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Más vale lo malo conocido...

Pues sí, ese parece haber sido el planteamiento de muchos andaluces que, invitados a las urnas, han preferido, en el último instante, a tenor de las encuestas que se barajaban en las semanas previas, optar por lo malo conocido para dejar para mejor ocasión lo bueno por conocer. La decisión es del pueblo soberano y contra ella no cabe, si nos movemos en un escenario democrático, apelación alguna.

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¿Qué ha sucedido para que hace solo siete días las prospecciones sociológicas dieran mayoría absoluta al Partido Popular y la noche de ayer se haya quedado a tanta distancia de la misma? Evidentemente, que la opinión que ofrecía el ciudadano al encuestador no era real.

Han sido muchos los encuestados que, ante el clima de corrupción que se vive en la Junta de Andalucía, sentían vergüenza en reconocer que su voto iba a ir dirigido al PSOE.

Los mismos que iban a votar en realidad socialismo porque desconfiaban que algunos beneficios sociales fuese a mantenerlos el PP y temían que la reforma laboral emprendida por el Gobierno de Rajoy tuviese ampliación en Andalucía con un Gobierno popular.

Y, finalmente, ha sucedido que muchos de esos temerosos, o bien han preferido no mover su voto de lugar, o se han refugiado en quienes con mayor énfasis han defendido las políticas sociales, que no han sido otros que Izquierda Unida.

¿Triunfo de la izquierda o fracaso de la derecha? De ambas cosas ha habido. La izquierda -resulta evidente porque podrá formar Gobierno- ha obtenido unos resultados que, a tenor de la situación social y económica que vive nuestra Comunidad, sumida en el paro, la indigencia y el fracaso educativo, nadie podía esperar.

La pérdida de apoyos al socialismo se ha visto en gran medida paliada por el incremento de estos a los comunistas -hoy conforman prácticamente en solitario IU-, aunque ello vaya a suponer una radicalización de las políticas que deba ejecutar la Junta.

Y, por supuesto, fracaso sin paliativos de la derecha que, ante una situación como la que padecemos, se ha mostrado incapaz de transmitir ilusión y confianza al electorado en la medida necesaria para llevar a la práctica sus políticas.

Ya lo escribí en alguna ocasión meses antes de las elecciones: no era en modo alguno ni prioritario ni decisivo que determinados alcaldes ocupasen lugares en las candidaturas, como finalmente se ha demostrado, sino que el mensaje del Partido Popular llegase con la suficiente nitidez al medio rural, el que ha vuelto a dar el triunfo a la izquierda, algo que está claro que no se ha producido.

Y ha fracasado personalmente Javier Arenas, habrá que reconocerlo, en su cuarto intento. Nadie pone en duda su capacidad de trabajo y cómo ha recorrido uno a uno los pueblos de Andalucía, pero hay algo en él que rechaza una parte mayoritaria de los andaluces y que, hasta ahora, no se ha querido admitir.

Y junto a él, un equipo que ha optado por una campaña electoral absolutamente plana –tal vez pensando que las noticias derivadas de la instrucción de la juez Alaya en el caso de los ERE falsos iba a ser suficiente para ganar las elecciones-, permitiendo que el mensaje de la izquierda apelando al miedo ante las reformas de Rajoy calase en la sociedad andaluza.

Al final, Andalucía seguirá con su 31 por ciento de parados, más del 30 por ciento de ciudadanos bajo el umbral de la pobreza y un 27 por ciento de fracaso escolar, porque los andaluces han preferido convivir con lo malo conocido a arriesgar algo en la búsqueda de lo bueno por conocer, seguramente porque nadie ha sabido darle garantías de que ese otro estado es posible.

El barco ha zarpado con el mismo casco de hace treinta años, con los motores averiados, sin reformas en el interior y con una tripulación que no sabemos aún cómo se repartirá el mando y qué rumbo tomará. Que tengan buena travesía.

ENRIQUE BELLIDO
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