La Semana Santa de Montilla se encuentra ya inmersa en esos días que, para muchos vecinos de la localidad, son los más esperados por el sabor tradicional y añejo que conquista las calles al paso de sus cofradías y que invitan a retornar a su pueblo a familias enteras que, por diferentes motivos, abandonaron su tierra para labrarse un futuro mejor.
Durante la jornada de ayer, la Hermandad de Jesús Preso y María Santísima de la Esperanza, junto a la Hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia y María Santísima de la Amargura –única protagonista de la Madrugá– hicieron que las calles se atestaran de público ansioso por disfrutar de cada detalle de ambas corporaciones.
En lo que respecta a la popular Hermandad de Los Panciblancos, el cortejo trataba de abrirse paso por una Plaza de la Rosa abarrotada de público. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría décadas atrás, el histórico enclave ofrecía ayer un contraste bastante significativo entre los hermanos de luz que se iniciaban en su estación de penitencia y una parte del público que, cubata en mano, travestía la expectación y la devoción propias que despiertan el paso de las cofradías, en una suerte de caseta al aire libre que dista mucho del espíritu de penitencia que ha impregnado a nuestras hermandades desde hace más de cinco siglos.
Pese a todo, la corporación cuya sede canónica se encuentra en la Ermita de la Rosa se adentraba en sus dominios para disponer a sus sagrados titulares en la Plaza de la Rosa y, de este modo, dar paso al tradicional acto de El Prendimiento a Jesús Preso, a cargo del Cuerpo de Romanos de la propia hermandad.
De esta manera se inauguraba una estación de penitencia histórica, por ser la primera en la que los capirotes y los fajines de los nazarenos solo lucieron en morado y verde, desterrándose así los colores azul y rojo reservados, hasta ahora, para los penitentes de los tramos de la Oración en el Huerto y del Cristo de la Columna.
Y si, como dice el dicho popular, "tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión", el nuevo dorado del misterio de la Oración en el Huerto relució de manera especial, al igual que los nuevos acompañamientos musicales escogidos por la Junta de Gobierno de la cofradía, que hicieron que el público se conmoviera al paso de las cuatro imágenes.
Apenas una hora después, y en otro de los puntos calientes de la Semana Santa de Montilla, Nuestro Padre Jesús Nazareno bendecía a su pueblo en un acto que ya se ha convertido en seña de identidad del Jueves Santo y que volvió a abarrotar una iglesia de San Agustín, engalanada para la estación de penitencia del Viernes Santo, en la que los fieles y devotos podrán ver en el dulce rostro del Señor de la Calle Ancha los rayos de sol acariciándole su tez morena.
Con la llegada de la medianoche, y con la Luna de Nisán coronando ya el cielo montilla, el Señor de la Misericordia, que estrenaba nueva parihuela, volvía a ser enclavado en el Barrio de la Cruz ante el llanto desconsolado de su Madre de la Amargura, en un Llanete en el que apenas cabía un alfiler. La cofradía, escoltada por largas filas de penitentes con capirote rojo y hábito negro, ponía el sabor sobrio y añejo a la Madrugada del Viernes Santo.
En esta ocasión, la hermandad del populoso Barrio de la Cruz ha cerrado una estación de penitencia muy especial, en la que han recordado esos cincuenta años de existencia, con un recorrido por el centro neurálgico de Montilla. Una ocasión singular en la que, sin embargo, no se ha podido estrenar la fase finalizada de talla del paso del Señor de la Misericordia, debido a la falta de costaleros que viene sufriendo la cofradía desde hace algunos años.
Durante la jornada de ayer, la Hermandad de Jesús Preso y María Santísima de la Esperanza, junto a la Hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia y María Santísima de la Amargura –única protagonista de la Madrugá– hicieron que las calles se atestaran de público ansioso por disfrutar de cada detalle de ambas corporaciones.
En lo que respecta a la popular Hermandad de Los Panciblancos, el cortejo trataba de abrirse paso por una Plaza de la Rosa abarrotada de público. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría décadas atrás, el histórico enclave ofrecía ayer un contraste bastante significativo entre los hermanos de luz que se iniciaban en su estación de penitencia y una parte del público que, cubata en mano, travestía la expectación y la devoción propias que despiertan el paso de las cofradías, en una suerte de caseta al aire libre que dista mucho del espíritu de penitencia que ha impregnado a nuestras hermandades desde hace más de cinco siglos.
Pese a todo, la corporación cuya sede canónica se encuentra en la Ermita de la Rosa se adentraba en sus dominios para disponer a sus sagrados titulares en la Plaza de la Rosa y, de este modo, dar paso al tradicional acto de El Prendimiento a Jesús Preso, a cargo del Cuerpo de Romanos de la propia hermandad.
De esta manera se inauguraba una estación de penitencia histórica, por ser la primera en la que los capirotes y los fajines de los nazarenos solo lucieron en morado y verde, desterrándose así los colores azul y rojo reservados, hasta ahora, para los penitentes de los tramos de la Oración en el Huerto y del Cristo de la Columna.
Y si, como dice el dicho popular, "tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión", el nuevo dorado del misterio de la Oración en el Huerto relució de manera especial, al igual que los nuevos acompañamientos musicales escogidos por la Junta de Gobierno de la cofradía, que hicieron que el público se conmoviera al paso de las cuatro imágenes.
Apenas una hora después, y en otro de los puntos calientes de la Semana Santa de Montilla, Nuestro Padre Jesús Nazareno bendecía a su pueblo en un acto que ya se ha convertido en seña de identidad del Jueves Santo y que volvió a abarrotar una iglesia de San Agustín, engalanada para la estación de penitencia del Viernes Santo, en la que los fieles y devotos podrán ver en el dulce rostro del Señor de la Calle Ancha los rayos de sol acariciándole su tez morena.
Con la llegada de la medianoche, y con la Luna de Nisán coronando ya el cielo montilla, el Señor de la Misericordia, que estrenaba nueva parihuela, volvía a ser enclavado en el Barrio de la Cruz ante el llanto desconsolado de su Madre de la Amargura, en un Llanete en el que apenas cabía un alfiler. La cofradía, escoltada por largas filas de penitentes con capirote rojo y hábito negro, ponía el sabor sobrio y añejo a la Madrugada del Viernes Santo.
En esta ocasión, la hermandad del populoso Barrio de la Cruz ha cerrado una estación de penitencia muy especial, en la que han recordado esos cincuenta años de existencia, con un recorrido por el centro neurálgico de Montilla. Una ocasión singular en la que, sin embargo, no se ha podido estrenar la fase finalizada de talla del paso del Señor de la Misericordia, debido a la falta de costaleros que viene sufriendo la cofradía desde hace algunos años.
ÁLVARO CARRASCO / J.P. BELLIDO
REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
VÍDEOS: MONTILLA COFRADE
REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
VÍDEOS: MONTILLA COFRADE
