La Hermandad de la Virgen de Belén celebró ayer la Gloriosa Procesión de Alabanzas que trasladó a la venerada imagen desde su ermita, junto al Cementerio Municipal de San Francisco Solano, hasta la Basílica Pontificia de San Juan de Ávila, en uno de los momentos más esperados del calendario religioso montillano.
El cortejo arrancó al término de la santa misa, alrededor de las ocho de la tarde, cuando las campanas repicaron y la Virgen de Belén comenzó a recorrer un itinerario que, más que calles, parecía un camino de recuerdos compartidos. El Llano de Belén, el Camino de Belén, Julio César, Santa Brígida, Felipe IV, Gran Capitán, Capitán Alonso de Vargas, San Juan de Ávila, Plaza de la Rosa y Corredera fueron escenario de una marea de devoción que acompañó a la Patrona de los Campos Montillanos hasta el templo donde reposan los restos del Doctor de la Iglesia universal.
No fue un simple traslado. Las fachadas engalanadas, las ventanas abiertas al aire todavía cálido de septiembre y los aplausos espontáneos dibujaron un ambiente que mezclaba solemnidad con fervor popular. Vecinos y vecinas de la calle Santa Brígida prepararon una acogida especial, con colgaduras y detalles que despertaron la emoción de quienes caminaban junto al paso.
Y cuando el sonido de la Asociación Músico Cultural "Nuestra Señora de la Paz", llegada desde Marmolejo (Jaén), se dejó sentir con fuerza, el cortejo alcanzó uno de esos instantes que permanecen en la memoria colectiva. La banda repitió participación tras el entusiasmo generado el año pasado, y sus sones acompañaron a la Virgen como un manto sonoro de fe.
La procesión puso el broche a la solemne novena que se inició el pasado 5 de septiembre. Han sido jornadas de oración y recogimiento en las que se ha alternado el rezo del santo rosario con eucaristías predicadas por Fernando Suárez Tapiador, Javier González Martínez y Florencio Muñoz García.
Durante esos días, el templo se ha llenado de fieles dispuestos a renovar su vínculo con la Virgen, reforzando una tradición que, aunque no cuenta con reconocimiento oficial, late en la conciencia popular: la de considerarla Patrona de los Campos Montillanos.
La jornada previa, coincidiendo con la festividad del Dulce Nombre de María, estuvo marcada por la ofrenda floral. Los nardos depositados en las manos de la Virgen sirvieron para exornar su trono, perfumando la procesión de un aroma que evocaba pureza y continuidad. Ese gesto, sencillo y repetido año tras año, mantiene viva la identidad de la hermandad y su manera de expresar gratitud.
Pero la devoción no concluye aquí. Hoy domingo, a las ocho de la tarde, se celebrará en la Basílica de San Juan de Ávila la solemne función principal de regla, otra cita señalada en el calendario litúrgico local. Y del 15 al 20 de septiembre, la Virgen permanecerá expuesta en el templo de la Corredera durante el Septenario de Gloria, brindando a los fieles un espacio de cercanía y veneración en un ambiente de recogimiento.
El final de los cultos llegará el próximo domingo, 21 de septiembre. Ese día, con la primera luz del amanecer, la imagen será trasladada en Rosario de la Aurora hasta su ermita. Será un regreso íntimo, en el que la misa en el Llano de Belén marcará un punto de encuentro entre generaciones. Allí, tras la oración, los devotos compartirán el tradicional desayuno de tortas y chocolate, un ritual sencillo pero cargado de humanidad que, como las mejores costumbres, se repite sin necesidad de grandes discursos.
La historia que sustenta todo este fervor se remonta al siglo XVI. La Virgen de Belén, tallada en madera en el último tercio de esa centuria, nació como una figura sedente y con el tiempo fue adaptada a su posición erguida actual, con antebrazos postizos para facilitar el vestuario.
Su cabeza mantiene todavía un ligero giro que recuerda la concepción primitiva. La autoría es desconocida, pero no lo es la huella que ha dejado en Montilla. Restauraciones como la de José Luis Varo, a mediados del siglo XX, o la de Miguel Arjona Navarro en 1992, han garantizado que su presencia siga iluminando a quienes la miran.
Algunas fuentes aseguran que sustituyó a una pintura anterior, que todavía se conserva en la sede de Cáritas Parroquial. Y aunque nunca ha recibido título oficial, sacerdotes locales impulsaron en el siglo XX el reconocimiento de la Virgen como Patrona de los Campos Montillanos, un nombramiento que, sin necesidad de certificados oficiales, se sostiene en la fe transmitida de padres a hijos.
Anoche, con la procesión de alabanzas, Montilla no solo acompañó a la patrona de sus campos en un recorrido solemne. También revivió una historia que habla de raíces, de memoria compartida y de una devoción que, década tras década, sigue escribiendo capítulos nuevos sin perder el eco de los testimonios más antiguos.
El cortejo arrancó al término de la santa misa, alrededor de las ocho de la tarde, cuando las campanas repicaron y la Virgen de Belén comenzó a recorrer un itinerario que, más que calles, parecía un camino de recuerdos compartidos. El Llano de Belén, el Camino de Belén, Julio César, Santa Brígida, Felipe IV, Gran Capitán, Capitán Alonso de Vargas, San Juan de Ávila, Plaza de la Rosa y Corredera fueron escenario de una marea de devoción que acompañó a la Patrona de los Campos Montillanos hasta el templo donde reposan los restos del Doctor de la Iglesia universal.
No fue un simple traslado. Las fachadas engalanadas, las ventanas abiertas al aire todavía cálido de septiembre y los aplausos espontáneos dibujaron un ambiente que mezclaba solemnidad con fervor popular. Vecinos y vecinas de la calle Santa Brígida prepararon una acogida especial, con colgaduras y detalles que despertaron la emoción de quienes caminaban junto al paso.
Y cuando el sonido de la Asociación Músico Cultural "Nuestra Señora de la Paz", llegada desde Marmolejo (Jaén), se dejó sentir con fuerza, el cortejo alcanzó uno de esos instantes que permanecen en la memoria colectiva. La banda repitió participación tras el entusiasmo generado el año pasado, y sus sones acompañaron a la Virgen como un manto sonoro de fe.
La procesión puso el broche a la solemne novena que se inició el pasado 5 de septiembre. Han sido jornadas de oración y recogimiento en las que se ha alternado el rezo del santo rosario con eucaristías predicadas por Fernando Suárez Tapiador, Javier González Martínez y Florencio Muñoz García.
Durante esos días, el templo se ha llenado de fieles dispuestos a renovar su vínculo con la Virgen, reforzando una tradición que, aunque no cuenta con reconocimiento oficial, late en la conciencia popular: la de considerarla Patrona de los Campos Montillanos.
La jornada previa, coincidiendo con la festividad del Dulce Nombre de María, estuvo marcada por la ofrenda floral. Los nardos depositados en las manos de la Virgen sirvieron para exornar su trono, perfumando la procesión de un aroma que evocaba pureza y continuidad. Ese gesto, sencillo y repetido año tras año, mantiene viva la identidad de la hermandad y su manera de expresar gratitud.
Pero la devoción no concluye aquí. Hoy domingo, a las ocho de la tarde, se celebrará en la Basílica de San Juan de Ávila la solemne función principal de regla, otra cita señalada en el calendario litúrgico local. Y del 15 al 20 de septiembre, la Virgen permanecerá expuesta en el templo de la Corredera durante el Septenario de Gloria, brindando a los fieles un espacio de cercanía y veneración en un ambiente de recogimiento.
El final de los cultos llegará el próximo domingo, 21 de septiembre. Ese día, con la primera luz del amanecer, la imagen será trasladada en Rosario de la Aurora hasta su ermita. Será un regreso íntimo, en el que la misa en el Llano de Belén marcará un punto de encuentro entre generaciones. Allí, tras la oración, los devotos compartirán el tradicional desayuno de tortas y chocolate, un ritual sencillo pero cargado de humanidad que, como las mejores costumbres, se repite sin necesidad de grandes discursos.
La historia que sustenta todo este fervor se remonta al siglo XVI. La Virgen de Belén, tallada en madera en el último tercio de esa centuria, nació como una figura sedente y con el tiempo fue adaptada a su posición erguida actual, con antebrazos postizos para facilitar el vestuario.
Su cabeza mantiene todavía un ligero giro que recuerda la concepción primitiva. La autoría es desconocida, pero no lo es la huella que ha dejado en Montilla. Restauraciones como la de José Luis Varo, a mediados del siglo XX, o la de Miguel Arjona Navarro en 1992, han garantizado que su presencia siga iluminando a quienes la miran.
Algunas fuentes aseguran que sustituyó a una pintura anterior, que todavía se conserva en la sede de Cáritas Parroquial. Y aunque nunca ha recibido título oficial, sacerdotes locales impulsaron en el siglo XX el reconocimiento de la Virgen como Patrona de los Campos Montillanos, un nombramiento que, sin necesidad de certificados oficiales, se sostiene en la fe transmitida de padres a hijos.
Anoche, con la procesión de alabanzas, Montilla no solo acompañó a la patrona de sus campos en un recorrido solemne. También revivió una historia que habla de raíces, de memoria compartida y de una devoción que, década tras década, sigue escribiendo capítulos nuevos sin perder el eco de los testimonios más antiguos.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR






































































