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Casi todos somos ETA

El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha sido el último en manosear a las víctimas del terrorismo, al acusar a las mujeres que abortan de ser cercanas al entorno de ETA. Tales declaraciones significarían la dimisión inmediata en un país que no hubiera jugado al rédito electoral con el reguero de asesinados que deja una organización terrorista. No es el caso de España, donde muchas campañas electorales se han planificado con las víctimas de ETA como reclamo electoral.

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Ana Urchueguía, exalcaldesa socialista de Lasarte (Guipúzcoa), tuvo que sufrir en carne propia un escrache del Partido Popular en una asamblea de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Rita Barberá, que por entonces presidía el organismo, se encargó de organizar a sus adláteres para que abuchearan y acusaran de connivencia con ETA a los alcaldes que no apoyaran una moción popular en la que el PP pretendía colar su nacionalcatolicismo a través de la sangre de las víctimas de ETA.

La alcaldesa guipuzcoana bajó desolada del estrado, ante el acoso infame de los diputados del PP. Hacía justo una semana que ETA había asesinado a su primer teniente de alcalde y mejor amigo. Ella misma estaba amenzada de muerte. Los miembros de la FEMP, salvo los del PP, abandonaron la sala en solidaridad con la alcaldesa de Lasarte. Una de tantas.

Cuenta un miembro de la comitiva institucional, que asistió a Ermua a la manifestación a favor de la liberación de Miguel Ángel Blanco, que una vez confirmada la noticia del asesinato del concejal popular, Álvarez Cascos –entonces vicepresidente del Gobierno de José María Aznar-, le dijo al resto de la representación institucional algo así como “esto nos lo dejáis a nosotros, que ya veremos de qué manera lo podemos usar mejor en beneficio propio”.

No era la pacificación del País Vasco lo que pretendía el Gobierno de Aznar, sino la utilización del dolor colectivo para fines exclusivamente partidistas. La representación institucional, con el lehendakari Ibarretxe a la cabeza, abandonó la sala donde se quedó Álvarez Cascos haciendo su estrategia en beneficio propio.

Igual ocurrió el 11-M. Sin ninguna pista policial que dijera que la autoría del atentado correspondía a ETA, el Gobierno de España convocó una manifestación bajo el lema “por la Constitución y contra el terrorismo”, en clara alusión a ETA y para dejar fuera a los nacionalistas vascos o catalanes que, legítimamente, no se sienten cómodos dentro de esta Constitución.

La misma noche ante de las elecciones del 14 de marzo de 2004, ya confirmado que ninguna pista sobre la autoría llevaba hasta ETA, TVE emitió una película sobre el asesinato del socialista Fernando Buesa y su escolta. Era el último intento de usar a ETA para ganar unas elecciones con la sangre de los asesinados y el dolor de los que los lloraban.

No contentos con esta utilización, se han atrevido, usando el dolor causado por ETA, a crear un partido político que acusa a todos sus opositores de ser militantes de ETA. A este extremo de indecencia y ruindad llegó el diputado y número dos de UPyD, Carlos Martínez Gorriarán, cuando los periodistas le preguntaron por qué aparece Basta Ya en los papeles de Bárcenas.

Este diputado es famoso en las redes sociales por acusar de "etarra" a todo ciudadano que lo interpela. También es aficionado a bloquear a sus opositores para que éstos nunca más le puedan hacer preguntas incómodas que lo cuestionan.

Los periodistas que acudieron a aquella rueda de prensa se quedaron perplejos ante la acusación de sostener la violencia etarra por el simple hecho de preguntar de dónde procedía el dinero que Basta Ya recibió de Bárcenas y a cuánto ascendía. Para quien no lo sepa, Basta Ya era una fundación cívica contra el terrorismo en la que se gestó el nacimiento de UPyD, el partido de Rosa Díez. Basta Ya dejó de existir una vez conseguido el objetivo: el de la instrumentalización de la solidaridad colectiva con las víctimas de ETA.

La exalcaldesa de Lasarte salió llorando de aquella reunión de la FEMP, en la que Rita Barberá acusó, como una loca poseída, de pertenecer a ETA a todos los que no votaron a favor de una moción hecha para dividir. La utilización maniquea de ETA podría ser una gracia si no fuera porque aún quedan vivos con piernas amputadas, secuelas psíquicas, en sillas de ruedas, huérfanos y viudas que no se merecen que el nombre de ETA se siga usando en vano con el único objetivo de convertir en malos a tus opositores políticos. Justo lo que hacía ETA.

RAÚL SOLÍS
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