Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de la carta abierta de un vecino de Montilla que rememora un curioso hallazgo durante una reciente visita a la casa natal de Federico García Lorca en la localidad granadina de Fuente Vaqueros. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a la Redacción del periódico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.
Quisiera compartir con todas las personas que deseen leer estas líneas la agradable e inesperada sorpresa que me tenía preparada la visita que hice recientemente al Museo Casa-Natal de Federico García Lorca, en la localidad granadina de Fuente Vaqueros.
Reservamos la cita con antelación en la web del Museo. Las visitas son a cada hora, y nosotros éramos 16 visitantes de España, México, Francia y hasta de Costa Rica, por lo que me sorprendió la gran cantidad de gente que debe visitar al cabo del año esta emblemática Casa-Museo.
El guía, Mateo Lombarda o Manuel M. Mateo, se notaba que callaba bastante más de lo que nos contaba y no porque no quisiera compartir con nosotros sus conocimientos y anécdotas que rodean el lugar, sino por su intención de ser puntual con los visitantes del siguiente turno, algunos de los cuales ya estaban en el lugar cuando nosotros comenzamos nuestra visita.
La primera habitación donde nos detuvimos una vez entramos en la casa fue el comedor. Entrando a mano derecha, una habitación más bien pequeña con una mesa en el centro, la lámpara y algunos muebles de la época. Mientras nos iba contando los detalles del mobiliario, con historias sobre la infancia de Federico y algunas cuestiones más que siempre venían al caso y resultaban graciosas, pedagógicas y siempre entretenidas, yo me iba fijando en cada detalle de la habitación, deteniéndome en cada mueble y en los objetos que contenía.
En un armario de cocina de la época, con estanterías y varias puertas, observé una vieja botella de vino y tuve la curiosidad de ver de dónde podría ser esa antigua botella. En la etiqueta, y a pesar de que estaba bastante oscurecida –supongo que por el paso del tiempo–, se podía leer claramente "Montilla".
Una vez descubierto el pueblo, quise conocer de qué bodega y de qué año podía ser, pero como Mateo ya nos había advertido que no tocásemos ni los muebles ni ningún objeto de la casa, no pude girar la botella para conocer este dato.
No obstante, y aunque habría que haber girado la botella para leer con claridad los datos de la etiqueta, pude distinguir –aunque no me atrevo a asegurarlo– que se podía leer la palabra “Méndez”. No me extrañó pues, en Montilla, ha existido una bodega con este nombre, aunque yo no conozco en qué época empezó y terminó su actividad, ni ningún dato que me permitiera aventurar que, en efecto, esta era la bodega.
Como previamente Mateo nos había pedido que dijésemos nuestros nombres y lugares de procedencia, me lancé a contar mi “descubrimiento” al resto de visitantes, ya que era obvio que no me estaba tirando ningún farol, pues ya previamente había dicho de dónde era yo. Estoy seguro de que no soy el primer montillano que se ha fijado en este detalle y también es probable que para otros paisanos que hayan visitado la Casa-Museo, este hecho ha podido pasar desapercibido.
Tampoco creo que tenga más importancia que la alegría que te produce ver algún distintivo de tu pueblo expuesto en un museo de estas características. Yo solo dejo aquí constancia de la existencia de esta botella y seguro que si algún experto en etiquetas de vino tiene interés, la botella se puede datar y concretar más su procedencia. Estoy seguro de que, en este caso y con estas intenciones, los responsables del museo accederían a abrir la puertecita del mueble y girar solo un poquito la botella para tener todos los detalles de la etiqueta.
Gracias por permitirme compartir esta agradable experiencia.
Quisiera compartir con todas las personas que deseen leer estas líneas la agradable e inesperada sorpresa que me tenía preparada la visita que hice recientemente al Museo Casa-Natal de Federico García Lorca, en la localidad granadina de Fuente Vaqueros.
Reservamos la cita con antelación en la web del Museo. Las visitas son a cada hora, y nosotros éramos 16 visitantes de España, México, Francia y hasta de Costa Rica, por lo que me sorprendió la gran cantidad de gente que debe visitar al cabo del año esta emblemática Casa-Museo.
El guía, Mateo Lombarda o Manuel M. Mateo, se notaba que callaba bastante más de lo que nos contaba y no porque no quisiera compartir con nosotros sus conocimientos y anécdotas que rodean el lugar, sino por su intención de ser puntual con los visitantes del siguiente turno, algunos de los cuales ya estaban en el lugar cuando nosotros comenzamos nuestra visita.
La primera habitación donde nos detuvimos una vez entramos en la casa fue el comedor. Entrando a mano derecha, una habitación más bien pequeña con una mesa en el centro, la lámpara y algunos muebles de la época. Mientras nos iba contando los detalles del mobiliario, con historias sobre la infancia de Federico y algunas cuestiones más que siempre venían al caso y resultaban graciosas, pedagógicas y siempre entretenidas, yo me iba fijando en cada detalle de la habitación, deteniéndome en cada mueble y en los objetos que contenía.
En un armario de cocina de la época, con estanterías y varias puertas, observé una vieja botella de vino y tuve la curiosidad de ver de dónde podría ser esa antigua botella. En la etiqueta, y a pesar de que estaba bastante oscurecida –supongo que por el paso del tiempo–, se podía leer claramente "Montilla".
Una vez descubierto el pueblo, quise conocer de qué bodega y de qué año podía ser, pero como Mateo ya nos había advertido que no tocásemos ni los muebles ni ningún objeto de la casa, no pude girar la botella para conocer este dato.
No obstante, y aunque habría que haber girado la botella para leer con claridad los datos de la etiqueta, pude distinguir –aunque no me atrevo a asegurarlo– que se podía leer la palabra “Méndez”. No me extrañó pues, en Montilla, ha existido una bodega con este nombre, aunque yo no conozco en qué época empezó y terminó su actividad, ni ningún dato que me permitiera aventurar que, en efecto, esta era la bodega.
Como previamente Mateo nos había pedido que dijésemos nuestros nombres y lugares de procedencia, me lancé a contar mi “descubrimiento” al resto de visitantes, ya que era obvio que no me estaba tirando ningún farol, pues ya previamente había dicho de dónde era yo. Estoy seguro de que no soy el primer montillano que se ha fijado en este detalle y también es probable que para otros paisanos que hayan visitado la Casa-Museo, este hecho ha podido pasar desapercibido.
Tampoco creo que tenga más importancia que la alegría que te produce ver algún distintivo de tu pueblo expuesto en un museo de estas características. Yo solo dejo aquí constancia de la existencia de esta botella y seguro que si algún experto en etiquetas de vino tiene interés, la botella se puede datar y concretar más su procedencia. Estoy seguro de que, en este caso y con estas intenciones, los responsables del museo accederían a abrir la puertecita del mueble y girar solo un poquito la botella para tener todos los detalles de la etiqueta.
Gracias por permitirme compartir esta agradable experiencia.
RAFAEL LLAMAS POLONIO
FOTOGRAFÍAS: DIPUTACIÓN DE GRANADA / RAFAEL LLAMAS POLONIO
FOTOGRAFÍAS: DIPUTACIÓN DE GRANADA / RAFAEL LLAMAS POLONIO
NOTA: Los comentarios publicados en el Buzón del Lector no representan la opinión de Andalucía Digital. En ese sentido, este periódico no hace necesariamente suyas las denuncias, quejas o sugerencias recogidas en este espacio y que han sido enviadas por sus lectores.
