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Demasiado cinismo

Una vez más, el cinismo ha hecho presencia en una campaña electoral, pretendiendo engañar al elector –que, al fin y al cabo, es a lo que se dedican algunos durante ese tiempo-. Y, en este caso, lo hace tomando a la Sanidad como protagonista y, más concretamente, al copago sanitario, tras la decisión adoptada por el Gobierno de Cataluña de aplicar un euro por cada receta que se dispense.

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El tema del copago sanitario no es nuevo: no se nos debe olvidar que pagamos el 40 por ciento del precio de los medicamentos que consumimos; precio que, precisamente, la democracia vino a incrementar, allá a finales de los años setenta.

Y hablo de "cinismo" porque voy a permitirme transcribir literalmente el apartado segundo del artículo 95 de la Ley 25/1990, de 20 de diciembre, del Medicamento, elaborada por el Gobierno del PSOE. Dice así:

2. La participación en el pago podrá modularse por el Gobierno con criterios que tengan en cuenta:

a. La capacidad de pago

b. La utilidad terapéutica y social de los medicamentos

c. Las necesidades de ciertos colectivos

d. La gravedad, duración y secuelas de las distintas patologías.

e. Los límites de las previsiones presupuestarias afectas a la prestación farmacéutica.


En 2006, un Gobierno socialista del que formaba parte Pérez Rubalcaba decidió sustituir esta ley por una nueva: la 29/2006, de 26 de julio, en la que solo se modificaba el punto e) en el siguiente sentido:

e. Racionalización del gasto público destinado a prestación farmacéutica, manteniéndose con idéntica redacción los puntos a), b) y c).

Ello viene a demostrarnos que ya en 1990, los socialistas recogían y, por tanto, admitían, la posibilidad de que el Gobierno modificase el copago, algo que venían a ratificar en su más reciente periodo de gobierno con Zapatero al frente.

Pero es que, además, establecían entre los criterios para modificar el copago que ahora critican, la capacidad de pago del usuario de la Sanidad pública, precisamente lo que Esperanza Aguirre ha venido defendiendo, en el sentido de que el pago de medicamentos se realice en función de la renta, y desde las filas del PSOE tanto se le ha criticado.

Pero no se queda ahí la incongruencia y la mala fe de los actuales dirigentes socialistas. En las dos leyes del Medicamento que elaboraron, recogen expresamente la posibilidad de incrementar el copago en función de la situación económica, ya sea en base a las previsiones presupuestarias o la racionalización del gasto público, que es precisamente lo que ahora se está planteando ante una situación extrema de crisis de nuestra economía.

Hay que tener poca vergüenza -no tiene ninguna el señor Rubalcaba- al afirmar que el Partido Popular pretende establecer un impuesto a la enfermedad, cuando la posibilidad de modificar la participación del usuario en los gastos del Sistema fue una decisión de los socialistas plasmada y ratificada años después en sendas leyes.

Otra cosa es que lo sucedido en Cataluña vaya a tener traslación al resto de las Comunidades gobernadas por el PP. De entrada, ya se ha comprometido Javier Arenas en no incrementar el copago –vuelvo a repetir que el copago farmacéutico es una realidad con la que convivimos los trabajadores en activo desde siempre-, algo que puede lograrse mejorando sustancialmente el control del gasto y el despilfarro que hasta ahora se ha venido produciendo en multitud de empresas públicas o a través de ayudas que, como hemos visto en el caso de los ERE, han alimentado los bolsillos de unos pocos “avispados” socialistas y sus familiares, en lugar de destinarse a la creación de tejido productivo que repartiese la riqueza entre todos los andaluces.

Frente a ello, frente al cinismo de las declaraciones de Griñán o Rubalcaba, superados siempre por sus propias contradicciones y por su pasado político, se nos dejaba caer en plena campaña el incombustible Alfonso Guerra que, dicho sea de paso, poco o nada puede aportar a esta España en crisis, pidiendo a los asistentes a un acto que “muy bien, criticadnos lo que queráis; pero hombre, después id y depositad el voto” (se supone, evidentemente, que al PSOE).

Si, criticadnos, parecía decir Guerra, porque las críticas poco nos importan: lo que realmente nos interesa es vuestro voto, rememorando aquel “huerto” en el que los socialistas han pretendido convertir a Andalucía, obteniendo de él los apoyos pero sin aportarle apenas abono, como podemos descubrir en ese más del 30 por ciento de parados, 36 por ciento de fracaso escolar y 30,1 por ciento de pobreza. Cifras todas ellas que nos sitúan a la cola de España.

Cinismo, demasiado cinismo en una campaña que debiera despertar esperanzas de futuro en los andaluces y solo nos ofrece imágenes de un pasado que cuenta ya con treinta años de existencia.

ENRIQUE BELLIDO
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