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Los pedos de Bárcenas

A la pregunta de si el Partido Popular ha mantenido a lo largo de los años prácticas de financiación irregular, ilegal y ha recibido donativos opacos y no declarados, la respuesta es inequívoca: sí. A la pregunta de si hubo alguna gente que cobró en dinero, procedente de esos donativos y no lo declaró, la respuesta es sí, pero con una matización esencial: la inmensa mayoría de sus cargos orgánicos y en función del trabajo desempañado en esos cargos, lo hizo con total limpieza. Se le ingresó y lo declaró en nómina –llámesele "sueldo", "sobresueldo" o "complemento" si, además, tenía otras retribuciones-.

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A la pregunta de si lo anterior afectará al futuro político de Mariano Rajoy, aun habiendo sido quien recibió en herencia y, en cierto modo, intentó zanjar tales actividades, creo que sí, aunque lo preveo a más largo plazo y como final de un ciclo –quizás un paso atrás en las próximas elecciones-.

¿Su responsabilidad? Fue parte de ese pasado y, aunque expulsó a la Gürtel de Génova, confió –algo reconocido en sede parlamentaria- en quien, a mi entender, es su máximo “padrino”. Lo amparó y en vez de extirpar el cáncer y limpiar la fosa séptica, optó por cataplasmas y por intentar sellar el pudridero que ha terminado por reventar.

Estas son las preguntas –y creo que las respuestas- trascendentales en uno de los dos aspectos de la cuestión. El otro es el propio caso Gürtel-Bárcenas, esa trama, origen del caso, y que parece estar dejándose de lado, como si no existiera.

Una banda de delincuentes organizada que, en connivencia con políticos del PP, operaba en sus áreas de influencia llevándose ingentes beneficios –en la mayoría de las ocasiones, provenientes de las arcas públicas-. En ella operaba o de ella se lucraba como máximo recibidor Luis Bárcenas, cuya colaboración y protección eran imprescindibles y necesarias para el funcionamiento del “negocio”.

Fue primero imputado, luego descartado y, al descubrirse su inmensa fortuna acumulada fuera de España, de nuevo encausado y actualmente encarcelado. Su frustrada pretensión de impunidad a través del chantaje, con pruebas que acumuló, prefabricó y maquinó durante lustros, prueba de su propia conciencia de culpabilidad, es el origen de la cascada de porquería que, a través de todos los medios, nos inunda cada día: por tierra, mar y aire; en sesiones de mañana, tarde y noche; por Internet, prensa escrita, radio y televisión; en columnas, informativos y todas y cada una las tertulias, convirtiéndose en el “único” tema de debate y en la “exclusiva” preocupación de la opinión publicada.

Pues bien, dicho lo cual y atendiendo a tales considerandos y antecedentes, expreso mi absoluto e infinito hartazgo, de manera quizás escatalógica pero, para que mejor se entienda, a que cada vez que el señor Bárcenas se tire un pedo, retransmitido urbi et orbe por sus terminales mediáticas, ahí estemos todos analizándole los aromas, descifrándole los componentes odoríferos y haciéndonos cábalas de los perfumes del próximo. Y con ello España, normal, huele a mierda que apesta. Estoy hasta la coronilla de escrutar los pedos de Bárcenas. Tenemos jueces y están en ello.

Estimo que España atraviesa por un momento límite y de encrucijadas definitivas y peligrosas. En su propio ser y estar, en su mismo sistema democrático y de representación popular y ciudadana, sumido en el descrédito de sus herramientas esenciales: partidos, sindicatos, instituciones y la propia jefatura del Estado, la Corona.

En su desvertebración territorial, con la amenaza inminente, decidida y definida del secesionismo catalán, sin olvidar la asignatura –en absoluto resuelta- de una ETA legalizada que se siente victoriosa contra el Estado; en una crisis brutal que tiene en la angustia, el paro y la miseria a millones de familias....

Esas son, entiendo, la prioridades de preocupación y análisis. Y dejar, aunque fuera un ratito al día, que todos los tertulianos dejaran de analizar con los más sofisticados medios, formas y maneras los pedos al señor Bárcenas

ANTONIO PÉREZ HENARES
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