Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de un texto remitido por una lectora de la página sobre las contradicciones que, a su juicio, se viven en el seno de la Semana Santa montillana. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a montilladigital@gmail.com exponiendo su queja, comentario o sugerencia. Si lo desea, puede acompañarla también de alguna fotografía.
Otro año más despedimos la Semana Santa. Otro año más decimos adiós a los cultos, a las charlas cuaresmales, a los cuartelillos, a los pregones, a los conciertos de marchas, al reparto de túnicas... Otra vez hemos comprobado la respuesta tan masiva de Montilla, que se vuelca con las procesiones, que son indudablemente un signo y expresión rotunda de la religiosidad popular, pero que esconden mucho de hipocresía. Y me explico.
Para muchos, la Semana Santa es la fiesta más preparada, la más querida y añorada de todo el año. Pero también es la que levanta más polémicas y más contradicciones con el propio mensaje del Evangelio al que, supuestamente, dicen responder las hermandades. Que se salve la que pueda.
Este año he acudido varias veces a varios cuartelillos y las conversaciones, en la inmensa mayoría de los casos, se alejaban bastante del mensaje de amor al prójimo que proclamó Jesucristo. Luego, revisando los comentarios que se publican en Montilla Digital, se certifica que muchos paisanos siguen dándole vueltas, por ejemplo, a algo que ocurrió el Jueves Santo del año 2000. Con perdón: ¡doce años meneando la mierda!
¿La comprensión, la clemencia, la compasión… no forman parte de la médula espinal del católico? ¿Cómo es posible que gente que se autocalifica de "cofrade" y de "católica" siga rezumando odio por los cuatro costados hacia una banda de romanos –en un caso- o hacia una hermandad –en el otro-? Además, por algo que ocurrió ¡hace doce años!
¿La Semana Santa de Montilla se reduce a si los romanos de la Centuria Munda son mejores o peores que la Banda del Preso? Llevamos así doce años y, por lo que leo y escucho en cuartelillos, parece que la cosa va a continuar así por los siglos de los siglos.
Flaco favor se le hace no solamente a la Semana Santa sino a Montilla misma. Es triste que muchos hermanos lo sean tan solo en Semana Santa y en la procesión de su titular. Una hermandad de penitencia no es (o no debería ser) una asociación cultural, como algunos parecen querer demostrar.
Una hermandad es una asociación de laicos cristianos que se esfuerzan en vivir su fe todo el año. Que se alimentan de la palabra de Dios, de la misa dominical, de los sacramentos. Que viven la caridad exigida por Cristo como norma suprema de convivencia. Que aman a la Iglesia y que son testigos, en el mundo, de Cristo y su Evangelio.
Para muchos, los estatutos de las hermandades son letra muerta que no les dicen nada. Por eso abundan los cofrades que solo acuden para vestirse de nazarenos un día o dos al año y, todo el tiempo restante, pasan de Dios, de la Iglesia y hasta de los cultos de su propia cofradía. Falta interés y falta formación, sin duda, porque la incultura religiosa es aterradora. Hasta defendemos actitudes que nada tienen que ver con la moral cristiana.
Que una hermandad se gaste 4.000 o 5.000 euros en una banda, más otros tantos miles de euros en flores, habiendo vecinos (puerta con puerta) desahuciados por los bancos, pasando auténticas necesidades económicas, debería ser motivo de reflexión, sobre todo para los miembros de las juntas de gobierno, que deben ser los primeros en cumplir los estatutos y dar ejemplo a los compañeros.
No entro siquiera en que haya hermanos mayores divorciados o separados, que eso es algo que no me corresponde a mí juzgar, pero que entiendo que si se quiere dar auténtico testimonio cristiano, se debe empezar por el ejemplo de uno mismo, no dar la sensación de que somos "sepulcros blanqueados".
Criticar a una banda porque toque mejor o peor o a una hermandad porque sus capataces imiten a los sevillanos hasta en el acento no es ser cofrade ni hermano de verdad. Es una pantomima, algo que no tiene sentido. Desde mi humilde punto de vista, no basta sacar un santo, ni mucho menos, sino que debemos ser coherentes, quitarnos de una vez las caretas y no encender a Dios una vela en Semana Santa y cien al diablo en los restantes días del año.
Otro año más despedimos la Semana Santa. Otro año más decimos adiós a los cultos, a las charlas cuaresmales, a los cuartelillos, a los pregones, a los conciertos de marchas, al reparto de túnicas... Otra vez hemos comprobado la respuesta tan masiva de Montilla, que se vuelca con las procesiones, que son indudablemente un signo y expresión rotunda de la religiosidad popular, pero que esconden mucho de hipocresía. Y me explico.
Para muchos, la Semana Santa es la fiesta más preparada, la más querida y añorada de todo el año. Pero también es la que levanta más polémicas y más contradicciones con el propio mensaje del Evangelio al que, supuestamente, dicen responder las hermandades. Que se salve la que pueda.
Este año he acudido varias veces a varios cuartelillos y las conversaciones, en la inmensa mayoría de los casos, se alejaban bastante del mensaje de amor al prójimo que proclamó Jesucristo. Luego, revisando los comentarios que se publican en Montilla Digital, se certifica que muchos paisanos siguen dándole vueltas, por ejemplo, a algo que ocurrió el Jueves Santo del año 2000. Con perdón: ¡doce años meneando la mierda!
¿La comprensión, la clemencia, la compasión… no forman parte de la médula espinal del católico? ¿Cómo es posible que gente que se autocalifica de "cofrade" y de "católica" siga rezumando odio por los cuatro costados hacia una banda de romanos –en un caso- o hacia una hermandad –en el otro-? Además, por algo que ocurrió ¡hace doce años!
¿La Semana Santa de Montilla se reduce a si los romanos de la Centuria Munda son mejores o peores que la Banda del Preso? Llevamos así doce años y, por lo que leo y escucho en cuartelillos, parece que la cosa va a continuar así por los siglos de los siglos.
Flaco favor se le hace no solamente a la Semana Santa sino a Montilla misma. Es triste que muchos hermanos lo sean tan solo en Semana Santa y en la procesión de su titular. Una hermandad de penitencia no es (o no debería ser) una asociación cultural, como algunos parecen querer demostrar.
Una hermandad es una asociación de laicos cristianos que se esfuerzan en vivir su fe todo el año. Que se alimentan de la palabra de Dios, de la misa dominical, de los sacramentos. Que viven la caridad exigida por Cristo como norma suprema de convivencia. Que aman a la Iglesia y que son testigos, en el mundo, de Cristo y su Evangelio.
Para muchos, los estatutos de las hermandades son letra muerta que no les dicen nada. Por eso abundan los cofrades que solo acuden para vestirse de nazarenos un día o dos al año y, todo el tiempo restante, pasan de Dios, de la Iglesia y hasta de los cultos de su propia cofradía. Falta interés y falta formación, sin duda, porque la incultura religiosa es aterradora. Hasta defendemos actitudes que nada tienen que ver con la moral cristiana.
Que una hermandad se gaste 4.000 o 5.000 euros en una banda, más otros tantos miles de euros en flores, habiendo vecinos (puerta con puerta) desahuciados por los bancos, pasando auténticas necesidades económicas, debería ser motivo de reflexión, sobre todo para los miembros de las juntas de gobierno, que deben ser los primeros en cumplir los estatutos y dar ejemplo a los compañeros.
No entro siquiera en que haya hermanos mayores divorciados o separados, que eso es algo que no me corresponde a mí juzgar, pero que entiendo que si se quiere dar auténtico testimonio cristiano, se debe empezar por el ejemplo de uno mismo, no dar la sensación de que somos "sepulcros blanqueados".
Criticar a una banda porque toque mejor o peor o a una hermandad porque sus capataces imiten a los sevillanos hasta en el acento no es ser cofrade ni hermano de verdad. Es una pantomima, algo que no tiene sentido. Desde mi humilde punto de vista, no basta sacar un santo, ni mucho menos, sino que debemos ser coherentes, quitarnos de una vez las caretas y no encender a Dios una vela en Semana Santa y cien al diablo en los restantes días del año.
C. R. L.
