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Mercedes C. Belloso | El municipio y los autónomos (II)

Hay un dicho popular que dice “cría fama y échate a dormir” que pienso que viene muy bien para el caso que vuelvo a retomar, después del primer artículo que dediqué a los autónomos y que ha generado algunos comentarios que me gustaría aclarar con una segunda parte en la que abordaré otros conceptos relacionados.



Tenemos la fea costumbre de meter a todos y todas en el mismo saco, de manera que cuando hablamos de algo, tendemos a englobar y maximizar, extendiendo nuestros dichos populares a todos sin excepción. Así, cuando decimos “todos los hombres son iguales” –es el primer ejemplo que me ha venido a la cabeza, no hay ningún trasfondo en el mismo– caemos en la injusticia de la generalización.

Igual ocurre en este tema. Cuando hablé de los autónomos, algunos lectores dijeron que me había quedado "corta" en mi análisis, ya que no había hablado de los autónomos que tienen grandes ingresos. Y sí, es cierto: no me referí a esos autónomos, aunque lo hice de forma consciente ya que, como bien indicaba en mi artículo, prefería centrarme en los pequeños, en aquellos que se enmarcan y se comparan con los grandes aunque no tienen ni una tercera parte de sus ingresos. Y es que estos pequeños autónomos son englobados por Hacienda y por la Seguridad Social en el mismo régimen que los que tienen mayor facturación, algo que me parece totalmente injusto.

En el centro urbano de cualquier pueblo de España observamos locales comerciales que abren y cierran constantemente, con actividades distintas. Se trata, en muchos casos, de emprededores que buscan una oportunidad de supervivencia en el trabajo por cuenta propia y que, muchas veces, terminan cerrando sus negocios agobiados por los impuestos y las tasas que pagan, ya que las ganancias de su trabajo acaban, en gran medida, en las arcas públicas.

Algo no está funcionando. En mi opinión, falta formación y seguimiento hacia estos emprendedores que, en ocasiones, y por desconocimiento, no gestionan bien sus negocios. No obstante, es obvio que se exigen demasiados impuestos para los pequeños emprendedores, que se enfrentan al mismo porcentaje de impuestos que los grandes, es decir, aquellos cuya facturación supera con creces los 1.000 o 2.000 euros de ganancia con respecto a uno pequeño.

Por ello creo que hay que hacer reformas en las leyes para los autónomos y diferenciar entre los pequeños y los grandes e, incluso, entre los medianos. Para ello, y como ya dije en el artículo anterior, además de estas reformas, se hace necesario que se pueda contribuir por factura emitida, remitiendo los impuestos y retenciones como también las cuotas en relación a lo que se factura.

De esta forma, se podría fomentar de forma eficiente que las personas que hoy día trabajan de manera clandestina, bajo la economía sumergida, pudieran darse de alta en el régimen de autónomos sin tener miedo a los impuestos que deben afrontar y pagar solo por lo que facturan.

Otra de las cuestiones a las que me refería y que quiero profundizar es la diferencia y discriminación que existe actualmente entre el asalariado y el autónomo. Y aunque es cierto que se han producido grandes avances en las leyes para el sector, aún es mucho el camino que hay que recorrer, ya que la diferencia de las pensiones por jubilación son el primer detonante de la discriminación que existe en el sector. No en vano, un autónomo cobra hasta un 40 por ciento menos que un asalariado. Mucha diferencia.

La Agenda 2030 defiende la necesidad de avanzar como sociedad “sin dejar a nadie atrás” y, como podemos observar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), hay varios puntos específicos que nos hablan en sus metas de la erradicación de las desigualdades; de poner fin a la pobreza en todas sus dimensiones y de promover el trabajo decente y digno, lo que implica que desde la mirada de la Agenda 2030 y con el compromiso adquirido por España como uno de los 193 Estados firmantes para su implementación, se hace necesario analizar este sector, al igual que otros, promoviendo la igualdad de condiciones entre todos los sectores.

En España es muy común escuchar frases despectivas sobre los empresarios. En Andalucía, por ejemplo, aún persiste en el imaginario colectivo la figura del señorito y, en ocasiones, dentro de ella se engloba a algunos autónomos que, de forma valiente, se embarcan en la aventura de ser emprededores, poniendo en riesgo su propio capital y moviendo la economía y el trabajo.

Es verdad que existen fraudes, sí, pero no podemos decir que todos los autónomos son fraudulentos por el simple hecho de intentar buscar las oportunidades que en muchas de las ocasiones el sistema donde viven no les da ni les facilita.

Hablar de emprendedores y de trabajo es hablar del siglo XXI, ya que son muchas las carreras universitarias y los másteres que promocionan y educan a sus alumnos para ser emprendedores y tener su propio negocio, con lo cual, creo que estamos viviendo en un siglo con costumbres y leyes de siglos pasados, lo que hace que la agilidad con la que el Estado tendría que intervenir para que exista un verdadero bienestar se convierte en muros que hay que ir derrumbando.

Por desgracia, hay muchos colectivos que defienden más el pasado que el presente y se sienten ofendidos por las medidas que se puedan tomar y, como consecuencia, las posibles propuestas que se pudieran hacer sobre la mejora de los sectores como el de los autónomos se quedan siempre a medias y sin grandes avances.

Se hace necesario, pues, que trabajemos los ODS y la Agenda 2030 para romper con estereotipos y avancemos hacia las demandas reales de las personas en nuestros municipios. Para ello, tenemos que contar con todos y todas y construir una hoja de ruta democrática y participativa, con transparencia y con la legitimidad del pueblo, escuchando las demandas y luchando para mejora de los colectivos locales y sectores como el de los autónomos, lo que dará como resultado municipios más fuertes y capaces de gestionar desde y para las personas, dejando de lado las ideologías y participando de un proyecto de todos y todas.

MERCEDES C. BELLOSO
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