Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de una reflexión firmada por Aurora Salido Mendoza sobre la polémica de las Casas Baratas de Montilla, una promoción de viviendas levantadas en 1920 por la Sociedad Anónima Cooperativa de Casas Baratas en el conocido como "Portillo de Puerta de Aguilar". Si desea participar en esta sección, envíe un correo electrónico a nuestra Redacción exponiendo su queja, comentario o sugerencia. Si lo desea, puede acompañarla de alguna fotografía.
Decadente, retro y pasado de modé, es la imagen que tengo en mi memoria del acto de Izquierda Unida, celebrado en su sede de Montilla, en homenaje a Miguel Hernández, poeta comunista, presentado por Agustín García Romero, el alcaldable para las próximas elecciones municipales.
Resulta curioso que dicho “evento” ocurriera algunas semanas después de la visita de Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde comunista de Marinaleda, cuando éste vino a solidarizarse con el drama humano que están viviendo unas personas en Montilla: los vecinos de las Casas Baratas.
Como ya sabemos, Sánchez Gordillo afirmó “que el Ayuntamiento no tiene vergüenza política” y dijo “no entender cómo no había en las casas más gente -yo entiendo que de izquierdas– que no se acerquen aquí a apoyar una causa que yo considero justa”.
¡No, Juan Manuel! ¡Tú no sabes lo que ocurre con la izquierda en este pueblo! Desde hace ya muchos años -yo diría que unos veinticinco-, la izquierda oficial se ha aliado con el clero. Y nunca más que ahora, el Estado Vaticano reina y manda más en Montilla. Esta izquierda ya no recuerda que dicha institución llevaba a Franco bajo palio.
Los “progres” de los años sesenta y setenta están ya bien instalados y, a aquellos a los que la dictadura privó de libertad, de una vivienda digna y de conocimiento, que sólo tienen su dignidad, vienen ahora, unos señoritos nostálgicos de aquel macabro régimen, a expulsar a esta gente de sus casas.
Y esta llamada “izquierda” mira para otro lado diciendo “que no es de su competencia” el drama de estas personas; “que es un tema privado”. ¡Toma ya! Por eso, no es extraño que sintiéndose solos y desamparados, pidan ayuda a comunistas de fuera, con almas de poeta.
¡Vanidad de vanidades! Todo es vanidad en los que sólo quieren un carguillo y vivir de las arcas del Estado. Y cuando lo consiguen, el pueblo ya no es el pueblo –como dirían los romanos– sino “la Plebe”. Este pueblo humillado, desprotegido y explotado es el que a Miguel Hernández su grito desgarrado al fondo se su alma le llegaba para exclamar:
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta...
Eso tenía que haber sido ese acto “político-cultural”, un acto de solidaridad y de denuncia, de lo que aquí está ocurriendo. Todo fue muy manso y republicano: "¡África, África, África!", exclamaba uno de los poetas invitados con un supuesto poema de denuncia social. No hay que irse tan lejos: ¡Montilla, Montilla, Montilla! Sed de Justicia, caridad, una caridad.
Terminó el “acto” que yo entendía que debería haber sido una “acción” y el alcaldable-presentador, Agustín García Romero, invitó a los presentes a una copa de vino. ¡Y ya está! ¡Qué bonito! A los que quieren el poder y la gloria les cito estos versos del homenajeado:
Aquí estoy para vivir, mientras el alma me suene,
Y aquí estoy para morir, cuando la hora me llegue,
En los veneros del pueblo, desde ahora y desde siempre,
Varios tragos es la vida, y un solo trago la muerte.
Decadente, retro y pasado de modé, es la imagen que tengo en mi memoria del acto de Izquierda Unida, celebrado en su sede de Montilla, en homenaje a Miguel Hernández, poeta comunista, presentado por Agustín García Romero, el alcaldable para las próximas elecciones municipales.
Resulta curioso que dicho “evento” ocurriera algunas semanas después de la visita de Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde comunista de Marinaleda, cuando éste vino a solidarizarse con el drama humano que están viviendo unas personas en Montilla: los vecinos de las Casas Baratas.
Como ya sabemos, Sánchez Gordillo afirmó “que el Ayuntamiento no tiene vergüenza política” y dijo “no entender cómo no había en las casas más gente -yo entiendo que de izquierdas– que no se acerquen aquí a apoyar una causa que yo considero justa”.
¡No, Juan Manuel! ¡Tú no sabes lo que ocurre con la izquierda en este pueblo! Desde hace ya muchos años -yo diría que unos veinticinco-, la izquierda oficial se ha aliado con el clero. Y nunca más que ahora, el Estado Vaticano reina y manda más en Montilla. Esta izquierda ya no recuerda que dicha institución llevaba a Franco bajo palio.
Los “progres” de los años sesenta y setenta están ya bien instalados y, a aquellos a los que la dictadura privó de libertad, de una vivienda digna y de conocimiento, que sólo tienen su dignidad, vienen ahora, unos señoritos nostálgicos de aquel macabro régimen, a expulsar a esta gente de sus casas.
Y esta llamada “izquierda” mira para otro lado diciendo “que no es de su competencia” el drama de estas personas; “que es un tema privado”. ¡Toma ya! Por eso, no es extraño que sintiéndose solos y desamparados, pidan ayuda a comunistas de fuera, con almas de poeta.
¡Vanidad de vanidades! Todo es vanidad en los que sólo quieren un carguillo y vivir de las arcas del Estado. Y cuando lo consiguen, el pueblo ya no es el pueblo –como dirían los romanos– sino “la Plebe”. Este pueblo humillado, desprotegido y explotado es el que a Miguel Hernández su grito desgarrado al fondo se su alma le llegaba para exclamar:
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta...
Eso tenía que haber sido ese acto “político-cultural”, un acto de solidaridad y de denuncia, de lo que aquí está ocurriendo. Todo fue muy manso y republicano: "¡África, África, África!", exclamaba uno de los poetas invitados con un supuesto poema de denuncia social. No hay que irse tan lejos: ¡Montilla, Montilla, Montilla! Sed de Justicia, caridad, una caridad.
Terminó el “acto” que yo entendía que debería haber sido una “acción” y el alcaldable-presentador, Agustín García Romero, invitó a los presentes a una copa de vino. ¡Y ya está! ¡Qué bonito! A los que quieren el poder y la gloria les cito estos versos del homenajeado:
Aquí estoy para vivir, mientras el alma me suene,
Y aquí estoy para morir, cuando la hora me llegue,
En los veneros del pueblo, desde ahora y desde siempre,
Varios tragos es la vida, y un solo trago la muerte.
AURORA SALIDO MENDOZA
