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Arte y Mitología: El rapto de Europa

Los temas de las mitologías griega y romana han sido siempre fuente de inspiración para los artistas que veían en ellos motivos para dar rienda suelta a sus fantasías y habilidades pictóricas o escultóricas, puesto que los mitos llegaban a través de relatos escritos, por lo que tenían que ser capaces de trasladar las escenas narrativas a otras de tipo visual, lo que no dejaba de ser un auténtico reto a sus capacidades y destrezas.

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Uno de los mitos que mayor representación ha tenido a lo largo de los siglos es el que lleva por título El rapto de Europa, que ha sido plasmado desde el Renacimiento hasta nuestros días.

Antes de ver una serie de lienzos de cinco grandes artistas que se sintieron seducidos por el mito del rapto de Europa por el dios romano Júpiter (o de Zeus en la mitología griega), pasemos a conocer en qué consiste este relato que alude al nombre del continente en el que nos encontramos.

Según la historia popular de la antigua Roma, el dios Júpiter, enfermo de amor, se disfrazó de toro blanco para raptar a la princesa fenicia que tenía por nombre Europa, hija del rey de la ciudad de Sidón, para llevarla al continente que ahora lleva su nombre.

Son varios los autores griegos que apoyados en el mito escribieron sobre las desdichas de la pobre Europa. Así, de Ovidio y en su obra Metamorfosis, podemos leer: “El miedo llenaba su corazón, mientras mirando hacia atrás veía cómo las arenas iban quedando rápidamente lejos. Su mano derecha se agarraba a un cuerno, la otra se apoyaba en el lomo; su túnica ondeando bajo la brisa…”.

Recordemos que Fenicia, ubicada aproximadamente en el actual Líbano, era tierra de navegantes y mercaderes, que comerciaba con gran parte de los pueblos que colindaban con el Mediterráneo, por lo que no habría de extrañarse que algunas de las leyendas populares estuvieran relacionadas con este país.

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Una vez que conocemos las raíces del mito, comenzamos este recorrido pictórico de las cinco interpretaciones que he seleccionado de manera cronológica. El primer gran lienzo que toma esta fábula como tema central es el que realizaría Tiziano (1485-1576), ese gran pintor renacentista italiano que cuelga numerosas obras en el Museo del Prado, ya que fue pintor de la corte de Carlos V y Felipe II.

En este cuadro, el foco de la escena se encuentra ubicado en el margen inferior derecho (según la mirada del espectador). Allí, un toro blanco coronado de flores lleva sobre sus lomos a Europa, atravesando enérgicamente las aguas, para conducirla primero a la isla de Creta y después al continente.

Como gran parte de las obras de Tiziano, sus personajes están llenos de movimiento y de tensión, rasgos muy característicos de la pintura renacentista. La imagen de Europa, cuyo rostro queda un tanto oculto por el escorzo con el que se le presenta, es la de una mujer que se resiste con tesón a ser alejada de la orilla en la que se encuentran sus amigas.

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Cercano temporalmente al anterior es el lienzo del pintor flamenco, nacido en Amberes, Martin de Vos (1532-1603). En esta obra, basada también en el relato del poeta romano Publio Ovidio Nasón, se plasma una visión del rapto de la bella Europa en la que está ausente el dramatismo que plasmó Tiziano.

Quizás, Martin de Vos, quisiera exponer el dominio que tenía del desnudo femenino, por lo que vemos que, manteniendo los aspectos formales del relato (Júpiter transmutado en un toro blanco alejándose de la orilla y Europa agarrándose al cuerno derecho de la bestia que lo porta), nos muestra una obra cargada de sensual belleza y con indudable carga de erotismo.

Aquí, toro y mujer ocupan gran parte del lienzo. Solamente queda un pequeño espacio en el lado superior izquierdo en el que se ve de nuevo a Europa y sus amigas jugando en la playa, al tiempo que el dios Mercurio planea sobre ellas, mientras que unas figuras de amorcillos completan el relato visual.

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En el siglo XVII, sería el pintor holandés Rembrandt (1606-1669) el encargado de volver al mito de Europa raptada por el dios Zeus. En el caso de este pintor, y a diferencia de Tiziano, los temas mitológicos dentro de su producción fueron bastante excepcionales, de ahí el interés de este lienzo.

En este cuadro, que se encuentra en el museo Paul Getty de Los Ángeles, Europa y Zeus convertido en toro blanco se ubican en el lado izquierdo, habiendo perdido algo de protagonismo de la escena si la comparamos con las de los dos ejemplos anteriores.

Nos tendríamos que aproximar al cuadro, ya que no es muy grande (62 x 77 cm), para contemplar el rostro angustiado de Europa que se aferra al cuerno derecho, tal como aparece en los relatos, mientras que su mano izquierda se coge del cuello del animal. Cerca de ambos y en la orilla, Rembrandt muestra a dos amigas de Europa que, entre sorprendidas y pavoridas, parecen solicitar ayuda.

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En el mismo siglo XVII, pero en este caso en Francia, nos encontramos con Simon Vouet (1590-1649), que en 1640 y nueve años antes de que falleciera, nos legó una interpretación bien distinta de las precedentes.

La pintura de Vouet hay que inscribirla, inicialmente, en el barroco francés, antes de que pasara posteriormente hacia unas formas de tipo clasicistas, como es la que en este caso comentamos.

Como podemos comprobar, en su lienzo no aparece ninguna tensión, ningún drama que pudiera derivarse del rapto de una princesa fenicia arrancada de la ciudad de Sión. Aquí Europa aparece en el centro de la composición formada por tres bellas mujeres y el animal. Júpiter, transformado en toro blanco, se encuentra debajo de ellas, en un estado apacible y casi sonriendo (cosa sorprendente en un toro), con las patas dobladas sobre el suelo.

Por encima de la protagonista y de sus dos damas, revolotean un par de diosecillos como expresiones del dios Cupido, es decir, del dios del amor. Estampa, pues, amable, colorista, sensual, divertida, llena de flores… Jocosamente, casi podríamos decir que en este cuadro “Europa está encantada de que la rapten”.

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Demos un gran salto en el tiempo y situémonos en pleno siglo XX. En él, pintores de la talla de Pablo Picasso o de Fernando Botero se adentraron en el mito para plasmarlo en algunas de sus obras en sus singulares estilos pictóricos.

Saltándonos a Picasso, quisiera cerrar este recorrido de El rapto de Europa con la curiosa interpretación realizada por el pintor y escultor colombiano Fernando Botero, nacido en 1932 en la ciudad de Medellín.

Botero es bien conocido por esos personajes regordetes, voluminosos e infantiles que plasma en sus lienzos y que adquieren grandes dimensiones en sus esculturas, algunas de las cuales se encuentran en espacios urbanos abiertos.

Pues bien, si los pintores renacentistas intentaban atenerse al relato mitológico, el pintor colombiano, ni corto ni perezoso, nos muestra a una estática y enorme Europa sobre un toro que bien podrían ser la metáfora visual del viejo continente: voluminosos, pesados, orondos, incapaces de moverse hacia adelante… Y si en el lienzo ya nos dan la sensación que están a punto de reventar, en las esculturas que Botero le ha dedicado al mito el suelo parece que, de un momento u otro, pudiera hundirse debajo de ellos.

AURELIANO SÁINZ


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