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Jes Jiménez | El mundo flotante (2)

En las pinturas que decoran los biombos japoneses desde principios del siglo XVII aparecen algunos precedentes de las posteriormente denominadas ukiyo-e (imágenes del mundo flotante). Biombos como esta lujosa muestra de seis paneles plegables, decorados con una pintura realizada sobre papel con tinta, colores y pan de oro. Está realizada por el pintor Ogata Kōrin y su título es Lirios en Yatsuhashi (Ocho puentes).


Por cierto, me llama la atención esa palabra, “biombo”, y buscando en el diccionario averiguo que procede del japonés byōmbu, nombre con el que se designa ese tipo de bastidores o mamparas articulados con bisagras que se utilizan para separar espacios o para proteger del viento. Así que el objeto y el nombre tienen el mismo origen.

Una de las raíces de las ukiyo-e son las pinturas realizadas por los artistas de la escuela Kanō. Obras de un gran refinamiento estético y con gran maestría en el uso de la tinta y en la configuración del espacio. Un espacio idealizado en el limite entre la realidad visible y lo invisible.

A través de la combinación de simples trazos y sutiles manchas rebosantes de vitalidad, podemos captar la esencia de estas imágenes: las huellas de una espiritualidad plenamente viva. Vitalidad y energía que constituyeron una inspiración para el arte de la línea y el dibujo que desarrollaron los artistas de las estampas. Esta pintura es un magnífico ejemplo de lo que intento transmitir con estos artículos desde el primero de ellos y que ya el título del mismo anunciaba: Las imágenes hacen visible lo invisible.


En los paisajes y casi en cualquier otro contexto, cuando el humano aparece no es el protagonista: es un elemento más del universo, indispensable, pero nunca primordial, siguiendo así los cánones de la estética espiritualista china.

Si el espacio que se sugiere se inscribe en lo ideal, tampoco hay elementos que indiquen un momento temporal concreto definido. Estamos en el extremo opuesto de la fotográfica captación del instante. Aquí no hay tiempo, sino lenta respiración de la eternidad intemporal. Se parece bastante al universo “flotante” descrito en el artículo anterior.

Gilbert Durand en su gran obra, Las estructuras antropológicas de lo imaginario, ya había destacado una coincidencia entre todos los autores que han estudiado el sentido de las distintas formas de expresión de lo imaginado: la aspiración fundamental a enfrentarse con el destino, las vicisitudes del tiempo y la muerte.

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El humano en su consciencia de la realidad mortal y de la inevitable decadencia, unida al paso del tiempo, siente la angustiosa necesidad de luchar contra esa erosión temporal. Y las imágenes han sido y son una forma privilegiada para intentar burlar a la fugacidad y al lento desvanecerse en el olvido, siguiendo la caprichosa corriente de los ríos. “Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir…”, tal y como escribió Jorge Manrique.

Volviendo a las ukiyo-e, aparecen por primera vez en forma de ilustraciones del libro Ise Monogatari (Historias de Ise) publicado en 1608. Los Lirios en Yatsuhashi de la imagen mostrada al principio de este artículo hacen referencia a un bello poema de amor contenido en esta obra.

Su traducción literal (usando Google Traductor) no resulta demasiado amorosa. Ni siquiera poética: Si mi ropa está apretada y gastada, desearía poder usarla hasta el final. La traducción al inglés del especialista en arte japonés John T. Carpenter, parece estar más próxima al sentido original del poema:

I wear robes with well-worn hems,
Reminding me of my dear wife
I fondly think of always,
So as my sojourn stretches on
Ever farther from home,
Sadness fills my thoughts.


Llevo ropas con dobladillos muy gastados,
Recordándome a mi querida esposa.
En la que pienso siempre con cariño,
Así que mientras mi estancia se prolonga
Cada vez más lejos de casa,
La tristeza llena mis pensamientos.



Hishikawa Moronobu es considerado como el primer artista Ukiyo-e. Hizo ilustraciones para libros y también estampas sueltas de las que se imprimieron múltiples copias con gran éxito comercial. Parece ser que también fue el primero en hacer estampas de bellas mujeres. Su estilo estaba influido por la cuidadosa caligrafía de la que hacían gala los escritores japoneses. En sus diseños alcanza una gran expresividad mediante el hábil uso de la línea.


En esta imagen realizada hacia 1675 para un álbum de contenido erótico podemos observar su capacidad para sugerir, sutilmente, sentimientos humanos mediante la presencia de objetos inanimados –la espada y el instrumento de cuerda–.

Vemos a una mujer y a un hombre cuyas ropas y sus cuerpos comienzan a entrelazarse. Detrás de ellos, alejada, una túnica que estorbaba, y ahora parece flotar en el espacio gracias al elevado punto de vista escogido para componer la imagen. Al igual que en el poema Historias de Ise, citado más arriba, aquí aparece otra vez la ropa como metáfora, ahora visual. Y “flotando”, como es lógico en una estampa ukiyo (del mundo flotante).

JES JIMÉNEZ SEGURA

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