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El PSOE y el separatismo

Felipe González, en una memorable carta publicada el domingo en El País, llama al voto y al combate ideológico contra la secesión, por la Constitución y por la España democrática. Pedro Sánchez, ese mismo día, afirma que lo único que promete es no pactar con el PP y hacerlo con “otros”. Y, en efecto, pacta con otros. Ha corrido como un jovenzuelo alborozado hacia los brazos de la ultraizquierda y de cuanto separatista se los ha abierto. Y esa es su hoja de ruta para alcanzar Moncloa.



En Cataluña, el 40 por ciento de los ayuntamientos gobernados por los socialistas se han adherido a la plataforma secesionista Municipios por la Independencia. En la Comunidad Valenciana, Ximo Puig es una marioneta entregada a podemitas, Compromis y el pancatalanismo que exhibe con descaro sus intenciones y a quienes ya ha entregado todo y más para comenzar el adoctrinamiento desde la infancia. A imagen y semejanza del pujolismo.

En Baleares, un paso más, aquí añadidos al puzzle los de Mes, quienes avanzan y repiten la doctrina, proclamando el presidente de Consell de Mallorca –con el voto socialista, claro– el capitulo primero del manual de consignas: "España nos roba". Ni Artur Mas lo declama mejor, oiga.

En su escrito, el expresidente González critica políticamente al actual Gobierno para manifestar de inmediato que ello no quiere decir bajo ningún concepto que exista equidistancia y que no puede haberla jamás entre quienes pretenden violar la ley y la Constitución y quienes no solo la defienden sino que tienen el deber de hacerla cumplir.

Pedro Sánchez, por su parte, vendajes preventivos de banderas aparte, no solo se instala en la sistemática equidistancia sino, y sin que le aprienten ni un poquito, manifiesta que, en el fondo, la culpa de que haya tanto separatista viene a ser de este Gobierno: de Rajoy, para ser más exactos. O sea, el rancio mantra de separadores y separatistas, el infame cuento, jaleado por quienes no se rectan de explicitar a cada momento el odio que les alienta hacia todo lo que sea comun, de lengua a historia pasando por económica, de que quienes no quieren que España se haga trizas, los defensores de su unidad, son los culpables de su ruptura.

Pues en ello, en el manido discursito, es en lo que anda Sánchez que ya ha solemnizado que si él hubiera estado en el Gobierno de España esto lo hubiera arreglado con dos palabritas. Vamos, que verle en Moncloa y convenciditos.

Lo dicho y afirmado por González son las palabras de alguien que fue presidente de España durante 13 años y que supo serlo. Mira con honda preocupación lo que sucede y lo que puede acaecer y actúa con responsabilidad de Estado. Tanto él, como luego Aznar, cometieron al respecto, por interés partidista o engañados por la doblez nacionalista que entonces decía buscar mejor encaje en España, o por las dos cosas, errores garrafales que han derivado en estas funestas consecuencias. Pero en lo sustancial actuaron con lealtad a España, con sentido de Nación y entendiendo que, ante todo, eran los garantes, como sus presidentes, de cumplir con las leyes democráticas a las que se debían.

Zapatero no lo hizo. Al contrario. Como poco, actúo con una insensatez suicida o peor, con una deslealtad tracionera a la propia nación que gobernaba a la que consideró “discutible” y a cuya soberanía, la de todos los ciudadanos españoles, se manifestó dispuesto a trocear y malbaratar en almoneda. Esa, esta que ahora afrontamos, es la peor de las herencias, la más catastrófica de cuantas nos ha dejado el inefable ZP, el sonriente aprendiz de brujo que hizo estallar todas las calderas y reventar la alquimia entera de España.

Y ZP redivivo, encantado de sí mismo y de sus obras, reaparece euforizado en un futuro donde se ve reivindicado y enaltecido. Él mismo con su misma mismidad, pero además trasmutado en ZPedro. Porque Sánchez es ahora más de aquello mismo. La reencarnación de su milonga. Porque sus hechos, y los del PSOE que dirige, son exacta y meridianamente lo contrario a lo que ha expuesto negro sobre blanco Felipe González. Son todo menos principios, claridad, responsabilidad y sentido de Estado.

Porque él, por llegar a Moncloa, ya lo ha dicho, y lo está haciendo, pactará con todos menos con el PP. Con separatistas, con la extrema izquierda y si hace falta hasta con Bildu, que ya estuvo en ensayo en Vitoria. ¿Y en Cataluña? Si les sale, pues un tripartito o a cuatro o a cinco, que uno más qué importa. Si suma poder, qué demonios importa España. Solo importa La Moncloa.

CHANI PÉREZ HENARES

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