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Educación frente a instrucción

La enseñanza, en este país de nuestros amores, hace algún tiempo que va de mal a peor. Planes de estudio que no responden a la realidad de las necesidades; intereses partidistas que socaban posibilidades; soterrada demagogia a derecha e izquierda con la bandera de la educación; cicateros intríngulis políticos, religiosos, económicos, siempre dispuestos a desestabilizar.

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Realidad: la enseñanza en este país va pendiente abajo desde hace bastantes años y no hay quien la pare. Padres metiéndose a maestros; maestros vilipendiados delante de los alumnos. Y, en el fondo, un sustrato de envidia rencorosa contra el maestro porque es un privilegiado (no veo los privilegios por parte alguna). "¡Vives mejor que un maestro!", se suele decir actualmente, superando aquel "¡pasas más hambre que un maestro de escuela!".

La palabra "educar" conjuga en su significado dos verbos latinos que no pueden ser más claros: educere significa "guiar", "conducir" y educare, que comporta "formar", "instruir". Estaríamos hablando de “guiar” al sujeto para que, “formado”, sea capaz de enfrentarse a las diversas situaciones vivenciales. ¡Guiar…!

La educación está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes. Nos vincula con la sociedad en la que vivimos y de la que somos parte integrante. Es una toma de conciencia cultural, moral y conductual por la que aprendemos, no solamente conocimientos sobre unas materias, sino también sobre normas de conducta del entorno en el que nos movemos. Es una inmersión constante y continuada para interiorizar patrones conductuales necesarios para vivir en sociedad.

En definitiva, la educación es elemental en el proceso de socialización del individuo. A través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos que enriquecen el acervo de logros morales o culturales acumulados por tradición o herencia.

La educación se comparte entre personas por medio de ideas, cultura, creencias de todo tipo, conocimientos, etc. La educación es un medio necesario para llevar al sujeto hacia la libertad. Pero la educación desde la libertad implica un respeto sumo a los demás. Un pueblo educado, que no adoctrinado, es un pueblo que camina hacia mayores cotas de realización.

Esto lo saben los políticos y por ello se empeñan en darnos sólo una mano de pintura para que seamos fácilmente corrosibles. La derecha persiguiendo que dicha educación sea sólo instrucción y que llegue al menor número posible de individuos. Para el resto del pueblo, con saber leer y escribir, basta. La izquierda, reclamando que la educación sea para todos pero superficialmente. A la élite ya la prepararán en colegios especiales dentro o fuera del país. ¡Lamentable realidad!

Unos y otros nos pueden vender y hasta enseñar, con determinado tipo de modelos, que el individuo es libre para hacer lo que le dé la gana y que las leyes están para poder no cumplirlas (¿¡?). Cuando los sujetos nos ciscamos en las leyes es claro síntoma de que esa sociedad está enferma.

Por esa misma razón, la educación no se circunscribe a una parcela única de nuestra vida. La educación empieza en el círculo más limitado de la familia y se expande al espacio más amplio de la sociedad que nos arropa y en la que nos movemos. Dicha educación se mama a través de modelos que nos van perfilando, moldeando a lo largo del vivir.

Prototipos son los progenitores y círculos familiares más próximos, modelo son los docentes (conducen e instruyen), dechado son los políticos (no se rían, ¡por favor!), patrón pueden ser los pastores religiosos (para quienes los acepten como tales), espejo es la sociedad en general. Que podemos tener malos paradigmas, eso es obvio. Que determinado tipo de modelos pueden hacer dejación de su papel, también es patente.

Que la familia, por impotencia, comodidad, utilitarismo a ultranza, puede dejar de lado ese aspecto tan importante y valioso, lamentablemente ocurre. Pero sólo no podemos pedirle “peras” a la escuela. La escuela es elemento importante en todo ese proceso pero no es el único como queda claro.

Lo que me niego a aceptar es que la escuela esté sólo para instruir, Esperanza Aguirre dixit: “la misión del Estado es la de instruir y dar a los alumnos los materiales para que ellos generen unas destrezas y construyan su propia personalidad”. La instrucción la puede realizar cualquier libro que leamos o, si me apuráis, dicha faena puede realizarla con bastante eficacia Internet. Pero ¡educar…!

Educar no es de ninguna manera adiestrar. "Educación", según la RAE, puede ser "dirigir", "encaminar" y también "adoctrinar" (doctrinar). Es desarrollar y perfeccionar capacidades intelectuales y morales por medio de preceptos, ejercicios y ejemplos. La educación debe ser capaz de afinar los sentidos. La educación debe enseñar los usos de urbanidad y cortesía propios de una sociedad. ¿Aún se estila eso de la urbanidad? Recordemos que somos urbanitas. ¡Ah!

Cuando hablamos de "educación" nos referimos a enseñar conocimientos y actitudes, a instruir en unas determinadas capacidades intelectuales y habilidades. Pero, sobre todo, desde la educación se genera un proceso de concienciación y vinculación cultural, moral y conductual.

Cuando hablamos de "doctrinar" (adoctrinar) estamos refiriéndonos a “instruir a alguien en el conocimiento o enseñanzas de una doctrina, de inculcarle determinadas ideas o creencias”. Dicho proceso de adoctrinamiento podría ser positivo para el que quiere reforzar sus ideas o creencias y abiertamente negativo en la medida que está socavando la libertad del sujeto. Y si el sujeto carece de capacidad para discernir entonces tocamos fondo.

Adoctrinar es propio de credos religiosos, sectas y sectores políticos en la medida que impiden la libre decisión del sujeto en un sentido u otro. El proceso de doctrinación conduce a militantes que actúan bajo consignas emanadas desde la superioridad y que no se discuten, se acatan sin más. Ejemplos políticos pasados y presentes dan fe de ello.

El filósofo José Antonio Marina dice que “la educación española lleva instalada en la mediocridad desde hace mucho tiempo. No retrocedemos, tampoco avanzamos. Se puede educar, sabemos hacerlo y podríamos hacerlo. Para educar bien a un niño, hace falta una buena tribu”. Es la tribu la que está fallando.

Añade además que debemos adoptar un discurso optimista en educación (¿!?), así como concienciar a la sociedad de su protagonismo educativo. Por otro lado, es básico resolver el fracaso escolar cuya tasa supera el 30 por ciento, frente al 10 de la UE. Y, sobre todo, hay que alejar a la escuela fuera de la pugna política e ideológica que tanto daño está haciéndole. Se hace necesario relacionar la escuela con el empleo en pro de una alta cualificación. Por esa razón soy defensor de una “buena” FP.

Howard Gardner, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales de 2011 dice: “La educación no debe centrarse únicamente en la escuela: también depende de la familia, los medios de comunicación, el vecindario, todo lo demás… Los profesores deben ser profesionales. Tienen que tener vocación y demostrarlo. Aceptar una responsabilidad, tener estatus y ser respetados". La cita de este profesor de Harvard es suficientemente enjundiosa y merece la pena ser leída con atención.

¿Profesionales? Las plazas de catedráticos no se cubren porque sale más barato que las ocupen los interinos. Tengo claro que la interinidad es un paso para entrar en el sistema, por tanto no estoy en su contra. La interinidad es necesaria, pero también resulta patente que no se puede ser interino ad aeternum.

La oposición es una forma de seleccionar a los supuestamente mejor preparados. No es la mejor opción, pero ayuda en dicho proceso. Determinadas instancias políticas han defendido y promovido igualitarizar los cuerpos docentes, uniformarlos. Los incentivos intelectuales e investigativos colaboran a la calidad, aspecto del no se quiere hablar en la educación secundaria. ¿Problema de dinero? No lo creo.

Rompo una lanza por el profesorado público español que, hasta ahora, era uno de los mejores, con todas sus luces y sombras y a pesar de zancadillas políticas y sociales. Ese profesorado, en un porcentaje muy alto, accede a su puesto después de pasar la criba de las oposiciones, que son duras de roer. Quien desee o envidie las supuestas prebendas de los docentes (sueldo, vacaciones, horario de trabajo y un largo etcétera), es libre de preparar oposiciones. También es de justica reconocer que “como en botica, hay de todo” y de paso recordar que “cada uno habla de la feria según le va en ella”.

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PEPE CANTILLO
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