicina.
A los veinte años, partió de Montilla hacia la Universidad de Granada, una de las instituciones más prestigiosas de la época en España, donde inició su formación en Medicina y Filosofía. En 1707 se graduó como bachiller en Filosofía y, un año después, en Medicina, cursando sus prácticas junto al médico y profesor José Pablo Fernández.
Sin embargo, su dedicación a la observación y al análisis del pulso lo llevó a desarrollar una reputación particular, que más tarde se convertiría en su sello distintivo. Desde esos años, la precisión de sus observaciones sobre el "pulso dicroto" lo distinguió entre sus colegas y consolidó el sobrenombre de El Pulsista, con el que pasaría a la posteridad.
Tras completar su licenciatura en Medicina, Solano de Luque se trasladó al pequeño pueblo granadino de Illora. En este lugar continuó desarrollando sus estudios y experimentaciones, profundizando en las observaciones sobre el pulso. Fue en este municipio situado en la parte oriental de la comarca de Loja donde, además, contrajo matrimonio con Josefa de León y Navajas, una mujer de origen ruteño, con quien tuvo quince hijos, de los cuales dos siguieron la profesión de su padre y también se convirtieron en médicos.
Su reputación fue creciendo en la comarca, y en 1712, tras cinco años en Illora, Solano de Luque fue nombrado médico de la villa cordobesa de Rute, una localidad más importante donde podía ampliar sus investigaciones y donde el impacto de su práctica médica sería notable.
Durante estos años, publicó su primera obra importante, Triunfo de la crisis epidémica sevillana (1713), un análisis detallado de una epidemia reciente y de las medidas necesarias para combatirla. La obra reflejaba su visión progresista de la medicina, desmarcándose de las prácticas escolásticas y galénicas predominantes en España en aquel momento.
Cuatro años más tarde, Solano de Luque se trasladó a la localidad malagueña de Antequera, tras ser nombrado médico numerario del municipio, en el que encontró el ambiente adecuado para seguir desarrollando su enfoque innovador sobre el diagnóstico mediante el pulso.
En estos años, su prestigio continuó en aumento y, ya en 1721, la Corte española lo honró con el título de Médico Honorario de Felipe V, tras haber demostrado su competencia al atender a Bartolomé de Zea y Saavedra, caballero de la Orden de Santiago.
La práctica médica de Solano de Luque se caracterizaba por su rechazo a los métodos tradicionales, como las purgas y las sangrías, así como a la polifarmacia habitual en su época. Esta visión avanzada le permitió obtener logros considerables y establecer una reputación no solo en Antequera, sino en toda España. De hecho, muchos de sus contemporáneos lo consideraron el "Hipócrates español" por la rigurosidad y el impacto de sus investigaciones y escritos.
Sin duda, el gran aporte de Francisco Solano de Luque al ámbito médico fue su teoría sobre el pulso. Sus detalladas observaciones culminaron en su obra maestra, Lapis Lydos Appollinis, publicada en 1731 en Madrid. Este texto contenía una sistematización de sus teorías y hallazgos sobre el diagnóstico mediante el análisis del pulso, un enfoque que revolucionaría la forma de entender y tratar las enfermedades en la Europa de la época.
Por otro lado, sus Observaciones sobre el pulso, publicada póstumamente en 1787, fue el complemento de su teoría principal y consolidó su prestigio en la medicina europea. Su enfoque, en principio rechazado por muchos de sus contemporáneos en los grandes centros médicos, fue finalmente reconocido y respaldado por médicos europeos de renombre, como Gerard Van Swieten o Albrecht von Haller. En España, figuras como el orensano Benito Jerónimo Feijoó y el cartagenero Carlos José Gutiérrez de los Ríos también defendieron sus descubrimientos, concediéndole una prominencia nunca antes vista para un médico andaluz de su época.
Solano de Luque murió el 30 de marzo de 1738 en Antequera, ciudad que consideraba su hogar. Gran devoto de la Virgen del Rosario, pidió ser enterrado en el Convento de Santo Domingo, a los pies de la imagen de la Virgen, donde aún reposan sus restos junto a los del escultor Andrés de Carvajal y su esposa Magdalena Talavera, siendo los tres únicos ciudadanos civiles que descansan en este lugar.
El legado de Francisco Solano de Luque fue muy importante para el desarrollo de la medicina clínica en Europa, particularmente en lo referente a la esfimología, que es la rama que estudia el pulso. Su visión centrada en el diagnóstico basado en signos claros y observables abrió el camino a una medicina más precisa y basada en la observación directa de los síntomas.
A 340 años de su nacimiento, Francisco Solano de Luque sigue siendo recordado como un pionero que desafió las prácticas médicas de su tiempo y contribuyó de manera significativa a la evolución de la medicina en Europa. Gracias a sus observaciones y enseñanzas, hoy se reconoce su visión innovadora, que allanó el camino hacia un conocimiento más avanzado y respetuoso de la condición humana.
Solano de Luque fue, sin duda, una figura insigne que traspasó fronteras y llevó el nombre de Montilla al ámbito científico europeo. La localidad lo honró, además, con una Sociedad Filatélica y Numismática que lleva su nombre. Hoy, coincidiendo con el 340.º aniversario de su nacimiento, su legado resuena como un recordatorio de la importancia de cuestionar las prácticas tradicionales y de avanzar hacia una medicina más humanista y fundamentada en el conocimiento científico.
J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
ILUSTRACIONES: ISABEL AGUILAR / BIBLIOTECA NACIONAL
ILUSTRACIONES: ISABEL AGUILAR / BIBLIOTECA NACIONAL