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Un libro para Reyes

Allí estaba. Era el último regalo. Tamaño medio, pesado, el envoltorio terso sobre la superficie: no había duda, era un libro. Lo cogí con sonrisa cómplice y, cuidadosamente, desenvolví el papel por una de las esquinas para, poco a poco, sacar el libro por la parte superior. Las primeras letras que pude adivinar fueron "600 días de vértigo". Resulta que lo estaba extrayendo al revés, por la parte inferior.

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Después apareció el título, El Dilema, y la imagen de perfil del que parecía ser el expresidente del Gobierno. Pronto lo corroboré, allí estaba el nombre de su autor. Contemplé la portada atónito durante unos segundos, la sonrisa congelada y el interrogante en mi cabeza de a quién se le había ocurrido regalarme el libro de Zapatero. Lo agradecí igualmente y lo dejé en segundo plano, enterrado en una nube de envoltorios.

Horas más tarde, cuando la agitación de la mañana se fue diluyendo en esa atmósfera cargada de pesar que precede a la vuelta al trabajo del día siguiente, volví a coger el libro y lo abrí aleatoriamente tras desprenderme del celofán. Me gusta el olor a libro nuevo; meter la nariz entre las hojas y hacerlas pasar precipitadamente, como un abanico de celulosa.

Sin embargo, en esta ocasión el carusel del papel desplegado en arco se interrumpió a medio camino; había algo entre las páginas 121 y 122. Era un pequeño sobre que apenas abultaba entre las páginas. No podía ser una dedicatoria personal, ya que el libro venía precintado, así que pensé que sería un anexo o una nota del editor.

Para mi sorpresa, el texto estaba escrito a mano, con una letra cuidada aunque con trazos irregulares, como si hubiese sido redactada en un estado de patente nerviosismo. Comencé a leer:

Estimado Lector:

No se inquiete. Por un azar del destino, usted ha recibido esta nota, la única que he logrado introducir entre los miles de ejemplares de la primera tirada de mi autobiografía. Menuda ironía; ni siquiera en tus memorias puedes decir ya lo que piensas o reflexionar libremente sobre lo que has vivido. Cosas del marketing, me dicen. Al parecer, este va a ser el libro más vendido de las Navidades, si La Esteban lo permite.

Y como la ley de la demanda es la que manda, era preciso dar detalles sustanciosos de esos 600 días de vértigo, que más bien fueron de caída libre... Como esa famosa carta de Trichet donde nos instaba con maneras de burócrata, es decir, a las bravas, que o metíamos la tijera o nos embargaban. Si, la misma carta que me negé reiteradamente a presentar en el Parlamento y que ahora incluyo en este libro como si el BCE la hubiese remitido a mi casa de León, a título personal.

Los de Planeta se pusieron muy cansinos con este tema: había que dar una primicia, un tema del que hablasen los medios de comunicación, aunque fuese negativamente. Y es que no hay mejor publicidad que la polémica, ese morbo que nace de la indignación. 


Allí estaba yo, en cada programa de televisión, tertulia radiofónica o entrevista en la prensa, con la sonrisa forzada y los dientes rechinando por tanta gilipollez. Tan sólo logré relajarme un poco con Wyoming, por eso de que el programa era de humor. Incluso me ofreció un puesto como colaborador, aunque a decir verdad no estoy seguro si era en serio.

Al menos ya todo ha acabado. Se acabó el bochorno público, las mentiras, la bilis supurante de los tertulianos... el espectáculo, en suma. A partir de ahora seré un expresidente más, con la cartera llena y la imagen vapuleada. 


Sin embargo, antes del retiro definitivo, tenía la necesidad de redimirme de algún modo, confesarme ante un anónimo sin sotana, elegido al azar, con el que compartir algunas de las desazones que nunca me abandonarán. Tú eres esa persona, la válvula para aliviar esa sensación que me oprime y hace que no me soporte ni a mí mismo.

Perdóname, lector. Perdóname por ser un presidente mediocre, incluso nefasto, por anteponer mi supervivencia a la del país, por negar lo innegable, por hacer de la demagogia mi talante, por mis discursos infumables, por el Plan E, por los brotes verdes y otros eufemismos inclasificables, por nombrar como sucesor a Rubalcaba, por dejar el país en manos del PP. Y por último, perdóname por este libro, por llamarlo de alguna manera.


Nota al lector: Los hechos narrados en este artículo son pura ficción. Desconozco si José Luís Rodríguez Zapatero ha introducido una nota inculpatoria en alguna de sus memorias. Lo que sí sé con seguridad es que nadie de mi entorno me quiere tan poco como para regalarme su libro para Reyes.

JESÚS C. ÁLVAREZ

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