Somos ricos. Y no, no me he vuelto loca. Simplemente, creo que los españoles somos ricos, pero que no podemos notarlo porque nos han estado robando. No sé si habrá por ahí algún economista, persona aburrida, o alguien que tenga acceso a los datos que haya hecho este trabajito, pero si empezamos a sumar todos los millones de euros que hay detrás de la trama Gürtel, del caso Malaya, de los ERE y de los cursos de formación de Andalucía, sin olvidar las tramas de corrupción de Valencia y Madrid, los desfalcos que se han producido en muchos ayuntamientos de España y de los fraudes fiscales de las grandes fortunas y de los equipos de fútbol... Si sumáramos todos esos millones, pero no de pesetas, sino de euros, la cantidad resultante no cabría en nuestra cabeza.
Seamos ilusos e imaginemos que todos estos corruptos y defraudadores devolvieran el dinero estafado. Entonces tendríamos pensiones mínimas de 1.000 euros y no tendríamos que ver a nuestros mayores haciendo más números que la azafata de las gafas del Un, dos, tres. Podríamos ayudar a los parados de larga duración con empleos públicos remunerados.
Los hospitales tendrían miles de camas; el personal sanitario trabajaría con contratos dignos y no al 75 o al 10 por ciento. No habría listas de espera kilométricas. Los trabajadores podrían enviar a sus hijos a la universidad porque sería prácticamente gratuita y no como ahora, que está dirigida a clases altas, que son las que pueden pagar que el hijo termine la carrera en 20 años. El hijo del pobre tiene que aprobar todo y con nota para no ver desaparecer esa beca de la que depende su futuro.
Habría más maestros y menos clases saturadas de niños. Habría personal especializado para apoyar a los alumnos con problemas. Las carreteras no tendrían baches... Puedo seguir así hasta el infinito. Y una cosa que es muy importante: se nos quitaría la cara de tontos que tenemos los que madrugamos todos los días para trabajar duro y pagar impuestos. Si calculamos lo que pagamos por impuestos y seguridad social, nos salen varios meses de trabajo que realizamos de manera gratuita.
Yo doy gracias por tener un trabajo y por pagar impuestos, pero no para que roben. No para que se rían de mí. Y todo lo que he imaginado aquí es posible y no conseguimos que sea real porque somos unos conformistas que seguimos gritando "¡Vivan las cadenas!", como en la época de Fernando VII, uno de los peores reyes de la historia de España, de los que más maltrató al pueblo y al que, sin embargo, se apoyó.
Como seguramente muchos de ustedes no se puedan ir de vacaciones, como sí harán nuestros trabajados senadores, aquí les regalo una pieza que, para mí, solo con cerrar los ojos me lleva al verano.
Seamos ilusos e imaginemos que todos estos corruptos y defraudadores devolvieran el dinero estafado. Entonces tendríamos pensiones mínimas de 1.000 euros y no tendríamos que ver a nuestros mayores haciendo más números que la azafata de las gafas del Un, dos, tres. Podríamos ayudar a los parados de larga duración con empleos públicos remunerados.
Los hospitales tendrían miles de camas; el personal sanitario trabajaría con contratos dignos y no al 75 o al 10 por ciento. No habría listas de espera kilométricas. Los trabajadores podrían enviar a sus hijos a la universidad porque sería prácticamente gratuita y no como ahora, que está dirigida a clases altas, que son las que pueden pagar que el hijo termine la carrera en 20 años. El hijo del pobre tiene que aprobar todo y con nota para no ver desaparecer esa beca de la que depende su futuro.
Habría más maestros y menos clases saturadas de niños. Habría personal especializado para apoyar a los alumnos con problemas. Las carreteras no tendrían baches... Puedo seguir así hasta el infinito. Y una cosa que es muy importante: se nos quitaría la cara de tontos que tenemos los que madrugamos todos los días para trabajar duro y pagar impuestos. Si calculamos lo que pagamos por impuestos y seguridad social, nos salen varios meses de trabajo que realizamos de manera gratuita.
Yo doy gracias por tener un trabajo y por pagar impuestos, pero no para que roben. No para que se rían de mí. Y todo lo que he imaginado aquí es posible y no conseguimos que sea real porque somos unos conformistas que seguimos gritando "¡Vivan las cadenas!", como en la época de Fernando VII, uno de los peores reyes de la historia de España, de los que más maltrató al pueblo y al que, sin embargo, se apoyó.
Como seguramente muchos de ustedes no se puedan ir de vacaciones, como sí harán nuestros trabajados senadores, aquí les regalo una pieza que, para mí, solo con cerrar los ojos me lleva al verano.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ
