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Menos mal, estamos salvados

Ya les digo. En estos tiempos lúgubres, en los que ves continuamente cómo tus amigos, tus vecinos o tus mismos familiares se quedan sin curro, sin pasta y sin crédito, al menos hay quien realmente se preocupa de las cosas verdaderamente importantes. Es difícil de creer, en esta sociedad infectada por el mortal virus del capitalismo salvaje, del egoísmo personal e institucional, del quítate tú que me ponga yo. Pero se lo aseguro, mis queridos lectores: es cierto.

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Y si no se lo creen, por favor busquen el siguiente texto en Google: "Taller de supervivencia Zombi". Encontrarán un par de enlaces que demuestran lo que les digo: personas preocupadas sinceramente por nuestro futuro como especie, como raza. Y además lo hacen desinteresadamente, como debe ser: la matrícula es gratuita, y –salvo que alguien demuestre lo contrario- nadie cobra un euro por darnos tan valiosa información.

La cuestión es que no sólo debemos agradecer al organizador del evento que nos enseñe a “explorar momentos de incertidumbre –como la actual crisis económica- y escenarios apocalípticos, sin el miedo a no dormir por la noche”; la tranquilidad, pues, es absoluta: si usted no duerme por la noche será seguramente por otra causa -la hipoteca o el juicio por el despido- pero nunca por miedo a los efectos de una crisis zombi.

O que nos regale frases tan instructivas como la que califica a las Fuerzas de Seguridad del Estado como "panda de matones", aduciendo que no siente ningún respeto por Policía Local o Nacional, ya que cuando ha tenido algún conflicto, nunca han acudido. Normal, coño: ¿Qué diría usted si, al llamar a la policía y decirle que necesita socorro, que tiene a cinco cadáveres semiputrefactos dando golpes en su puerta, con la aviesa intención de comer su materia gris, ésta (la policía) le correspondiera con un sonoro cuelgue de teléfono?

Pues no, no sólo la cosa se debe a estos jóvenes expertos que nos ilustran sobre la conveniencia de llevar en nuestro leve equipaje de emergencia “una manta: en la Sierra hace fresco, amigos”. El mérito debe ser compartido, sin duda, por el Instituto Andaluz de la Juventud, que es quien pone a disposición del experto anti muertos vivientes los medios necesarios: local, publicidad, proyectores, etc.

En fin, lo dicho: menos mal que existen en nuestro entorno personas con las ideas tan clarísimas y con la sana intención de procurar nuestro bienestar. Lo de menos, evidentemente, ha de ser invertir dinero en crear empleo, en facilitar la apertura de empresas que puedan crear puestos de trabajo; ni siquiera la formación teórica y práctica en cuestiones tales como la Contabilidad, la fiscalidad de las empresas, las nuevas tecnologías o la atención al público –por cierto, tan deficiente en tantas empresas-.

Es justo reconocer lo que es bueno, y éste es uno de los casos. Lo importante es enseñarnos cómo sobrevivir a una más que probable crisis en la que nuestros cementerios queden vacíos y nuestras calles llenas de vísceras sanguinolentas, ojos redondos rodando sueltos por el suelo, o trozos de carne y dientes abandonados en las aceras –y ya saben que no me refiero a una excursión del Imserso a la que han servido café demasiado cargado o unas alubias en mal estado-.

Vaya por Dios. Se me está ocurriendo, a estas alturas del artículo, que ustedes podrían estar pensando que lo escribo desde cierto animus iocandi, o sea, desde la retranca, rechifla o cachondeo. No, por favor, no lo piensen así.

En serio, es un tema que me preocupa muy profundamente. Especialmente porque creo que es tan real como que esa situación la estamos viviendo ya, todos los días, en nuestras propias casas. ¿Qué es sino una invasión zombi, esta precampaña electoral de los dos muertos –políticamente hablando- vivientes que son Zapatero y Rubalcaba?
MARIO J. HURTADO
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