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De cada cual según su capacidad

Y a cada cual según su necesidad. Así resumió el mismo Karl Marx gran parte de su filosofía política. Lástima que los marxistas posteriores hayan manipulado y desvirtuado de tal manera esta tan acertada y noble declaración de intenciones.

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Les cuento esto porque la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, parece haberse vuelto seguidora del viejo filósofo alemán, al proponer la creación de un Bachillerato de excelencia, esto es, una especie de nivel superior para los alumnos con mayor capacidad y mejores resultados. Resumiendo el proyecto, se trata de exigir más a los que –a priori- más pueden ofrecer posteriormente a la sociedad. Qué quieren que les diga, a mí me parece bien.

Y me parece bien por varios motivos. En primer lugar, porque no es justo lo que está ocurriendo ahora. Miles de jóvenes salen del Bachillerato, e incluso de la Universidad, con un título que no distingue en absoluto cuáles están mejor capacitados y cuáles menos. Sencillamente, porque todos están igual de menos capacitados.

Como ya les he contado en otras ocasiones, la cruda realidad es que la paulatina mejora en los recursos educativos es inversamente proporcional al progresivo desastre en que se está convirtiendo todo el sistema. Chicos recién titulados que no saben nada. Pero sin exagerar: nada de nada.

Otra de las razones por las que me parece bien el proyecto de la Comunidad de Madrid es porque por fin pone en solfa el principio que ha regido este peculiar y lamentable sistema educativo nuestro desde la desastrosa LOGSE: el principio de igualdad.

Todos los alumnos no son iguales, dice Aguirre, y por tanto habrá que dar a cada uno lo suyo. A cada cual según su necesidad –a los mejores, más conocimientos, a lo peores, más ayuda- y de cada cual según su capacidad –cuando los alumnos tengan que tomar las riendas de nuestras empresas, instituciones y gobiernos, se les exigirá en mayor medida cuanto mejor formados estén, y las posibilidades de éxito, evidentemente, serán mayores-.

Como es natural, la hiprogresía habitual ha puesto el grito en el cielo. Que si guettos, que si discriminación. Las mismas pamplinas de siempre, como no podía ser de otra forma.

A ver cuándo se enteran estos defensores del igualitarismo –que es cosa distinta de igualdad, por si no lo saben- que cada ser humano, cada persona que nace en este pobre mundo apartado que es la Tierra, es absolutamente distinta a todos los demás.

Hay niños más altos, y niños más bajos. Niños que juegan estupendamente al fútbol y al baloncesto, y niños que pasan la mitad del partido corriendo tras la pelota sin tocarla, y la otra mitad yendo a por la misma cuando se embarca. Hay niños guapos, y niños feos. Niños cariñosos y niños ariscos. Niños con los que te ríes a poco que abran la boca y niños más aburridos que una entrevista a Saramago.

Hay niños más inteligentes y niños menos inteligentes. Niños más trabajadores y niños más vagos. Niños con mayor capacidad de concentración y niños que se distraen con cualquier pelusa que vuela por la casa. También hay niños que ven cómo sus padres se preocupan de que adquieran hábito de trabajo y estudio y padres que apuntan a sus hijos a fútbol, kárate, inglés y sevillanas no para que aprendan cosas útiles, sino para quitárselos de en medio un rato. Esto es lo que hay.

Y, lo mismo que es una tremenda injusticia abandonar a su suerte al que es menos inteligente, en lugar de ocuparse de él y motivarle, ayudarle y apoyarle, también lo es que los niños con mayor capacidad de aprendizaje tengan que conformarse con ir al ritmo que marcan los más torpes de la clase.

No solo es injusto, sino que además es tremendamente ineficiente: cuántos niños y jóvenes con alto potencial habrán pasado sin pena ni gloria por nuestro sistema educativo, terminando aburridos o empleados en puestos de responsabilidad cero, creatividad cero y posibilidad de promoción cero.

Claro, todos queremos que nuestros hijos sean los mejores, aunque su capacidad no rebase la de Espinete jugando a Cifras y Letras. Luego dirán que el alumno aventajado, ése que saca las mejores notas de la clase, las consigue porque es el favorito del profesor. No porque todos los días estudia y hace deberes. Tampoco porque su comportamiento en clase sea prestar atención en todo momento y no ponerse a charlar con su compi de mesa. Ojalá esa medida llegue pronto a Andalucía. Enhorabuena, señora Aguirre.
MARIO J. HURTADO
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