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Mercedes Obies | Un bicho raro

Tú también te has preguntando qué sentido tiene la vida, ¿verdad? Creo que no soy la única cuando digo que hay días en los que me levanto de la cama sin saber qué leches hago aquí, con qué fin, para qué. Siento que todo es como una especie de videojuego en el que ganar es improvisar y tirar sobre la marcha: superar obstáculos, no rendirte, superarte a pesar de retroceder...


Sí, igual que en el Parchís, puedes avanzar al igual que retroceder casillas. Menuda putada, ¿no? Pero luego intento poner orden a todos mis pensamientos inquietos y, bueno, la verdad es que nunca he sido capaz de frenar esta cabecita loca. Y siendo sincera, tampoco quiero.

Me gusta cuestionarme absolutamente todo, ponerlo en duda y buscarle o intentar darle infinitas explicaciones. O ni eso: simplemente dejarlas estar, ahí, una tras otra, llenando todo mi ser de continuas preguntas sin respuestas y algunas de ellas con tantas que termino suturándome. A veces desearía tener un botón para resetearme por completo. Pero no, porque perdería mi esencia y no sería quien soy a día de hoy porque no tendría experiencias en la vida.

¿Somos nosotros quienes controlamos el tiempo o es el tiempo el que nos controla a nosotros? Porque claro, luego nos la damos de superlistillos diciendo que podemos controlarlo todo, con una agenda física o ya en las propias notas del móvil, poniéndonos esas veinte mil alarmas para llegar a la hora que nosotros queremos, claro. Pero la realidad ya sabes cuál es: cuánto más control quieres tener, más imprevistos te salen. Y es así: no hay remedio.

Con esto no quiero decir que seamos unos vividores de la vida y que todo salga sobre la marcha, pero tampoco me gustaría que nos obsesionemos con el control. Ningún extremo es sano.

Bueno, madre mía... Yo aquí contándote mis pensamientos y ni siquiera me he presentado. Soy Mercedes Obies, más "conocida" como merobies, aunque en mi casa me ponen el nombre de todos mis hermanos –que, por cierto, somos siete– menos el mío.

No sé por qué pero también me llaman "Bicho", supongo que por el refrán de "bicho malo nunca muere". Y es verdad: las he pasado perras y aquí sigo, con más ganas y, a veces, con más pereza que nunca. Qué remedio.

Bueno, estarás pensando que menuda loca, que a ver si me aclaro y te hablo de algo que tenga sentido y puedas leer con tranquilidad, como esos típicos libros en los que terminas encariñándote con la protagonista y deseando un final de cuento. Pues no, conmigo no vas a leer nada de eso. Es más, ni siquiera sé cómo he empezado a escribir todo esto. Y, mucho menos, sé cómo lo terminaré, si es que lo termino.

El caso es que me hago millones de preguntas y cuando voy caminando sola por la calle, me encanta ponerme música e imaginarme mil situaciones diferentes en un mismo lugar. Dime, por favor, que tú también has hecho lo mismo alguna vez. Y si no lo has probado aún, hazlo: es una paranoia impresionante.

¿Por qué debemos conformarnos con lo que vemos y no echamos el vuelo a la imaginación? Sé que cuando te diga lo que me imagino, pensarás "esta chica está escribiendo fumada, como mínimo". Pero, de verdad, ahora mismo voy en el tren después de un agotador día de clases y voy mirando por la ventana pensando que hay seres mágicos. Tal cual. Hadas, duendes, dragones... Todo lo que la imaginación sea capaz de crear ya existe en mi mundo paralelo.

Soy un poquito peculiar, un bicho raro. Y eso me encanta. La posibilidad de ser diferente y de tener ese "atrevimiento" de ir más allá de lo que existe.

MERCEDES OBIES
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