Ir al contenido principal

Montilla recupera al fin su Viernes Santo

Como viene ocurriendo desde tiempos inmemoriales, Montilla volvió a vibrar con su Viernes Santo. Tras tres años de interminable espera, gran parte de la ciudad se echó a las calles para acompañar a sus hermandades con mezcla de veneración y de proximidad en una jornada de contrastes que arranca y termina teñida de luto.


Y es que el Viernes Santo comienza en Montilla cuando el Cristo de la Misericordia, esa poderosa imagen que hizo brotar de la madera el artista montillano Francisco Solano Salido, hace acto de presencia en el Llanete de la Cruz y se coloca frente a su Madre, María Santísima de la Amargura que, este año, recorrió las calles de Montilla sobre unas sencillas andas.

En medio del respetuoso silencio que brindaron los cientos de vecinos que se dieron cita en el popular Barrio de La Cruz, la estación de penitencia pudo completar un itinerario más íntimo, en el que el crucificado de la Misericordia fue portado a hombros de varios hermanos de la cofradía.

Tras la solemne Madrugada, la calle Ancha volvió a cobrar vida gracias a la hermandad del Nazareno, el Señor de la calle Ancha, especialmente durante el tradicional acto de La Lanzada que la Centuria Romana Munda dedica al crucificado de La Yedra. El cortejo lo completaron, como cada año, las imágenes del Rescatado y de María Santísima de los Dolores.


El Llanete de San Agustín volvió a convertirse este Viernes Santo en el “kilómetro cero” de la Semana Santa de Montilla. Con las primeras luces del día, la calle Ancha recuperaba un año más la certeza común de la memoria colectiva, en una mañana soleada, en la que los montillanos –llegados desde todos los confines del planeta– se echaron a la calle para arropar a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores.

El cortejo se abría con la imagen dieciochesca de Jesús Rescatado, acompañado por el redoble rotundo de la Centuria Romana Munda que, en torno a las tres de la tarde, realizaba el acto de La Lanzada al Cristo de la Yedra, el majestuoso crucificado que, según la tradición, habló a San Juan de Ávila.

El desfile procesional lo completaban los titulares de la hermandad, fundada en 1590 y afectada por la exclaustración de los agustinos en el año 1835. Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores volvieron a bendecir los campos en el Paseo de Cervantes y al propio municipio ante las puertas del templo agustino que, unas horas más tarde, se vestiría de luto para asistir a la salida de la Pontificia Hermandad del Santo Entierro.


Unas horas antes, el centro de atención se había situado muy cerca, en la calle Fuente Álamo, desde donde iniciaba su estación de penitencia la Hermandad del Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo, Santo Nombre de Jesús, María Santísima de la Encarnación y San Juan de Ávila, que confió su acompañamiento musical a la Agrupación "Santísimo Cristo de la Salud", la popular "Banda del Naranjo" de Córdoba.

El impresionante misterio, obra del imaginero cordobés Antonio Bernal, supuso el prólogo de oro a la salida del Santo Entierro, en una tarde en la que los montillanos reviven estampas repetidas durante décadas y que perviven atadas a la memoria colectiva de un pueblo que vibra cada Viernes Santo como si fuera el primero. Como si fuera el último.

Ni siquiera un pequeño incidente que tuvo lugar en la calle José de los Ángeles, cuando varias personas se enzarzaron en una discusión que, según fuentes oficiales, "no tuvo mayor trascendencia", logró empañar el cortejo del Descendimiento, uno de los más organizados y completos de la Semana Santa montillana.

Instantes más tarde, la ciudad volvía a vestirse de luto para asistir a la salida de la Pontificia Hermandad del Santo Entierro, Soledad y Angustias de la Madre de Dios. Un año más, fueron muchos los vecinos que se acercaron hasta la iglesia de San Agustín para acompañar durante su estación de penitencia al Cristo Yacente en el Sepulcro, a María Santísima de la Soledad y a San Juan Evangelista.


El tambor de Viruta volvió a marcar el lúgubre ritmo del paso del Cristo Yacente, tras el que discurrió la comitiva de autoridades, precedida por la guardia de la Centuria Romana Munda. La cofradía, cuya sede canónica radica en la Parroquia de San Francisco Solano, volvió a pasear por Montilla la hermosa imagen de María Santísima de la Soledad. De estilo barroco y de autor anónimo, la Virgen fue esculpida en 1677 y donada a la Hermandad del Santo Entierro por el entonces hermano mayor, el escribano Pedro Franco de Toro.

Tras su solemne itinerario, el Santo Entierro cerraba su centenario acopio de madrugadas atadas a la memoria en su particular sueño de recogida que reconforta las penas y que, como cada año, anuncia ese rumor de ángeles que surgirá mañana de la Parroquia de Santiago Apóstol para despedir la Semana Mayor montillana.

REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL
REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
© 2020 Montilla Digital · Quiénes somos · C/ Fuente Álamo, 34 | 14550 Montilla (Córdoba) | montilladigital@gmail.com

Designed by Open Themes & Nahuatl.mx.