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Las barbas españolas

La victoria del No en Grecia era más que previsible –nacionalismo, victimismo, culpable exterior, negociaremos mejor...– aunque no con tal contundencia. El órdago le sale bien a Tsypras. Otra cosa es que le salga bien a Grecia. La victoria tiene mucho de suicidio pero puede que no solo para los griegos sino que sea igualmente nociva y hasta puede que letal para Europa. Porque atendiendo a los hechos, la situación lo único que ha conseguido es empeorar el escenario.



Tras rechazar condiciones y clamar contra las propias obligaciones, lo que de inmediato y como conclusión se pide –o se exige, más bien– es que se les de más dinero, porque si no tienen que cerrar la tienda. Liquidez inmediata al Banco Central Europeo para poder abrir mañana los bancos.

Es la democracia, dicen. Hemos votado y el pueblo es soberano. Sí. Desde luego. Para decidir sobre lo suyo. Pero no sobre lo que nos afecta a todos los demás. Son muy soberanos en decidir lo que gusten. Pero habrán de atenerse a las consecuencias y ser responsables con su decisión. Y habrán de saber que el resto, los otros 18 países y sus pueblos, son igualmente soberanos y tienen todo el derecho a tomar las suyas. Que pueden ser muy en contrario y de rechazo final a quien se percibe ya no solo como nada fiable sino que pretende no cumplir los compromisos, no pagar lo que debe y que, encima, se le siga dando a manos llenas con la clarísima intención de no devolverlo nunca, ni lo de ayer ni lo de mañana.

Lo que haya de pasar en las próximas horas va a ser, pues, decisivo. Para Grecia y para Europa. Y de manera muy particular para España De lo que resulte va a depender el futuro. Primero, el inmediato de Grecia, el de la Unión Europea, y pasado mañana mismo, el nuestro. Y el temor de que la UE y todas sus instituciones no defiendan sus propios principios, no afronten con contundencia la situación y opten por una componenda está muy latente.

Porque no puede negarse que lo del domingo en Grecia es un triunfo de un populismo, éste en la extrema izquierda, como el que emerge con gran fuerza en España, que está recorriendo y socavando Europa y , aunque aún se camufle en críticas, en realidad cuestionándola por entero como sistema y en sus esenciales valores. No es sorprendente en absoluto, pues en eso su raíz es la misma, que a los neocomunistas griegos se unan en su jolgorio los neonazis de su pais, los ultras franceses de Le Pen, los antieuropeos británicos y, por supuesto, los podemitas españoles, sus hermanos gemelos.

Que están de crecida y que con lo sucedido en Grecia no va sino a ver aumentada la gran marejada y cuyo triunfo no es en absoluto quimérico, ya es realidad en las más importantes capitales, sino una posibilidad cercana. Su discurso, por más que demagógico, iluminado, falso y de resultados perversos, es eficaz: se impone crecientemente hegemónico en las terminales sociales y opináticas y se extiende como una mancha de aceite con la alianza diletante y complaciente de unos que los abrazan con pretendidos auxiliares y aliados en la toma del poder y otros, con muchos de nuestros inefables medios de comunicación a la cabeza, jalean y propagan como el más resucitado Agitprop sus consignas por todos los conductos. Desde las terminales de la exhibición de la telebasura convertida ya incluso en doctrina a la retrasmisión del mitin continuo y alfombrado, todo vale para establecer dos axiomas para España y para Europa.

El primero, con la ayuda del Bautista ZP ya casi logrado, es que la Transición, el consenso, la reconciliación conseguidas por los españoles desde el final del franquismo no es válido, es el franquismo mismo. Esta democracia, una farsa, y el progreso económico, social, político y de las libertades, una mentira absoluta. Y como colofón, que esto es en realidad Somalia, o peor. Que somos un país en la miseria, sin protección alguna, sin derechos, con las gentes muertas de hambre y expulsadas a mansalva de sus hogares. Ese es el retrato general y total de España y el relato asumido por muchos como cierto.

El segundo persigue lo mismo con respecto a Europa y nuestra vocación europea. Europa no es ni fue proyecto, ni nos ayudó, ni fue esencial en nuestro desarrollo ni providencial en nuestro despegue. Europa ni hizo ni significó ni hace ni hará nada por las gentes.

Al revés, Europa es una chupasangres, un monstruo que nos devora, los austericidas, los que nos impiden el disfrute del paraíso que, sin más, merecemos, una troika siniestra de saqueadores de negro, las nuevas SS, según Monedero, los enemigos del pueblo, según definición del sacrificado profeta Varufakis. Delenda est España, Delenda est Europa. Viva el pueblo. Y el pueblo son ellos. Y cada vez veo que más y más se apuntan a la ola y buscan montarse en la cresta de la demagogia. Perdonen que me resista y preocupe. Por Europa y, en particular, por España.

ANTONIO PÉREZ HENARES

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