El Llanete de San Agustín volvió a convertirse este Viernes Santo en el “kilómetro cero” de la Semana Santa de Montilla. Con las primeras luces del día, la calle Ancha recuperaba un año más la certeza común de la memoria colectiva, en una mañana soleada, en la que los montillanos –llegados desde todos los confines del planeta– se echaron a la calle para arropar a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores.

El cortejo, que se desarrolla a lo largo de seis horas, se abría con la imagen dieciochesca de Jesús Rescatado, acompañado por el redoble rotundo de la Centuria Romana Munda que, en torno a las tres de la tarde, realizaba en la calle Ancha el acto de La Lanzada al Cristo de la Yedra, el majestuoso crucificado que, según la tradición, habló a San Juan de Ávila.
El desfile procesional lo completaban los titulares de la hermandad, fundada en 1590 y afectada por la exclaustración de los agustinos en el año 1835. Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores volvieron a bendecir los campos en el Paseo de Cervantes y al propio municipio ante las puertas del templo agustino que, unas horas más tarde, se vestiría de luto para asistir a la salida de la Pontificia Hermandad del Santo Entierro.

Por segundo año consecutivo, la falta de costaleras impidió que Nuestra Señora de las Angustias celebrara estación de penitencia por las calles de Montilla, junto a las imágenes de San Juan Evangelista, María Santísima de la Soledad y del Cristo Yacente, que recorrió la localidad al lúgubre ritmo que marcaba el tambor de Viruta, seguido muy de cerca por la comitiva de autoridades.
Noventa minutos antes de la salida desde San Agustín de la Hermandad del Santo Entierro, el centro de atención se había situado muy cerca, en la calle Fuente Álamo, desde donde iniciaba su estación de penitencia la Hermandad del Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo, Santo Nombre de Jesús, María Santísima de la Encarnación y San Juan de Ávila, que volvió a confiar su acompañamiento musical a la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Rosario de Cádiz.

El impresionante misterio, obra del imaginero cordobés Antonio Bernal, puso el broche de oro a una jornada luminosa, en la que los montillanos reviven estampas repetidas durante décadas y que perviven atadas a los repliegues de la memoria de un pueblo que vibra cada Viernes Santo como si fuera el primero. Como si fuera el último.

El cortejo, que se desarrolla a lo largo de seis horas, se abría con la imagen dieciochesca de Jesús Rescatado, acompañado por el redoble rotundo de la Centuria Romana Munda que, en torno a las tres de la tarde, realizaba en la calle Ancha el acto de La Lanzada al Cristo de la Yedra, el majestuoso crucificado que, según la tradición, habló a San Juan de Ávila.
El desfile procesional lo completaban los titulares de la hermandad, fundada en 1590 y afectada por la exclaustración de los agustinos en el año 1835. Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores volvieron a bendecir los campos en el Paseo de Cervantes y al propio municipio ante las puertas del templo agustino que, unas horas más tarde, se vestiría de luto para asistir a la salida de la Pontificia Hermandad del Santo Entierro.

Por segundo año consecutivo, la falta de costaleras impidió que Nuestra Señora de las Angustias celebrara estación de penitencia por las calles de Montilla, junto a las imágenes de San Juan Evangelista, María Santísima de la Soledad y del Cristo Yacente, que recorrió la localidad al lúgubre ritmo que marcaba el tambor de Viruta, seguido muy de cerca por la comitiva de autoridades.
Noventa minutos antes de la salida desde San Agustín de la Hermandad del Santo Entierro, el centro de atención se había situado muy cerca, en la calle Fuente Álamo, desde donde iniciaba su estación de penitencia la Hermandad del Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo, Santo Nombre de Jesús, María Santísima de la Encarnación y San Juan de Ávila, que volvió a confiar su acompañamiento musical a la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Rosario de Cádiz.

El impresionante misterio, obra del imaginero cordobés Antonio Bernal, puso el broche de oro a una jornada luminosa, en la que los montillanos reviven estampas repetidas durante décadas y que perviven atadas a los repliegues de la memoria de un pueblo que vibra cada Viernes Santo como si fuera el primero. Como si fuera el último.
J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ ANTONIO AGUILAR

















































