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Plegarias montillanas para que vuelvan las lluvias

La Parroquia de San Francisco Solano acogerá la próxima semana un solemne triduo en el que se solicitará la "intercesión" del patrón de Montilla ante la prolongada escasez de lluvias. Tal y como anunció este viernes el párroco David Reyes, esta celebración extraordinaria se llevará a cabo desde el próximo jueves hasta el sábado, con el objetivo de "rogar que el Señor, que en tiempo oportuno abre su mano y sacia a todo viviente, nos conceda un tiempo favorable, lluvias bienhechoras y abundantes cosechas".


La iniciativa del templo patronal, que permitirá contemplar más de cerca la imagen de El Santo que preside el altar mayor de la parroquia, sigue la estela de las rogativas que se celebraban en la localidad en la primera mitad del siglo XVIII para solicitar la "intercesión" de San Francisco Solano ante la falta de precipitaciones.

Así, tal y como detalla en su Guía Histórica de Montilla el historiador y escritor egabrense José Calvo Poyato, miembro de la Real Academia de Córdoba y de la Academia Andaluza de la Historia, "en 1737, ante la falta de aguas de aquel invierno, lo que hacía que los sembrados estuviesen a punto de perderse", se promovió una procesión con la imagen de San Francisco Solano que tuvo lugar el 10 de marzo, día de su nacimiento, para que "como "Patrizio y Patrono" intercediera "con Dios Nuestro Señor por el alivio de los pobres".

Junto a la imagen del patrón de Montilla, aquella procesión extraordinaria también contó con la efigie de la Virgen de los Remedios, "por ser imagen mui debota y a quien tienen los vezinos mucha debozion y que se traiga a su Magestad y al Santo Bendito a la Iglesia Parrochial adonde se zelebre fiesta y hagan rogativas por termino de ocho días".

Trece años más tarde, y también ante una pertinaz sequía que, según Calvo Poyato, "ocasionó una terrible hambruna", el pueblo de Montilla se encomendó a San Francisco Solano y a San Vicente Ferrer, a quienes se les dedicó una novena en la Parroquia de Santiago Apóstol.

Ya en 1780, y nuevamente a causa de otra sequía que había hecho subir de forma alarmante el precio de los cereales, el Ayuntamiento de Montilla acordaba, a propuesta del corregidor local, la celebración de un octavario a San Francisco Solano para tratar de invocar las lluvias.

Una tradición en torno al Cristo de la Yedra

Con todo, los cultos extraordinarios para solicitar la intercesión divina ante periodos prolongados de sequía tienen un origen muy anterior en Montilla, tal y como desvela el historiador Antonio Luis Jiménez Barranco en su blog Perfiles montillanos, en el que recoge que ya a finales del siglo XVII existen noticias de las rogativas que se hicieron al Santísimo Cristo de la Yedra ante los meses áridos padecidos en el invierno y en la primavera de 1698, durante los cuales se celebraron dos novenarios en el mes de mayo –el primero de ellos sufragado por la Congregación del Espíritu Santo y, el segundo, por el propio Ayuntamiento–.


Para la celebración de estos cultos extraordinarios, se solicitó que la imagen del Cristo –que, según la tradición, habló a San Juan de Ávila–, se colocase en el altar mayor y, una vez concluidos, fuera colocada en su altar. Según describe el secretario de la Congregación del Espíritu Santo, "durante todo el mes de mayo no dejó de llover, se mejoraron los campos y aseguró la cosecha".

Un lustro más tarde, en 1703, y ante la inclemente sequía, Montilla volvía a implorar la lluvia al crucificado que ahora custodia la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores en la iglesia de San Agustín. "Se organizó un novenario de misas de Pasión y otras tantas misas votivas cantadas, que se prolongaron entre los días 11 y 31 de mayo", detalla Antonio Luis Jiménez.

Según el historiador montillano, "el gran fervor que impregnó en la población, llevó a los Jesuitas a colocar la imagen del Cristo de la Yedra en la iglesia de forma permanente y así acercarlo más a los devotos y congregantes". De hecho, tras la finalización del nuevo retablo barroco en el que se ubicó el crucificado, las autoridades locales volvieron a solicitar a la Compañía de Jesús unas rogativas para atraer las lluvias con la celebración de una fiesta de misa y un sermón.

Ya entrado el siglo XVIII, en abril de 1734, los montillanos volvieron a solicitar la intercesión divina del Cristo de la Yedra para hacer frente a la endémica sequía que asolaba la Campiña cordobesa. "En esta ocasión, el Señor salió en procesión por las calles de la ciudad, a solicitud de las autoridades locales", detalla Jiménez Barranco.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍAS: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
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