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España se va de las manos

No basta, querida Fátima, con decir que el dato del paro es “dramático” una vez que se ha hecho pública la Encuesta de Población Activa (EPA) que nos habla de 6.202.700 parados en el primer trimestre del año, lo que representa una tasa de desempleo de más del 27 por ciento y que, en algunas comunidades como Andalucía, se dispara a casi el 37 por ciento.

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No basta, ministra, porque ya sabemos todos que el dato es dramático y de usted no esperamos precisamente que nos anuncie la obviedad sino que nos ofrezca soluciones a una situación que empeora mes tras mes, que es obligación suya –y del resto del gabinete ministerial al que pertenece- resolver y, además, hacerlo con una diligencia que, desgraciadamente, no están demostrando.

Mi pasado político y mi presente ideológico me unen al partido en el Gobierno, por mucho que por intereses espurios de dirigentes muy concretos se me apartase hace ya diez años de la militancia. Pero ello no me impide, ni debiera impedirme, atender a una realidad social que, lejos del ya tópico de la "herencia recibida", no puede seguir soportando la carga de insolidaridad y desprecio que representa la imposibilidad material de acceder a un puesto de trabajo.

He defendido las políticas del PP, estableciendo un paralelismo entre lo que es la economía de un Estado, integrado en una comunidad de estados aún mayor, y la economía familiar, justificando la reducción del gasto público a fin de equilibrar las cuentas y poder acceder a nuevas inversiones.

He hecho corresponsables de esta situación –algunas comunidades autónomas y ayuntamientos eran gobernados por el Partido Popular en los años del gran dispendio público- a quienes desde 2004 al 2011 nos gobernaron, que no son otros que los miembros del PSOE.

Sin embargo, no puedo ocultar mi frustración por la incapacidad del Gobierno y la tibieza de la oposición a la hora de adelgazar realmente a una Administración –local, autonómica y nacional- que, en modo alguno, puede permitirse un país como el nuestro y que, en algunos casos, hasta sigue empeñada en abrir nuevos frentes de representación aun a sabiendas de que la población está dejando de percibir los beneficios sociales de antaño.

Pero lo más grave de ello es que, mostrándose el arco político español incapaz de unir esfuerzos en una dirección común y viendo, como vemos, la defensa numantina que viene haciendo de su representatividad institucional a todos los niveles –vamos, de sus puestos de trabajo-, no se haya sabido, al menos, articular fórmulas mediante las cuales conseguir que sea el capital privado, el empresariado, quien tome la iniciativa en la creación de riqueza y empleo en nuestro país.

Muy al contrario, más bien parece que las medidas adoptadas hayan carecido de los necesarios filtros de calidad, permitiendo que a través de ellas –o gracias a ellas- se realizase una indiscriminada pérdida de puestos de trabajo, quedando muchos capitales a buen recaudo, vaya usted a saber en qué paraíso fiscal o financiero.

No sé por dónde se pretende meter ahora la tijera, pero o el Ejecutivo consigue que los bolsillos de los españoles logren de forma inmediata recuperar capacidad adquisitiva a través del empleo, o no le va a quedar, tan siquiera, aquel valor que tantos defendimos en noviembre de 2011: el de la ilusión que en la sociedad podía generar un Gobierno distinto, que ya el de 1996 supo hacer frente a otra crisis.

Y perdida la ilusión y descapitalizado el país, no sólo económicamente sino también en valores éticos y sociales, todo puede suceder, como ya estamos viendo en algunos prolegómenos de rebeldía social, máxime teniendo en frente a una izquierda que no hace ascos a este tipo de situaciones y si tiene que sumarse se suma a ellas, cuando no las lidera.

No caigas en el elementalismo, querida Fátima. La situación, con ser dramática, como todos sabemos, precisa de una mayor complejidad mental para afrontarla y, desde luego, de una valentía y compromiso político que tiene que superar a la evidencia para combatirla en este caso.

Y si hay que establecer un nuevo orden europeo, vayamos a ello, pero mostremos fortaleza en la iniciativa. Lo dramático es permanecer como estamos, cumplir órdenes sin oponer creatividad a las mismas, desangrarnos como los estoicos sin suturar las venas. España se va de las manos, querida ministra, y los españoles con ella. Es dramático, es cierto, pero tú y el Gobierno habréis de impedirlo.

ENRIQUE BELLIDO
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