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¡Que te vaya bonito, Chavela!

Los que somos ya mayores nos vamos quedando sin referentes culturales vivientes. En estos días le ha tocado decir adiós a Chavela Vargas. Pero los grandes mitos, y ella lo era, siempre vivirán entre nosotros gracias al rico legado que nos han ido dejando a lo largo de sus vidas. La vida de esta mujer fue larga y repleta de sensaciones.

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Nos puede gustar su música o no, pero Chavela ya se ha establecido en el Olimpo de los dioses junto a tantos otros divinos artistas. Siempre permanecerá viva, en el recuerdo de su melodía desgarrada con su voz cascada.

Reconozco que soy un enamorado de la música, me gusta toda, aunque he de confesar que siento especial simpatía por unas determinadas variedades de música frente a otras expresiones musicales. Sin entrar en más pormenores, la ópera, en general, no me hace vibrar. Pero no por eso la desprecio. Simplemente, no le tengo especial aprecio.

Mi sensibilidad musical despertó con la canción de protesta social y política, esta última era expresada la mayoría de veces de forma soterrada para eludir una censura porfiada. Desde Francia nos llegaban algunas pocas migajas informativas del Mayo del 68. En aquellos ya lejanos tiempos, recrearse en la lectura de algunos poetas y músicos era una odisea casi imposible.

Paco Ibáñez, censurado en España, nos entusiasmaba desde el Olimpia de Paris. Él supo integrar poesía y música de forma magistral. En su honor hay que decir que siempre ha rechazado todos los premios que le han concedido porque “un artista tiene que ser libre en las ideas que pretende defender. A la primera concesión pierdes parte de tu libertad. La única autoridad que reconozco es la del público”.

De allende los mares nos llegaba la protesta reivindicativa, cantada por Víctor Jara. La canción Te recuerdo Amanda aún hoy me eriza los pocos pelos que me quedan. Otros nombres como Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui “el que viene de viejas tierras para decir algo”, Jorge Cafrune o Nacha Guevara poblaban nuestro inquieto universo.

Después, poco a poco se fue abriendo el escenario con Raimon, Juan Manuel Serrat, María del Mar Bonet…, y la especial voz ronca de Patxi Andión con un suave retintín de irónica mala leche en sus canciones. Al vent y Diguem no del valenciano Raimon eran banderín de enganche para muchos de nosotros.

Por supuesto, no me olvido de Carlos Cano, trovador de su gente y de la justicia, que siempre me mantuvo amarrado a Andalucía. En 1975 se edita el disco A duras penas y sus canciones La miseria y El Salustiano te dan un mordisco en el estómago al recordar aquellos años de dura emigración.

Toda aquella manifestación cultural era distinta de lo que nos vendía el sistema con La yenka y La chica ye-ye de los años sesenta, o las ñoñas canciones del verano. No pretendo transmitir un toque de desprecio a ese tipo de música sensiblera, simplemente a muchos de nosotros no nos hacían vibrar como lo conseguían Joan Báez, clara representante de la canción protesta, o Bod Dylan relatador de conflictos, o los cantantes anteriormente citados. Georges Brassens era uno más de ese elenco. Su canción La mala reputación, nos la popularizó Paco Ibañez.

A la música reivindicativa, de trasfondo social que acompañó parte de mi juventud, le tengo un especial cariño. Pero, como también me declaro amante de la poesía, cuando determinados músicos han cantado a los poetas, igualmente he sentido un derroche de placer estético. Músicos que han puesto de moda a los poetas más carismáticos, sobre todo de habla española. Esto no es un canto al chauvinismo patrio, solo es un suave romance con el arte de unos y otros.

Góngora, Celaya, Luis Cernuda, León Felipe, Antonio Machado, Miguel Hernández, García Lorca, Goytisolo, Pablo Neruda, Rafael Alberti son algunos de los ilustres vates reeditados, lanzados y yo diría que hasta resucitados por obra y gracia de la música. La canción Palabras para Julia de José Agustín Goytisolo, merece la pena ser escuchada por Paco Ibáñez, su lanzador, o por Mercedes Sosa, que la borda.

Después, en los setenta aparecerán los flamencos eminentemente reivindicativos como El Cabrero o Manuel Gerena, claros exponentes del flamenco protesta. Ellos son capaces de remover conciencias y, por supuesto, son censurados por el régimen. Vivimos en los últimos años de una dictadura que se resiste a morir. Los discos Cantes del pueblo para el pueblo o Cantando a la libertad, de Gerena, consiguieron un gran éxito.

Con Fosforito, El Lebrijano, Morente o José Menese el abanico se abre hacia la música del terruño hasta recalar en los últimos años en Miguel Poveda, por citar algunos más señeros. Recuerdo que “ni están todos los que son, pero si son todos los que están”, entre otras cuestiones porque no pretendo hacer una antología onomástica de cantantes españoles.

Volvamos a Chavela Vargas. Era una mujer contestataria, incómoda, no domeñada y políticamente incorrecta que amaba y defendía a capa y espada la libertad. Por iniciativa del Gobierno mexicano está propuesta para el Premio Príncipe de Asturias de las Artes de 2012. Esperemos que se lo concedan aunque sea a título póstumo. Se lo merece como broche de oro a una larga vida luchando y sembrando sentimientos con su voz.

Sabina le dedica Por el boulevard de los sueños rotos. La letra de esta canción es un retrato en blanco y negro con pinceladas amargas y lunares de esperanza. Extraigo unas líneas de la misma: “Se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela. Se dejó el corazón en Madrid ¡quién supiera reír como llora Chavela!”. ¡Sin comentarios!

Incurriendo al final de estas líneas en un cierto chauvinismo, me embelesa y a la par me alaga que Chavela amara y deseara volver a España. Ahora que estamos en horas bajas, que hasta el deporte, dicen, parece que cae en picado, constatar que se nos quiere por lo que somos y como somos, reconforta el ego. Ella volvió a relucir de nuevo en Madrid a los 72 años. España fue para Chavela Vargas un remanso, un lugar que amó, porque en ella renació como persona y como artista.

Chavela se ha marchado a los 93 años. Su larga vida se desplegó en un nervioso abanico que aireaba por igual penas y alegrías. Termino estas líneas con una cita de dos de sus sentidas canciones.

“No sé que tienen las flores llorona, las flores del campo santo. Que cuando las mueve el viento llorona, parece que están llorando”. Todos somos flores en el jarrón de tu memoria viva. “Ojalá que te vaya bonito, ojalá que se acaben tus penas”. Desde el recuerdo, ¡hasta siempre, Chamana!

Enlace de interés

Dejo aquí la dirección de la propuesta al premio Príncipe de Asturias de las Artes, 2012. Merece la pena echarle un vistazo.

PEPE CANTILLO
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