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Relativismo

Son tantas las cosas por las que debería estar agradecido a la política que hasta podría rellenar un rollo entero de papel higiénico enumerando sólo las principales. Pero como no es cuestión de aburrir al personal, me quedaré únicamente con esa visión tan relativa de la realidad en la que quien no se consuela es porque no le sale de los colgandejos.

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Gracias a este aprendizaje vital relativista, el fallecimiento del abuelo puede ser tomado como la pérdida irremplazable de esa carismática figura que endulzó tu infancia, o como la oportunidad perfecta para la redecoración del hogar aprovechando la habitación que ha quedado libre.

¿Que su marido le ha sido infiel? ¡No se preocupe! Puede rasgarse las vestiduras ante la ruptura de la promesa matrimonial que aquel desgraciado le hizo ante el cura de su pueblo, o puede aprovechar la amplia variedad de nuevas posturas sexuales aprendidas en el escarceo y que, sin duda, aportarán nuevos aires a su relación.

Siguiendo esta teoría relativista, el análisis de los resultados electorales en Galicia es el que sigue: el PSOE se descalabra electoralmente debido, principalmente, a la indefinición ideológica subyacente desde la era Zapatero, momento en que vendió su alma a los mercados (reformas constitucionales incluidas) sacrificando con ello a gran parte de un electorado, más crítico que el de derecha, que no le perdona esos coqueteos liberales. Esta hecatombe electoral pide a gritos algunas cabezas y una redefinición del partido que lo haga re sintonizar con una masa de votantes huérfana de alternativas políticas.

Aunque, por otro lado, no nos cabe más que felicitar al partido de Rubalcaba ante sus inmejorables resultados electorales. La situación podría haber sido peor. Podría haber desaparecido y no lo ha hecho: simplemente se ha limitado a tocar fondo; hecho gracias al que, a partir de ahora, solo puede mejorar, con lo que estas pasadas elecciones autonómicas no han hecho más que rubricar la recuperación electoral de un partido que en las próximas elecciones generales recuperará el Gobierno de la nación (o de lo que quede de ella) gracias al seguro fiasco electoral del Partido Popular.

El pueblo gallego, portavoz electoral del resto de esta nuestra patria a la que llamamos España (dan ganas de ponerse de pie), ha refrendado rotundamente las políticas de recortes de Mariano Rajoy como única vía y camino que nos conducirá a la inminente recuperación económica.

Los ciudadanos han comprendido que el partido que mejor gestiona la economía nacional es el Popular, y a ellos confían el futuro de un país al que los socialistas han puesto al borde del colapso.

Pero, aunque duela decirlo, estas elecciones gallegas han confirmado el vuelco electoral que se viene produciendo desde las elecciones generales. La pérdida de votos del PP es innegable: de los 789.427 votos que obtuvo Feijóo en las pasadas elecciones, sólo ha conseguido revalidar 653.934.

Hay que acudir a la primera mayoría de Fraga (1989) para dar con una cifra inferior a los 653.934 votos que el PP registró el domingo. Entonces, 583.579 electores brindaron a los populares una mayoría absoluta ajustada, con lo que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el PP ha obtenido uno de los peores resultados electorales en Galicia de la democracia. Y del País Vasco... mejor ni hablamos.

PABLO POÓ
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