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Fumito, 'fUeda' de Sony

Mucho se ha discutido, en numerosas y no poco bélicas ocasiones, si los videojuegos han de considerarse arte o, por el contrario, otro tipo de pasatiempo más. Algunas creaciones han avalado la vertiente artística de los mismos. Ejemplos como Flower, Okami o la mayoría de los Final Fantasy (argumentalmente, el VII; visualmente, el X) no hacen sino confirmar una composición que ya quisieran algunos artistas del arte contemporáneo tan solo rozar con la yema de sus dedos.

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Hay casos en los que ya no solo a nivel de gráficos, en cuanto a su captación óptica, tales creaciones se elevan a la clasificación de majestuosidad. Aquí no hay más remedio que citar a Fumito Ueda para proseguir con el texto que tenemos por delante.

Ueda es de ese tipo de personas que, a poco que hagan, lo hacen bien. Con una trayectoria profesional que se antoja escasa cuantitativamente, no podría ser denostada desde un punto de vista cualitativo.

Dejando al margen aquel Enemy Zero para la ya extinta Sega Saturn, las otras dos grandes elucubraciones de la mente de este señor han sido alabadas por crítica y jugadores a la vez.

Hablamos de ICO y Shadow of the Colossus, situados cronológicamente en los años 2001 y 2005. No se puede decir que haya llovido mucho desde aquel último juego, porque los últimos inviernos han oscilado más bien hacia lo seco pero, sin duda, ya va tocando que haga acto de presencia un nuevo trabajo de tal mente pensante. No hay que echarle imaginación al asunto: realmente hay una obra navegando por su materia gris. Mejor dicho, la hubo. O peor todavía: la hay pero a trompicones.

Allá por 2007 se rumoreaba una nueva incursión de Ueda dentro del mundo del ocio electrónico, que cobraría forma en la Electronic Entertainment Expo de 2009 -E3 para los parroquianos- bajo el nombre de The Last Guardian.

Un híbrido entre perro y águila, junto a la reiteración de un niño con el papel protagonista, hacían recuperar la ilusión a los jugadores de medio mundo, que ya esperaban con ansia algo nuevo de este señor. Pero el tiempo es caprichoso y prosigue inexorablemente: nos situamos casi a finales del pasado año, y su equipo, el Team ICO, no suelta prenda alguna de cómo va la elaboración de semejante manjar. Algo comenzaba a oler a quemado.

Bien es sabido por todos aquellos que le conozcan que en la compañía nipona Sony le tienen bastante mimado, permitiéndole una cuantía de años de producción cuanto menos amplia. Pero no parecen suficientes las carantoñas de la división Playstation (¿o acaso Ueda es muy exigente con sus romances?) y es prácticamente a finales de 2011, como si del regalo de Nochebuena se tratara, cuando confirma que se desvincula completamente de la empresa a la que perteneciera desde 1997. A más de uno se le atragantó el pavo.

¡Pero no lloréis, oh amantes de las grandes producciones “videojueguiles”! Que el papi de ICO no os quiere hacer sentir mal. Para ello, promete ser bueno (que si no, se queda sin regalos de Reyes) y terminar The Last Guardian como trabajador independiente o freelance.

¿Qué puede salir mal de todo esto? Bueno, hemos de echar cuentas: mínimo cuatro años de creación en los juegos anteriores trabajando dentro de un estudio; más los cinco años que se está esperando al mismo desde que surgió el rumor; más el libertinaje que supone ser freelance. Resultado: ¡el juego no saldrá nunca! Se convertirá en otra leyenda atemporal como aquel olvidable Duke Nukem Forever.

El juego no solo está quemado, sino que se convierte en ceniza cuando el estudio del sangriento God of War, Santa Mónica, comienza a participar a raíz de la marcha de Ueda en la elaboración de El último guardián.

¿Pasará el hipogrifo del juego de bostezar y rescatar a su compañero humano, a lanzar llamaradas y degollar a todo ser vivo que vea? Santa Mónica es un gran estudio, no cabe lugar a dudas, pero para una obra de arte como es cualquier producción del Team ICO, no parece ser la mejor opción. Sony, la has liado parda.

Las últimas y escasas informaciones que se obtiene del desarrollo de este es que “progresa adecuadamente”. Ello no me hace sino retroceder en el tiempo y rememorar aquellas lejanas notas de la Primaria. ¿A quién le causó buenas sensaciones, tan solo alguna vez, “avanzar adecuadamente”? Cabría decirse exactamente lo mismo en este asunto… The Last Guardian va a “necesitar mejorar”.

Es un momento muy triste el conocer que un gran trabajador abandona su habitual puesto de trabajo, aquel que tanta felicidad y entretenimiento ha aportado en los últimos años. Sus motivos tendrá: quizás la situación del mercado le haya empujado a buscar algo menos comprometedor y/o comercial.

Sean cuales sean sus razones, a los amantes de los videojuegos nos ha dejado huérfanos, sin padre ni madre, y como no vuelva a trabajar nunca más para este sector, nos habrá dejado sin abuelos. Y será entonces cuando todos le odiemos. Las grandes mentes nunca deberían dejar de trabajar.

SALVADOR BELIZÓN / REDACCIÓN
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