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Segunda carta a Costanza Miriano

Estimada señora: Es la segunda vez que le escribo dentro de este diario digital. En la anterior misiva le indicaba que había buscado infructuosamente en las librerías para dar con su libro Cásate y sé sumisa, que tanta polvareda había montado aquí en España. Pues bien, por fin lo he localizado en una librería de Córdoba. Fue un día que paseaba por el centro y me acerqué a una de ellas a ver si tenía suerte.

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Tras mirar los libros expuestos en las estanterías y no verlo, me dirigí a la joven que atendía con la siguiente pregunta: “¿Tenéis el libro 'Cásate y sé sumisa', pues he estado mirando en los estantes y no lo he encontrado; sin embargo compruebo que tenéis un montón de 'Ambiciones y reflexiones' de Belén Esteban?”.

Puesto que esta chica ya me conoce al ser habitual de la librería, y tras mi sorpresa al afirmar que disponía de un ejemplar, lo busca debajo del mostrador y me lo entrega. “¿Puedo abrirlo?”, le indico, ya que se encuentra envuelto en una funda de plástico. “Sin ningún problema”, me responde.

Le quita el envoltorio y me pongo a hojearlo, mientras que ella atiende a otros clientes. Al cabo del rato, de nuevo le pregunto: “¿Por qué no lo tenéis en los estantes?”. Con una sonrisa de complicidad me responde: “Es que no sabíamos en qué sección ponerlo”. No quiero molestarla indicándole que sería una buena idea iniciar una nueva sección de “machismo” o de “antifeminismo”, por lo que le aclaro que solamente estaba interesado en él para analizarlo y comentarlo con mis alumnos en clase.

Una vez que ya tengo el libro, como podrá comprobar, señora Miriano, he sido fiel a mi palabra de no basarme en comentarios ajenos para hacer mi propia valoración. También le informo que, con gran esfuerzo y más de un sobresalto, lo he leído completamente, de principio a fin, hasta las dedicatorias que realiza al final del mismo.

Tras la detenida y alucinada lectura que llevé a cabo, en la que he realizado numerosos subrayados en sus páginas pues lo que leía me resultaba delirante, creo sinceramente que si su libro lo hubiera titulado Cartas de una madre muy devota a sus amigas no se hubiera generado la polémica que suscitó, ya que se habría ajustado al contenido del mismo.

Y para que los lectores comprueben que no hay ninguna ironía en el título sugerido, me remito a la larga lista de agradecimientos que aparecen al final. Allí leemos: “Gracias a Dios… Gracias a los dos Papas de mi vida… Gracias a la Iglesia… Gracias a mis padres espirituales… Gracias a mi marido… Gracias a nuestros cuatro hijos… Gracias a mis padres… etc.”.

Lo cierto es que en esa extensa lista que ocupa nada menos que cuatro páginas, y de la que he puesto solo el comienzo de las primeras dedicatorias, he echado en falta el agradecimiento al autor de su edición española, Javier Martínez, arzobispo de Granada, el mismo que ya nos tiene preparada la segunda parte de sus cartas, esta vez dedicadas al hombre.

Una vez acabado el libro, por mi parte no creo que hubiera que prohibirlo como han solicitado algunas voces, puesto que simplemente es una antología de pensamiento machista realizado por una mujer; eso sí, adobado con expresiones “modernillas” y “desenfadadas” para que sus lectores no crean que usted es una antigualla, sino que está al día, pues se conoce algunos cantantes, directores de cine o revistas de gran difusión.

Por mi parte, yo recomendaría su lectura a la gente interesada en saber que el machismo, como discurso de superioridad del hombre sobre la mujer y de la pertenencia de esta al primero, no es exclusiva de algunos hombres, sino también de mujeres que lo han asumido, por lo que, paradójicamente, se convierten en transmisoras de la ideología patriarcal.

De ahí el gran error de la campañas en las que se habla de “violencia de género” en vez de “violencia machista”, ya que hay hombres que ni son violentos ni son machistas y que, por otro lado, están a favor de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer; mientras que hay mujeres que asumen el concepto de superioridad del hombre sobre la mujer y se convierten en sus fieles defensoras, tanto en el nivel de las ideas como en la realidad de sus vidas, por lo que acaban siendo las perfectas transmisoras de estos valores a sus hijos o hijas, en el caso de que tuvieran descendencia.

Dado que su libro, como he indicado, es una verdadera antología de pensamiento machista, antes de debatirlo con mis alumnos, a los seguidores de la sección Negro sobre blanco les ofreceré una selección de párrafos indicando en qué páginas del libro se encuentran. Y puesto que no quiero excederme, en esta carta la iniciaré con un par de ellos, ya que en otra ocasión continuaremos con su “amena” obra.

Veamos, pues, dos de los que se encuentran en el inicio del libro. En el primero, usted nos dice: “Normalmente, mi respuesta a cualquier problema es una de las siguientes a elegir: tiene razón él; cásate con él; ten un hijo; obedécelo; ten otro hijo; vete a vivir a la misma ciudad que él; perdónalo; intenta comprenderlo; y por último, ten un hijo” (página 10).

Entendemos que para usted los problemas de la mujer se resuelven: a) casándose, b) teniendo un hijo tras otro, c) obedeciendo y d) perdonando todo lo que le haga el marido. La verdad es que, de entrada, nos ofrece una “maravillosa” y “sorprendente receta” para ser feliz. ¡Nunca me hubiera imaginado que anular la personalidad de un ser humano en beneficio de otro fuera la solución para afrontar las dificultades que nos encontramos a lo largo de la vida!

Si avanzamos un poco, en la página 15 y dentro de la misma presentación, leemos lo siguiente: “Hoy día las familias son inestables. Hoy día la fertilidad ha llegado a ser controlable, y eso ha tenido enormes y graves consecuencias, todavía inexploradas en la vida de las mujeres que, si quieren, pueden decidir incluso esto: cuándo y cuántas veces dar la vida”.

Sinceramente, es la primera vez que leo que el control de la natalidad por parte de la mujer y del hombre tenga “enormes y graves consecuencias” y que, incluso, el que las parejas puedan decidir de forma libre y consciente ser padres de una criatura que pudieran traer al mundo, con la responsabilidad que ello conlleva, vaya a convertirse en un auténtico problema.

La verdad es que me deja atónito. No sé, señora Miriano, quizás es que usted tenga tanta y tan larga experiencia humana, al tiempo que innatas dotes psicológicas y facilidad para penetrar en los más recónditos rincones de la psicología femenina que finalmente la capaciten para dar esos impagables consejos que, generosa y gratuitamente, derrama en esas cartas a sus amistades, con el fin de… ¿Salvar sus almas? ¿Salvar sus matrimonios? ¿Conducirlas por el camino de la santidad?

Me hago esas preguntas porque sus consejos y reflexiones como mujer y madre muy piadosa, preocupada por “el bien” de los demás, no tienen desperdicio.

Para no cansarla, por ahora vamos a cerrar esta carta, puesto que, a mi modo de ver, es muy fuerte seguir su discurso reaccionario, por lo que conviene ir desgranándolo poco a poco. Mientras tanto, le echaré un vistazo a su nuevo libro, ese que nos dirige a los hombres, y que con el título Cásate y da la vida por ella también ha sido publicado en la editorial del señor arzobispo de Granada. Estoy seguro que si me armo de valor y paciencia infinita hasta seré capaz de leerlo.

AURELIANO SÁINZ

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