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El berrido del cabrón

No hay gesto más procaz y más obsceno en la Naturaleza que el berrido del macho cabrío. Ni nada más sonoro que sus topetazos. Al extesorero del PP, Luis Bárcenas, le apodaban con la sonora abreviatura del masculino de la especie y está haciendo honor al mote. Porque cada vez parece más evidente de dónde provienen las embestidas, los bramidos y los pringosos lengüetazos.

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A Rajoy y Cospedal les toca ahora lidiar con una herencia que les está poniendo perdidos de tizne. Y de ésta no pueden echarle la culpa al PSOE: la tenían bajo las alfombras de Génova 13 y, aunque no fueron posiblemente quienes la acumularon, les va a tocar a ellos sufrir sus olores y limpiar las letrinas.

Según constatan las fechas, fueron quienes sellaron la fosa séptica de la Gürtel y de los enjuagues de Bárcenas, pero el pecado, que no han acabado de purgar, es no haberlo hecho con la celeridad y contundencia precisas, aunque aquí la secretaria general sí que fue –y por eso ahora va también- un paso por delante.

No deja también de hacer aflorar una cierta mueca de desdén el que la contraparte política y sus trincheras mediáticas prorrumpan en estremecedores alaridos de escándalo, que se convierten en silencios de sepulcros blanqueados cuando son sus fosas las que hieden. El maniqueismo de partidos, prensa afín y parroquias afiliadas a la hora de medir las corrupciones y pringues propios o ajenos resulta casi tan obsceno como los bufidos del cabrón.

Pasaremos hablando de ello muchos meses, como sustitutivo del rescate y la prima de riesgo –aunque me temo que no del paro y los seis millones tenebrosos- y lo previsible es que el asunto adquiera las habituales características de circo y degollina que definen nuestro comportamiento generalizado y periodístico a la hora de afrontar estas cuestiones, donde la verdad importa mucho menos que el reparto de los despojos y el botín electoral con que puede arramblarse. Y no se quejen quienes lo padecen, que esas son también sus pautas de conducta de ayer y de mañana.

Pero por si a alguien le interesara el fondo, digo yo que lo esencial sería que pudiéramos conocer a ciencia cierta las respuestas a las preguntas esenciales, la primera de las cuales es: ¿de quién son y de dónde han salido esas ingentes cantidades de dinero que andaban revoloteando por Suiza y alguna de las cuales ha aflorado a través de la amnistía fiscal?

Y tan importante como el quién –que cada vez resulta más claro: Luis Bárcenas y su socio mayoritario, su excolega Ángel Sanchís- es saber si el origen de esos dineros es producto de delitos. Lo que, supongo, no quedará amnistiado.

Aunque lo que sí queda en la memoria lejana, pero fácilmente constatable, fue la peripecia de Sanchís, que de UCD pasó a AP y, luego, se vio envuelto en el caso Naseiro, y que ya por el año 1990 gozaba de aquella inmensa finca argentina en la provincia de Salta, dedicada entonces a la soja y de la que personalmente publiqué, en la revista Tribuna, datos, extensiones y por la que pregunté a su propietario, que abandonó la sede del PP tras el escándalo. Ya entonces, con el riñón cubierto, latifundio, aeródromo y avioneta.

Ya andaba Bárcenas por la sede popular, tras un pequeño exilio durante el efímero mandato del tándem Hernández Mancha-García Tizón, y en Génova 13 tenía aposentadas sus férreas reales un secretario general que era “general secretario”, Francisco Álvarez-Cascos, que no ha hecho precísamente favores a la actual dirección del partido y que si con alguien se las ha tenido tiesas ha sido con Cospedal.

Porque, como primera cuestión, y eso será mejor no perderlo de vista en medio del vendaval de mierda, es Bárcenas. Como debe serlo Flores en la tragedia homicida del Madrid Arena. Luego vienen los demás, que vienen: los que estuvieran o sigan estando. Desde luego, y en primer lugar, los cómplices de la Gürtel y quienes en Valencia y en Madrid, tras ser desalojados de la teta central, les ampararon.

La gran acusación, sin embargo, la que tiene el impacto demoledor sobre el PP, es la de los sobres y los repartos. La fuente y la intención son obvias. No es sino el propio extesorero y su estrategia de defensa que tiene muchos visos de esconder el más burdo chantaje y una cabreadisima venganza –no podía ser de otra manera- que busca el daño y la demolición aunque el desplome le caiga encima.

Y que pretende ejecutarse contra quienes le pararon los pies y, aunque no con la prontitud y cirugía exigidas, le desalojaron de sus poderes y covachas, y fueran precisamente sus peores rivales y detractores quienes se aprovecharan de ello.

Pero aquí también ha de acabarse con el letal lastre. Que el chantajista hable, señale, identifique y demuestre. Y en base a ello y con los nombres y las pruebas en la mano, que sea verdad que al presidente Rajoy no le tiemble la mano. Sean quienes fueran los sobrecogedores, si es que los había, y eso sí, que mas allá del berrido del cabrón pillado con las pezuñas en la masa haya evidencias verificables. Por ahora sólo hay hollín en suspensión. ¡Pero cómo mancha!

ANTONIO PÉREZ HENARES
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