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Publicidad de lucha

A lo largo del tiempo, en este mismo diario digital, he publicado distintos artículos referidos a la publicidad y casi todos ellos con una postura crítica ante la capacidad de manipulación que potencialmente tienen en el pensamiento de los receptores de esos mensajes.

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Tras la lectura de ellos, pudiera pensarse que me posiciono a priori en contra de la publicidad. Sin embargo, no es así: me gusta mucho el diseño gráfico y la buena publicidad, pues ambos son necesarios en nuestra sociedad. Tanto que a lo largo de varias décadas he realizado muchos trabajos de ambas temáticas, de los que me siento muy satisfecho.

Quizás el análisis crítico que he realizado del spot de Campofrío, del que conviene reconocer que es un anuncio muy cuidado y con unas bellas imágenes, induzca a la creencia que toda publicidad es engañosa, y que los publicistas, a fin de cuentas, son unos personajes que se venden al mejor postor y que nos presentan con atractivos envoltorios productos de valor más que dudoso.

Para aclarar este posible entuerto, en esta ocasión me voy a referir a profesionales publicitarios que no han tenido inconveniente en aceptar campañas que suponían un claro compromiso, no solo social sino que podían quedar marcados en una especie de “lista negra”, con el riesgo de no recibir encargos de determinadas empresas o corporaciones.

Con el fin de no dispersarme, voy a centrarme en la nación “más poderosa del planeta”, en el que el capitalismo encuentra su expresión más elevada. Y para que nos aproximemos a un tema crucial en este país, como es el de la venta de armas, tomo como referencia la terrible matanza de niños en el pueblo de Newtown a mediados de diciembre.

La conmoción se extendió más allá de las fronteras de Estados Unidos. Y es que la masacre llevada a cabo por un joven de 20 años, Adam Lanza, en la escuela infantil Sandy Hook de Newtown en la que murieron 20 niños y 7 adultos resultará imposible borrar del recuerdo.

Pero a nadie se le escapa que estas masacres se producen en un país donde la venta libre de armas de fuego es uno de los grandes negocios de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés).

Hay que tener en cuenta, según nos informan los medios de comunicación, que en la actualidad en Estados Unidos hay 300 millones de armas de fuego en manos privadas y que se producen unos 30.000 muertos al año, de los que 14.000 de ellos fueron suicidios con esas armas de fuego adquiridas en las numerosas tiendas que existen a lo largo y ancho del territorio estadounidense.

Quisiera apuntar que la NRA existe desde mediados del siglo XIX, transformándose con el paso del tiempo en un poderoso lobby de la industria del armamento. Entra abiertamente en 1975 en el mundo de la política apoyando oficialmente a Ronald Reagan a la Presidencia de ese país. Desde entonces, su ascenso ha sido vertiginoso, siendo la organización que más dinero gasta en campañas políticas y que tiene más influencia en el Congreso.

Pues bien, teniendo en cuenta lo anterior, uno se puede preguntar: ¿algún diseñador o publicista de ese país se atrevería a aceptar una campaña publicitaria en contra de la venta libre de armas, auténtica adicción de los estadounidenses, ya que la posesión de armas de fuego se ha convertido en un verdadero culto popular?

Aunque parezca que esto sería profesionalmente suicida, voy a mostrar unos cuantos ejemplos, que nos pueden servir de referencia, de publicistas que sí lo hacen y que se atreven a enfrentarse a las represalias que ello puede acarrearles.

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Comienzo por el trabajo gráfico del estadounidense Jeff Louviere, que aceptó el encargo de la asociación “The American Dream” de la realización de una campaña gráfica para denunciar la cantidad de violencia audiovisual que reciben los niños y adolescentes en ese país al cabo de los años.

En el texto, lógicamente en inglés, nos indica que esos niños y adolescentes americanos han visto nada menos que 16.000 asesinatos en la televisión antes de cumplir 18 años.

Pero esto parece no tener ninguna importancia en las mentes simplistas de los seguidores de la Asociación Americana del Rifle que argumentan que los criminales son personas “malas” o “perturbadas” por sí mismas, de las que hay que defenderse portando armas.

Para nada hacen referencia a que esas miles de imágenes de crímenes, que puedan verse por los medios de comunicación diariamente, son origen de una cultura audiovisual de la violencia que impregna la mente de niños, jóvenes y adultos y que será el caldo de cultivo de futuras actuaciones criminales.

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Por otro lado, en este país las confesiones religiosas son múltiples y de lo más variopintas: desde aquellas que predican un claro compromiso social y los valores pacifistas a las sectas y grupos que, en sentido contrario, rinden culto a las armas, caso de ese grupo denominado los “preparacionistas” al que pertenecía la madre de Adam Lanza.

Como denuncia del fanatismo religioso, que justifica el derecho a la defensa personal incluso con armamento propio, resulta muy elocuente el cartel diseñado por John Yates, por encargo de la asociación Stealwoks, contraria a la venta libre de armas en Estados Unidos. El cartel lleva por lema “Cinturón con la Biblia americana”.

Uno puede imaginarse el cerco profesional que recibiría este diseñador gráfico por parte de los fundamentalistas religiosos y de la NRA una vez que tuvieran conocimiento de esta campaña.

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En este país no solo se producen matanzas en centros escolares, en supermercados, en cines, etc., sino que los líderes políticos o sociales pueden ser asesinados por esas armas que tanto defiende el poderoso lobby de la Asociación Americana del Rifle, de la que fuera presidente el actor Charlton Heston.

Recordemos que en la década de los sesenta del siglo pasado fueron asesinados el presidente John F. Kennedy y su hermano, el senador Robert F. Kennedy. También lo fue el defensor de los derechos civiles el reverendo Martin Luther King. Este conocido líder de los derechos de la minoría negra comenzaba sus mítines con “I had a dream…” (He tenido un sueño…).

Hace unos años, la agencia estadounidense Emek aceptó el encargo de una campaña de denuncia de la violencia armamentística en ese país. Y para el diseño del cartel, utilizando como fondo una fotografía de este gran luchador de los derechos humanos, se basó en el desmenuzamiento de un rifle “made in USA” en los componentes del mismo, asociando cada una de las partes con las letras que componen el nombre “america”.

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Para cerrar este breve repaso, me remito a una campaña que hace algún tiempo aceptó Mark Fox, con el fin de denunciar el apoyo que la NRA presta al sector más conservador del partido Republicano. Y no tuvo inconvenientes en poner los nombres de los políticos que defendían a ese lobby del que reciben ingentes cantidades de dinero como apoyo a sus campañas electorales.

En esa ocasión, Mark Fox tomó una frase del nazi Hermann Goering que dice en castellano “Cuando oigo hablar algo de cultura, saco mi revolver”, aplicándosela al candidato republicano a la presidencia Newt Gringrich y a sus más destacados seguidores, que en la campaña utilizaban el eslogan “Contrato Republicano con América”.

Y uno ahora se pregunta: ¿tienen algo que ver estas campañas hechas en un país en el que te la juegas todo con la realizada por la potente agencia publicitaria McCann-Erickson para Campofrío? Para mí, ninguna. En las que he descrito hay un claro compromiso social; y en el spot de la empresa cárnica española, tras unas bellas imágenes, hay un discurso de resignación a la triste realidad de nuestro país.

Para cerrar, y puesto que para confeccionar este artículo he acudido a un ejemplo de fuera de nuestras fronteras, quisiera indicar que este será el primero de otros que aparecerán más adelante. Con ello quiero hacer un pequeño homenaje a esos creadores publicitarios que tienen el coraje de aceptar trabajos en los que hablan claro y sin medias tintas. Que, por suerte, los hay.

AURELIANO SÁINZ
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