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Crónica de crimen sin nombre (Parte II)

Queda feo decir esto, pobre desconocido, pero al pueblo no le hizo ningún daño aquel cadáver. El caso, dada la importancia de la identidad del fiambre, ocupó las portadas de los periódicos durante varias semanas. El dueño del hotel, el tacaño señor Tasso, jamás tuvo tanta gente, la mayoría de la prensa, en el vestíbulo pidiendo habitación. Curiosamente, tampoco vio vaciarse tan rápido un mueble bar.

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El comisario González tuvo el caso resuelto cuando el reloj marcó las diez y sus dongs eran, como de costumbre, el único ruido que se escuchaba en aquel cuarto. Las fotos rebosaban de polvo y servían de hogar para multitud de arañas. El gran piano, que ocupaba un lujoso puesto central en el salón, nunca había estado tan callado. Nadie diría que en aquel espacio habitaron risas, juegos y gente.

Pero los juguetes abandonados en las esquinas lo demostraban. Así como las botellas de champán vacías sobre la mesa. Las ventanas eran abiertas por el viento, que se colaba a sus anchas y lo dejaba todo revuelto como un niño travieso.

Aquella casa había sido abandonada por sus dueños. Pero no por el poderoso e inmortal tiempo. Dejaba huellas de su visita en las grietas y goteras que cada vez aumentaban más rápido de tamaño.

Los próximos dueños tendrán mucho trabajo para hacer que la mansión vuelva a recuperar su belleza y esplendor ya pasados. Pero esto no era de la jurisdicción de González.

Todo apuntaba a que unos ladrones fueron sorprendidos por la víctima allanando su vivienda, sencillamente tuvo mala suerte. La verdad creo que al pobre de Romaric no le habría venido nada mal hablar castellano para su defensa. Frases como "yo no fui", "soy inocente" o "quiero un abogado", son muy útiles cuando viajas al extranjero.

Deberían haber visto a ese pobre diablo intentando explicar a un juez que él no sabía el motivo de su arresto, defendiendo tan desesperadamente una inocencia en la que nadie creía. Pocas veces he llorado en mi vida, pero los gritos de un condenado a muerte no se olvidan fácilmente. Puedo ser muchas cosas querido lector, pero mi madre no crió a un asesino sin sentimientos.
CARLOS SERRANO
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