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Arquitectura: Rafael Moneo

No me parece razonable avanzar en esta sección dedicada a los grandes arquitectos sin previamente escribir sobre el arquitecto español vivo más importante. Y es que Rafael Moneo es el único de nuestro país que en el año 1996 recibió el Premio Pritzker, considerado como el Nobel de la Arquitectura mundial. Pero antes de dar paso a comentar algunas de sus obras más relevantes, conviene saber un poco de su biografía.

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José Rafael Moneo Vallés nació en Tudela, Navarra, el 9 de mayo de 1937. Hijo de un ingeniero industrial que se confesaba, en alguna medida, como arquitecto frustrado, por lo que parece que el hijo vino a colmar las aspiraciones no cubiertas del padre.

En su localidad natal estudió Bachillerato en el colegio de los jesuitas. En 1956 ingresa en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Acabó la carrera en 1961, con un excelente expediente. Dado su gran entusiasmo, al que le acompañaba un brillante currículum académico, buscó la manera de entrar en el estudio del gran arquitecto finlandés Alvar Aalto. No alcanzó ese deseo suyo de aprender con una de las grandes referencias de la arquitectura mundial de aquellos años.

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En cambio, sí logró trabajar con el danés Jørn Utzon, colaborando en el desarrollo del proyecto del Teatro de la Ópera de Sidney. En el estudio de Utzon quedaron muy satisfechos con el joven arquitecto español, pues sabía representar correctamente la intersección de esferas, algo que, como podemos ver por la imagen de este singular edificio de la ciudad australiana, era de gran valor para este tipo de obra.

Y es que las cubiertas de este teatro, finalmente acabado en 1973, que se asemejaban a las velas de una nave al viento, se convertiría en un auténtico símbolo de Sidney. Aunque de forma tardía, Jørn Utzon, recibió el Premio Pritzker en 2003, siete años después de quien fuera su joven colaborador.

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Como lo más significativo de los arquitectos son precisamente sus obras, quisiera seleccionar cinco de las que ha realizado a lo largo de su vida, comenzando por la que creo que es la más relevante de Moneo: el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, iniciado en 1980 y acabado en 1986.

Este proyecto era un auténtico reto, pues Mérida, junto a Tarragona, sin lugar a dudas es la ciudad española que mejor arquitectura de la época romana conserva. Por otro lado, el museo se iba a edificar al lado del magnífico Teatro Romano que posee la antigua Emérita Augusta, y que aún hoy día sirve para representaciones teatrales clásicas.

Moneo acudió al estudio de los materiales utilizados en la época romana (hormigón y ladrillo romanos) para concebir la nave central con la repetición interior de grandes arcos de medio punto, lo que provoca la ilusión de un espacio abovedado.

Es tal la grandeza de este museo que, a mi modo de ver, los visitantes quedan más impactados por el propio edificio que por las magníficas obras que alberga. Este trabajo le proporcionó a su autor reconocimiento internacional, por lo que empezó a recibir encargos fuera de nuestro país.

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Dentro de los proyectos realizados fuera de nuestras fronteras, destacan el Museo de Arte y Arquitectura de Estocolmo, sus edificios en Berlín y, especialmente, la catedral de Los Ángeles. Esta última, comenzada en 1996 y finalizada en 2002, suponía un nuevo desafío, puesto que era la primera vez que Moneo se enfrentaba a una obra de carácter religioso y en un país, Estados Unidos, que no había conocido el desarrollo de los estilos clásicos de la arquitectura religiosa, tal como aconteció en Europa.

Lo más chocante es que la catedral está ubicada al lado de una gran autopista, lo que, inevitablemente, condiciona su concepción. Exteriormente, más bien parece un conjunto de volúmenes que no hacen referencia al uso sacro; solamente un gran paralepípedo acristalado, con una enorme cruz y con iluminación nocturna, aclara que se trata de un recinto religioso.

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El edificio para el Auditorio y el Palacio de Congresos de San Sebastián, llamado el Kursaal en recuerdo al viejo casino donostiarra, fue adjudicado en concurso restringido a Rafael Moneo, después de varios concursos abiertos fallidos, cuyas propuestas no convencían al jurado que tenía que pronunciarse sobre los proyectos presentados.

Para algunos es la mejor obra de Moneo. Personalmente, no comparto esa opinión: creo que sus dos grandes obras son el Museo Romano de Mérida y la ampliación del Museo del Prado en Madrid. Y esta opinión personal tan poco favorable no es producto del mal recuerdo que hace años tuve con este edificio.

El hecho es que resulté convocado como miembro de un tribunal de oposiciones para una plaza de titular en la Universidad de San Sebastián. Ni que decir tiene que la acogida fue excelente; pero a los miembros del tribunal la propia Universidad nos invitó al finalizar al restaurante del Kursaal.

Yo, la verdad, no soy muy aficionado a eso que se llama “la nueva cocina”, ni a los experimentos culinarios; prefiero la comida tradicional sin grandes pretensiones. Pues bien, aquella noche en el hotel no pude pegar ojo porque estuve todo el tiempo yendo al cuarto de baño, con unos dolores de estómago que no sabía cómo quitármelos.

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En el año 1991, se comenzó a construir un edificio de servicios municipales del Ayuntamiento de Murcia, en la plaza del Cardenal Belluga, bajo la dirección y proyecto de Moneo. En una primera impresión, a algunos les puede chocar la racionalidad y la frialdad de esta construcción; sin embargo, hay que tener en cuenta que es la plaza en la que se encuentra la hermosa catedral barroca de Murcia, y que frente a ella se ubicaría el nuevo edificio.

Y precisamente para no “competir” ni con la catedral ni con el palacio barroco que se encuentra en uno de los laterales, Rafael Moneo acude a la extrema sencillez de una pared plana, tipo muro cortina, construida con piedra amarilla. Para evitar la monotonía, el ritmo de los huecos ocasionalmente se ven alterados, también para responder a las alturas de los que tienen los dos edificios históricos con los que tiene que dialogar.

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Para los que amamos el Arte, es un verdadero placer acudir con cierta frecuencia a una de las mejores pinacotecas del mundo: el Museo del Prado. Puesto que el edificio neoclásico proyectado por Juan de Villanueva ya albergaba una enorme colección de obras pictóricas, su ampliación por la parte trasera ha supuesto dar a conocer fondos que no podían ser expuestos por falta de espacio, al tiempo que llevar a cabo exposiciones monográficas.

Pues bien, la ampliación del Museo fue ganada en concurso de proyectos por Rafael Moneo, que logró la integración del claustro de los Jerónimos en una obra que, exteriormente, es de gran sencillez, puesto que no podía provocar alteraciones visuales en el edificio original, pero que interiormente logra articular la arquitectura contemporánea con la construida algo más de dos siglos atrás.

La ampliación fue inaugurada en el 2007, dando mayor capacidad a las amplias salas del edificio original. En la actualidad, el Museo del Prado se ha convertido en visita obligada tanto de españoles como extranjeros que pasan unos días a Madrid. Personalmente, recomiendo a los lectores de este diario digital que, si tienen ocasión, no dejen de acercarse para disfrutar de ambos edificios y de las maravillas que albergan.

AURELIANO SÁINZ
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