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Ensalada de pamplinas

No se me asusten, no; el tema de hoy no es una receta culinaria –aunque debo reconocer que hasta mis detractores más enconados terminarían por adorarme en los altares si les contara un par de cosas que servidor hace en la cocina-. La ensalada de la que les hablo hoy bien podría llamarse también revueltillo de noticias. O cóctel de despropósitos; incluso frangollo de idioteces, si quieren. Y es que la semana viene cargadita con asuntos que le levantan a uno las ampollas del buen humor –la mayoría- y las clavijas de las redes neuronales –alguna más-.

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FOTO: AFP

Empecemos por el principio: la canciller alemana, Angela Merkel, vino a pasarnos la auditoría de calidad. De cara a la galería –o sea, los medios; o sea, los mercados financieros-, el examen se aprobó. Pero no se pudo ir la buena señora sin dejarnos un recadito: todo está muy bien, pero hay que seguir profundizando. Hay que vincular los salarios a la productividad.

Para que ustedes me entiendan, productividad y salarios son, por definición, variables directamente proporcionales. Esto es, a mayor productividad, mayor salario –y viceversa-. O, al menos, así debería ser. No debería cobrar lo mismo un tipo que hace cien bolígrafos en una hora, que otro que sólo alcanza a hacer setenta en el mismo tiempo, y con los mismos medios. Claro que el que sólo alcanza setenta, al comprobar que el otro gana más, naturalmente acudirá al comité de empresa –y si no lo hay, lo creará- y al mítico concepto de igualdad: todos lo mismo, o la pava al río.

Conclusión: las empresas ganan menores beneficios porque han de pagar a todos sus trabajadores independientemente de lo que produzcan. Eso sí, cada año hay que revisar el salario en función del IPC –salvo en el caso de que el IPC de marras sea negativo un año-.

Lo peor del caso es la reacción de nuestros amantísimos gobernantes. Inmediatamente después del recadito de Merkel, el ministro de Trabajo dijo que eso era impensable, que el modelo inflacionista había funcionado bien en España –"no hay más que verlo", me dije yo para mí mismo-.

Se conoce que alguien –intuyo que algún cargo jerárquicamente superior (¿?)- le tiró de las orejas al Sr. Gómez, y ya salió un director general diciendo que sí, que habría que estudiar esa posibilidad. O sea, lo de siempre: donde dije Digo...

Luego nos encontramos con la alegre noticia de la presentación en sociedad de Sortu, ese nuevo partido político-militar que pretende hacernos creer que la sangre de los inocentes es la que se hace el bueno de Josu Ternera al cortarse en el afeitado. Nos dicen que rechazan la violencia, ojo al dato, que pudiera producirse...

Coño, están hablando de que si sus amiguitos de la capucha y la boina se cargan a un guardia civil en mayo o junio, ellos los rechazan ahora. Y todavía hay algún tonto –de los de balcón a la calle- que dice que esto son buenas noticias y que abren un horizonte de esperanza para el País Vasco.

En el asunto de los amiguetes de Chaves, Griñán y Zarrías colocados en prejubilaciones sin haber dado palo al agua no me meto hoy. Me remito a la columna que enviaré para el próximo día 25, vísperas del Día de Andalucía.

Finalmente, la noticia que me ha hecho saltar definitivamente en carcajadas ha sido esa de que, basándose en un informe del actual presidente del Fondo Monetario Internacional, el aparato propagandístico de Alfredo “Goebbels” Rubalcaba ha acusado a Rodrigo Rato –nada menos que a Rodrigo Rato- de ser el culpable de la crisis financiera internacional, porque no supo anticiparla.

A lo mejor querían que Rato utilizara la bola de cristal de la bruja Lola. O incluso preferían que la misma Lola hubiese sido la presidenta del FMI –qué gran ocasión perdida para ponerle dos velas negras al capitalismo salvaje-.

Muy agobiados por los resultados electorales deben estar desde las filas del PSOE para recurrir a estupidez semejante, intentando ningunear y despreciar al artífice del milagro económico español –llamado así en toda Europa-, y al primer español que llega a un cargo tan importante y de tanto prestigio como el de presidente de la entidad financiera global.

Claro que no me extraña, cuando en cierto mitin del PSOE en las elecciones generales del 96 –si no recuerdo mal- se oyó decir a Alfonso Guerra algo así como: “no votéis a la derecha, o volverán a quedarse con las tierras y a violar a vuestras hijas”. Menuda sarta de estupideces. Menuda gentuza. Menudo futuro.
MARIO J. HURTADO
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