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Buzón del Lector | En defensa de Rafael Cabello de Alba

Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de una respuesta colectiva, suscrita por ocho personas, a algunas de las declaraciones que manifestó Miguel Mora Hidalgo en este mismo periódico, durante el transcurso de la entrevista que le concedió al periodista montillano Manuel Bellido Mora (y cuya tercera y última parte puede leerse pulsando sobre este enlace). Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a la Redacción del periódico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.


No pongo en duda la libertad que cualquier persona tiene para opinar sobre los más variados temas pero si, haciendo uso de esa libertad, se vierten juicios que pudieran ser vejatorios para personas o instituciones, también deberá aceptar las réplicas que esas opiniones susciten. La libertad de expresión conlleva la responsabilidad por lo expresado y ambos conceptos son inseparables.

No hay nada más patético y bochornoso que resultar gracioso sin pretenderlo. Leer esta entrevista me ha arrancado muchas sonrisas, porque no todos tenemos, como Miguel, los dones de la soberbia y la falta de humildad. De poseerlos, me hubiese enfadado.

Es curioso cómo, la mayoría de las veces, los extremos se tocan. Por eso confiesa haberse sentido a gusto en un colegio religioso. Todos sabemos que la doctrina cristiana dice “todo lo mío es tuyo” y la comunista, “todo lo tuyo es mío”. Solo se diferencian en el orden de las palabras pero, según ambos, el objetivo es el necesitado. Aun así, Miguel, para el Colegio Salesiano, es un fracaso, pues ha aprovechado pocas de sus enseñanzas y, mucho menos, las religiosas.

Mientras escribo me siento seguro de no ofender, puesto que en una de sus refutaciones dice que somos un país muy poco dado a la autocrítica y que la recibimos mal, que siempre hablamos de los que atacan mucho. “Tonterías”, continúa diciendo, “lo que ocurre es que son inútiles y un inútil siempre se queja de los demás”. Justo lo que él hace en la mayor parte de la entrevista. Me alegra que sepa encajar las críticas mejor que la media. 

En cuanto a su afición por Unamuno, algo universal, debió quedarse en la lectura de su Vida de don Quijote y Sancho y pasar por alto muchas de sus intervenciones, algunas proféticas, como la entrevista que le hicieron en La Voz en 1931, donde dijo:

¡Qué majaderos son los separatistas! Cualquier aldehuela nos demandará el mejor día su estatuto. Son los separatistas una cuadrilla de literatos fracasados compuesta de locos y de vanidosos. No saben lo que piden. La única petición clara es que quieren ser guapos. Y la majeza es una endemia muy española. Y el comunismo es la enfermedad de moda. 

Si a la majeza del separatismo le llamamos endemia, llamémosle epidemia a la de esos señoritos denominados comunistas españoles. Estos últimos aún son más locos, más vanidosos, más ignorantes y más literatos fracasados que los primeros. A unos y a otros se les puede aplicar exactamente la terminación de uno de los pensamientos de Maquiavelo: Doy la vida por la vanidad”. Don Miguel parecía describir a Miguel.

Cuando se refiere a El Gran Capitán y a Isabel la Católica reitera que esos “gilis” no han hecho nada por España. Si, para él, parirte no es hacer nada por ti es porque no entiende el significado de un parto: acto doloroso, sagrado y lleno de increíbles emociones como lo fue la unidad de España. 

Isabel y Fernando son los creadores de nuestra nación y, El Gran Capitán, un Montillano al que estudian en West Point, posiblemente el más universal. ¿No debería un señor de izquierdas respetar a una mujer que fue un ejemplo de capacidad política? 

La suya es también una gran mujer, montillana, que estuvo y está siempre a su lado. En cambio, para él solo merece un leve asentimiento cuando el entrevistador la ensalza y pregunta por ella. Tiene mucha prisa en volver a hablar en primera persona.

Parece ser que antes del comunismo existe poco aprovechable en la historia: sólo San Francisco Solano y según el día y el medio de comunicación que le otorguen. El Inca Garcilaso tampoco es de su agrado: un mestizo valedor de los indios, incluso de su independencia. Me defrauda Miguel. ¡A ver si no va a ser comunista del todo! Eso explicaría que su partido no apostase por él... 

Por lo que se desprende de las afirmaciones del señor Mora, parece ser que la Montilla de finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta era un páramo cultural, con la excepción de dos o tres “intelectuales”, entre los cuales, él el primero. 

No sé si el señor Mora sabe que, por esos años, se publicaban varias revistas en Montilla, que se hicieron algunas exposiciones regionales con notable éxito y que había –además del inolvidable Pepe Cobos– varios escritores más en nuestra ciudad. 

Que a uno no le agrade el ambiente cultural no quiere decir que no exista. Por otro lado, presumir de culto y decir que recitaba “El Piyayo” (como si de una hazaña intelectual se tratase) no deja de ser chocante. Si hubiese recitado a Brecht o a Evtuchenco (cuyos libros ya estaban publicados en los sesenta) todavía podría presumir, pero “El Piyayo” solía recitarse en las cenas gremiales en el momento de las copas.

Presume Miguel de ser soberbio y no tener nada de humildad. Decía San Agustín que la soberbia no es grandeza, sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande pero no está sano. No repara Miguel en lo insalubre que habrá sido para muchos su grandeza. “Humildemente” le recomiendo la lectura de su maestro, don Miguel de Unamuno, en su excelente ensayo Sobre la Soberbia, de 1904.

Se define como un predicador y, aunque el término es extensible a ámbitos no religiosos, debería buscar una palabra que no admita dudas sobre su laicismo: le recomiendo “charlatán”. Dice que los tíos listos no creen en nada, refiriéndose a la religión, porque sí está permitida la fe en dogmas políticos, a veces anacrónicos. 

Posiblemente hizo un mal aprovechamiento de la lectura de Don Miguel, San Manuel Bueno Mártir. Hasta su maestro se lo planteaba internamente en sus obras y, si bien él no creía, entendía la fe como algo positivo para el ser humano. Su maestro valoraba el deseo de que Dios exista tanto como su propia existencia. ¿Quién sabe? A lo mejor el más inteligente es el que es capaz de engañarse a sí mismo y no a los demás.

Según él, siempre lo estaban investigando. Vilarasau, director general en el Ministerio, lo defendió apasionadamente ante los investigadores, en 1975. Francamente, creo que solamente tuvo que mencionar a su, por él denostado, pariente, el jefe de los dos. La misma deducción nos lleva a Yagüe, “el torturador” que, o no lo era tanto, o no le dijo nada, o su inmunidad parental se impuso. 

Lo mismo sucedería más tarde, cuando fue “preso por cinco horas”; en realidad fue detenido, y no preso –él debería conocer la diferencia–, justo lo que tardó en enterarse un teniente coronel del Ejército, también “pariente político” suyo. De nuevo sonrío pensando en las connotaciones semánticas de la palabra “político”. 

Vuelvo a citar a Miguel: “Siempre estamos diciendo que ese fulano ataca mucho… ¡Tonterías! Lo que pasa es que son inútiles, y un inútil siempre se queja de los demás”. Cierto, ya sean Rosa Aguilar o Carrillo, los responsables de que, pese a su soberbia y determinación, no llegase a ser diputado.

A ver, que me pierdo... Se retira de Mapfre porque no quería ganar dinero para el capital y, en cambio, oposita para servir en una Administración franquista. Al mismo tiempo, critica a todos los que sirvieron en ella, ¿Qué más da ser ministro que funcionario? ¿Por qué era él mejor servidor de su país que su jefe en el mismo Ministerio? ¿Por qué un antisistema, de los restos de su partido, es ahora vicepresidente del “sistema”? ¿No podían otros intentar un cambio desde dentro?

Le recomiendo el artículo que Cambio 16 dedica a Rafael Cabello de Alba, bastantes meses antes de la muerte de Franco. En él, el único ministro que ha tenido Montilla apuesta decididamente por el cambio. Miguel solo quiere ver lo que ocurrió, ajeno a su voluntad, mientras era ministro; obvia lo que evitó, desde dentro, con sus gestiones.

Explicamos con detalle su distorsionada visión sobre Rafael Cabello de Alba del que, literalmente, dice:   “Era un franquista, reaccionario profundo, se plegó a todo lo que quería Franco hasta intervenir como miembro del Gobierno en las sentencias de muerte en la últimas etapas de Franco. Se lo tragó todo. No tuvo ninguna valentía, también hay que decir que era una persona educada, amable y saludaba a la gente, y está bien eso, pero él era franquista, fascista”. 

Sobre que era franquista no hay ninguna duda: en 1936, Rafael tenía diez años, pero todo el mundo en esa época lo era. El señor Mora seguro que sabe que existe el fascista de derechas y el fascista de izquierdas, pero tenemos la osadía de dar unas breves definiciones:

Fascismo de derechas: el fascismo era un movimiento político. La oposición al socialismo internacional y al comunismo es el que ha originado a un tipo de Estado, autoritario, antiliberal, antimarxista y antidemocrático.

Fascismo de izquierdas: es un término utilizado para categorizar aquellas tendencias en las políticas de izquierda que suelen ser comúnmente atribuidas a la ideología del fascismo. Utilizado por primera vez por Víctor Klemperer, cuando describe las similitudes cercanas entre el régimen nacionalista alemán y la Republica Democrática Alemana. Otros autores hablan del fascismo y del comunismo y sostienen que son reacciones totalitarias ante el liberalismo y la democracia. 

Quiere el señor Mora ofender a Rafael Cabello de Alba llamándole fascista. Si lo fuese, él no podría haber protagonizado tantos actos heroicos ante el “Régimen”, como nos cuenta en la entrevista. Sobre el Juicio de Burgos, tras el que se ejecutaron las últimas sentencias de muerte, sabe perfectamente Miguel que fueron una mera coincidencia con el Ministerio de Rafael Cabello de Alba y con su propio funcionariado en el mismo. Es como si imputamos al señor Mora las malas intervenciones del Ministerio de Hacienda. 

En este enlace se puede leer la entrevista de Manuel Bellido a Rafael Cabello de Alba Gracia, en Nuestro Ambiente, de septiembre de 1993, donde se entiende perfectamente la actitud e intercesión del ministro por los acusados.

Para Miguel, Rafael Cabello de Alba “no hizo nada por su pueblo”: ni un ambulatorio, ni un polideportivo, ni una residencia de ancianos… Solo La Unión ha sido útil para todos los montillanos, una entidad de la que fue cofundador, con rédito político, mientras los otros solo buscaban el pan de sus familias. Como atenuante, podemos decir que este doble rasero es normal en su partido, un partido que no fundó Miguel, porque no había nacido. Pero casi.

Cuenta el señor Mora que Pepe Luque, servidor del franquismo y requeté, “era más de izquierdas que nadie”. Perteneció a la Corporación que dedicó una calle en honor a Rafael Cabello de Alba. Él mismo, cuando fue alcalde, le quitó el nombre tras su transfuguismo idealista, por el que cambió el himno de las “Boinas Rojas” por La Internacional.

La verdad es que la Casa de los Luques era incomparable: gente abierta, tolerante y acogedora. Creo que nadie se podrá quejar del trato recibido. Al ser tantos hijos, en su casa se reunían todas las charpas de los diferentes hermanos. Pocos jóvenes de aquella época no consideran esta casa como algo suyo. 

De política se hablaba poco en los años sesenta. Recuerdo oír palabras como “carlismo” y “requeté”. El Carlista (Comunión tradicionalista) fue un partido político que luchó en la Guerra Civil junto a Franco. El requeté fue el cuerpo armado del carlismo. Esto no es una anécdota como quiere que la veamos el señor Mora: es un hecho histórico, con pruebas documentales bibliográficas y fotográficas.

José Luque Naranjo tuvo presencia de forma continuada en las Corporaciones municipales del Ayuntamiento de Montilla en el régimen de Franco: desde el 5 de febrero de 1961 al 2 de febrero de 1974. A Rafael Cabello de Alba y Gracia lo homenajearon otorgando su nombre a una avenida montillana, en el Pleno municipal del 15 de septiembre de 1969, siendo alcalde Mónico Pérez-Olivares Fuentes y, segundo teniente de alcalde, José Luque Naranjo.

En 1979, José Luque Naranjo sabía que nadie había quitado el nombre de Avenida de Las Mercedes por la fuerza, puesto que él estaba entre los agradecidos votantes del pleno que, por unanimidad, concedieron el nombre a la Avenida Rafael Cabello de Alba. Ahora, en 1979, en su primer mandato comunista, era el momento de quitarle su nombre.


En una entrevista a José Luque Naranjo, realizada en agosto de 2017 por Raúl Cantero y otros para La Taberna Local, intenta argumentar con infinidad de contradicciones la decisión tomada. Lo reproducimos textualmente: “Nosotros argumentamos en el Pleno que tampoco veíamos correcto poner el nombre de una persona viva a una calle, Porque una persona hasta que se muere, nunca se sabe qué trayectoria puede tomar su vida, y puede acabar siendo un granuja o un ladrón. Y una vez muerto, pues ya podemos ver toda su trayectoria y considerar si se debe poner o no su nombre a una calle”. 

La argumentación utilizada por el alcalde en el Pleno era falsa y, en la entrevista del 2017, también. Los motivos por los que quitaron el nombre a la calle los expuso en el Pleno, muy claritos, el teniente de alcalde, José García Romero:

Consideramos que una calle en Montilla no debe llamarse con el nombre de una persona que fue ministro de Franco y que colaboró con el régimen en un período que fue uno de los más duros del régimen”.

La dedicatoria de la avenida es resultado de un pleno del 15 de septiembre de 1969. La moción fue defendida por el concejal Jesús Calleja Moreno, argumentando todo lo que Cabello de Alba había hecho por Montilla. La moción fue aprobada por unanimidad, en vida del homenajeado, que aún no era ministro y con su voto favorable. 

Claro, en aquellos días, ser franquista no podía ser un argumento: hasta el “bueno” de Pepe lo era. José Luque Naranjo colaboró en el Régimen de Franco asumiendo varios cargos en las Corporaciones municipales del Ayuntamiento de Montilla. No es nada extraño pues, en esa época, todo el que ejercía una profesión u ostentaba un cargo tenía que estar, o aparentar estar, de acuerdo con los principios del Movimiento Nacional. Sí Miguel, sí: hasta Pepe Luque, el que era “más de izquierdas que nadie”, era franquista y monárquico. De don Carlos, pero monárquico.

Hay personas que se sitúan más allá del bien y del mal, que se creen investidos de una autoridad moral (que no viene de “mora”) que les permite juzgar y condenar a quien les viene en gana. Tal vez, muchas de las opiniones vertidas en esa entrevista no tienen otro objeto que provocar, sacar los pies del plato, porque eso da que hablar y se considera como una travesura inocente. 

Pero lo dicho, dicho queda y no estaría de más reflexionar antes de hablar. Incluso nos atrevemos a proponerle un tema de reflexión: el pecado que más se parece a la soberbia (de la que se declara adepto el señor Mora) es la envidia. En fin, ante tanto delirio, solo viene a mi cabeza algo que gustaba a Miguel, el estribillo de El Piyayo: 

¡A chufla lo toma la gente!
¡A mí me da pena 
y me causa un respeto imponente!”  

Nuestra opinión sobre la figura de Rafael Cabello de Alba y Gracia

Políticamente queremos dejar muy claro que Rafael Cabello de Alba y Gracia fue un hombre que sacrificó toda su posible carrera política por el bien de España. Nadie duda de su inteligencia, por lo que sabía que ser ministro en los últimos días del Régimen de Franco suponía renunciar a una posible carrera política y a una serie de emolumentos, como consejos de administración, direcciones de empresas, etcétera.

¿Por qué lo hizo? Pues, simplemente, por amor a su país, para luchar desde dentro, para que fuese posible una transición a la democracia y descartar una segunda Guerra Civil. Rafael se consideraba ministro de España, no de Franco. En definitiva, se inmoló políticamente por el bien común de los españoles.

Nos dan pena los que siempre están impartiendo doctrina, consistente en descalificaciones continuas al trabajo de casi todos los demás. Eso sí, con el vaso de whisky en la mano y renunciando, a priori, a la responsabilidad que lleva consigo gobernar. Es muy cómodo estar de por vida en la oposición, poner reparos a la conducta de los demás y siempre para destruir.

¿No es mejor para la sociedad que los nuevos talentos acepten cargos de responsabilidad para, desde ellos, influir en sus superiores? Así puede hacerse una política donde se produzca más y se reparta mejor. Pues eso es lo que hizo Rafael Cabello de Alba, junto a otros compañeros, desde dentro del Régimen: facilitar la transición a la democracia. 

Si no existieran hombres como éstos, luchando dialécticamente con altos cargos civiles y militares de aquella época, ¿dónde estaríamos hoy? No habrían dado la posibilidad a Suárez, Fraga, Felipe González y Carrillo de ser tolerantes y pactar para que España haya tenido el mayor periodo de paz y prosperidad de su historia.

La mayoría de las cosas que Rafael Cabello de Alba hizo, desde dentro, nunca las sabremos. Vamos a contar una minucia que le sucedió en 1971, cuando era procurador en Cortes por el tercio familiar, votado por los cordobeses. Entonces polemizó con el exministro del Ejército, el señor Barroso Sánchez Guerra, y debatió modificar la ley sobre objetores de conciencia.

Tal y como puede leerse en Acotaciones a la sesión, publicadas por el periódico YA el 3 de julio de 1971, en su página 15, el exministro decía: “Yo dormiré tranquilo si hoy me levanto a batirme contra una ley que no me convence. Rotundamente no a esta ley, no a los objetores de conciencia” El otro señor que no iba a dormir esa noche, el alférez de complemento, señor Cabello de Alba, anunció: (...) si no resolvemos este problema yo no podré dormir tranquilo (...). La enmienda a la totalidad naufragó. No sabemos si el teniente general Barroso durmió, pero sí sabemos que lo hizo el alférez de complemento, el señor Cabello de Alba”.

MANUEL CABELLO DE ALBA MOYANO
JOSÉ ANTONIO CEREZO ARANDA
MANUEL GUISADO MORENO
MIGUEL NAVARRO REQUENA
JAVIER NIETO-MÁRQUEZ CAMACHO
PRUDENCIO OSTOS DOMÍNGUEZ
JULIAN RAMÍREZ PONFERRADA
CRISTÓBAL SÁNCHEZ SÁNCHEZ DE IBARGÜEN

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