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Arquitectura: Alvaro Siza

Resulta sorprendente que un pequeño país como Portugal cuente con dos arquitectos que han recibido el premio Pritzker, algo así como en Nobel de Arquitectura, y que se concede anualmente desde su fundación en 1979, año en que se le otorgó al estadounidense Philip Johnson, el mismo que tiempo después proyectaría esos dos edificios inclinados en la Plaza de Castilla de Madrid, a los que se les denominaría como Puerta de Europa.

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Y es que la creatividad no es exclusiva de los profesionales que trabajan en los países potentes económicamente, ya que es posible hacer una buena arquitectura sin grandes alardes, tal como ha demostrado el arquitecto suizo Peter Zhumtor, por cuyas obras, de tamaño pequeño y una sobriedad casi artesanal, mereció en 2009 el reconocimiento del jurado internacional que concede los premios Pritzker.

Tal como indico, el país vecino cuenta con dos geniales arquitectos: Alvaro Siza y Eduardo Souto de Moura que recibieron este preciado galardón en los años 1992 y 2011, respectivamente.

Dada la singularidad del primero, quisiera en esta ocasión hablar de un autor al que conocí siendo estudiante de Arquitectura en Sevilla, pues de manera temprana Alvaro Siza apuntaba como un magnífico proyectista en el que la sobriedad, la innovación y el arraigo con los elementos tradicionales serían su sello de identidad.

Como en otras ocasiones, comencemos por algunos datos biográficos. Alvaro Siza nació en 1933 en Matosinhos, puerto pesquero próximo a Oporto. Tras realizar el bachillerato, se decanta por los estudios de Arquitectura, matriculándose en la Universidad de esta ciudad portuguesa. En 1963, una vez titulado, firma su primer proyecto: el restaurante Boa Nova en Leça de Palmeira, del que se encargaría de diseñar todo el conjunto, incluso los más pequeños detalles de mobiliario.

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Tres años más tarde, proyectaría las piscinas de hormigón armado de este restaurante. En este trabajo ya comienza a verse algunos de los principios por los que se guiaría Siza, es decir, por la integración de sus obras en el entorno en el que están ubicadas.

En este caso, aprovecha las rocas que están cerca del mar para crear el espacio en el que se bañarían los adultos y los pequeños. Para los mayores, la forma que tiene la piscina es rectangular, aunque con angulación en el lado más cercano al mar; en el caso de los niños, se decanta por la forma de semicírculo.

La sensación que se obtiene en este lugar es verdaderamente placentera, puesto que la unidad de las piscinas con el mar es casi continua, siendo las propias rocas las que forman una frontera entre el agua dulce y el agua salada.

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Un cambio significativo que se produce en la historia de Portugal es el derribo de su larga dictadura que acabaría, en 1974, con la denominada Revolución de los Claveles. Alvaro Siza, que se declara partidario del Estado democrático emergente tras la pacífica revolución, empieza a colaborar con el nuevo Gobierno portugués, por lo que llevaría a cabo distintos proyectos de arquitectura popular, principalmente en la construcción de viviendas sociales como las que realizaría para la ciudad de Évora.

El paso del tiempo le va proporcionando madurez a la vez que lo consolida como uno de los arquitectos con mayor renombre de su país. Años más tarde, Alvaro Siza sería el encargado en 1988 de proyectar la nueva Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Oporto.

En esta obra se pueden apreciar sus preferencias por la luminosidad de los espacios que proyecta, por la sobriedad de los volúmenes de sus edificios, exentos de todo tipo de adorno, y el color blanco que es el gran referente cromático de sus edificios.

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Si hay una obra, a mi modo de ver, que sintetiza los rasgos más específicos de las obras del arquitecto portugués es la Iglesia de Santa María ubicada en el pueblecito de Marco de Canavezes, a unos cien kilómetros de Oporto.

A quienes están acostumbrados a admirar la grandiosidad de las grandes catedrales como cumbres de la arquitectura religiosa se llevarían un chasco si contemplaran esta obra de una extrema austeridad, yo diría que casi franciscana.

La sencilla volumetría y un blanco absoluto, tanto en el exterior como en el interior, son los elementos que presiden esta iglesia. Y si uno penetra dentro, comprobará la ausencia de imágenes, cuyo valor religioso y simbólico es sustituido por la tamizada luz que penetra desde las altas cristaleras de uno de sus laterales. En resumen, lo opuesto al barroquismo que encontramos en la mayoría de la arquitectura religiosa en las tierras hispanas y andaluzas.

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Alvaro Siza ha proyectado bastantes obras en nuestro país. Comenzó en 1993 con el Centro Gallego de Arte Contemporáneo, ubicado en Santiago de Compostela. Siete años más tarde, en la misma ciudad, proyectaría la Facultad de Ciencias de la Comunicación. También en Barcelona, Alicante, Bilbao o Pontevedra se encuentran obras firmadas por él. No obstante, es en Portugal donde se encuentran sus trabajos más emblemáticos, ya que el reconocimiento que tiene en su país es enorme.

De este modo, quien tuviera ocasión de acercarse a Lisboa, con motivo de la Expo'98 que se celebraba en la capital de ese país, podía haber contemplado el pabellón portugués. Otra vez, la máxima simplicidad plasmada a base de dos volúmenes enfrentados, semejantes a paralepípedos rectangulares, lograban articularse con la unión de una especie de estrecha lámina de hormigón armado, levemente curvada, que los unía a modo de cubierta.

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Pero si tuviera que destacar la obra más significativa del arquitecto portugués, me decantaría por la restauración que dirigió en el barrio de Chiado de Lisboa.

Quienes conozcan la bella y nostálgica capital portuguesa, inevitablemente tendrán noticias de este barrio ubicado en pleno corazón de la ciudad. Lleno de cafeterías, librerías, tiendas, teatros… es lo más tradicional y cosmopolita que encontramos en este país hermano.

Pues bien, el 25 de agosto de 1988, un incendio que comenzó en una tienda de la Rua do Carmo se extendió de manera imparable a los edificios de las avenidas colindantes, algunos de ellos del siglo XVIII. El incendio fue pavoroso. El daño enorme.

La restauración, como no podía ser de otro modo, se le encargó a Alvaro Siza. Y allí dejó toda su sabiduría y conocimiento, de modo que en la actualidad quien lo visita no se imagina que ese barrio lisboeta décadas atrás fue pasto de las llamas.

Por fortuna, hay grandes arquitectos que son capaces de restaurar las heridas de viejos y valiosos edificios de modo que otra vez puedan formar parte de la imagen urbana que tenemos de ciudades tan entrañables como es Lisboa.

AURELIANO SÁINZ

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