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Lecciones de primavera en Montilla

Montilla venció de nuevo al tiempo y sorteó al fin el pellizco de la larga espera. El sol escribió nuevamente sus lecciones de primavera en las dos jornadas más luminosas de la Semana Santa local que, este año, arrancaban con una efeméride muy especial: la del primer centenario del Prendimiento, una singular muestra de la teatralidad barroca en la que sobresale la figura bíblica de Judas.

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Ante la atenta mirada de centenares de montillanos, la imagen de Jesús Preso –que recorrió las calles de la localidad ataviada con una túnica blanca y sin el resto de figuras que conforman su misterio- recibió el beso traidor mientras los lanceros de la cofradía realizaban tres genuflexiones para escenificar el prendimiento de esta bella talla concebida por Amadeo Ruiz Olmos.

El cortejo de la hermandad de Jesús Preso, uno de los más coloridos de la localidad, se completaba con la Oración en el Huerto –que, por segunda vez, iba portado a costal bajo la elegante granadera de la Agrupación Musical La Unión de Montilla-, así como con el centenario Cristo de la Columna y el deslumbrante palio plateado de la Esperanza.

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Apenas unas horas más tarde, el Cristo de la Misericordia volvía a expirar en el Llanete de la Cruz. Bajo un redoble de corazones desbocados, la poderosa imagen que hizo brotar de la madera el artista montillano Francisco Solano Salido era izada para ser colocada en su paso, mientras decenas de penitentes tocados con capirotes de color blanco iluminaban el itinerario de María Santísima de la Amargura.

Y tras la solemne Madrugada en torno a la parroquia de San Sebastián, la calle Ancha volvía a recuperar la certeza común de la memoria, en una mañana de globos, cornetas y cañadú, de olor a pestiño y altramuz dulce, de sabor a vino y de olor a nuevo.

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La hermandad del Nazareno pudo al fin sacarse la espinita del pasado año, regresando de nuevo al Llanete de San Agustín, en cuyo entorno volvió a celebrarse el tradicional acto de La Lanzada que la Centuria Romana Munda dedica al crucificado de La Yedra.

Y al igual que el Rescatado y Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima de los Dolores regresaba a su templo, exornada musicalmente por la Banda Pascual Marquina, cuyo retorno a la mañana del Viernes Santo montillano había sido largamente esperado por muchos de sus paisanos.

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Por la tarde, el protagonismo se focalizó en la recoleta capilla de la calle Fuente Álamo, que en los tres últimos años vio aglomerarse a sus puertas la paciencia de la espera, con esas almas con papeleta de sitio que, hasta ayer mismo, no vieron cumplido su sueño de cerrar una estación de penitencia completa rindiendo culto al Señor del Descendimiento.

La bella imagen de María Santísima de la Encarnación bendijo de nuevo las calles de Montilla bajo los acordes gaditanos que pusieron música al silencio triste de un Jesús muerto y descolgado que inicia su camino hacia el sepulcro en la misma iglesia de San Agustín.

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El sollozo sordo y afligido del Tambor de Viruta invitaba a los montillanos a dirigir la mirada a Nuestra Señora de Las Angustias, rota por el dolor del Hijo que sostiene en su regazo. Un año más, el Santo Sepulcro continuó con su centenario acopio de madrugadas atadas a la memoria y precedió al elegante paseo de la Soledad de María en su particular sueño de recogida que reconforta las penas y que, sin pretenderlo, anuncia ese rumor de ángeles que surgirá mañana de Santiago para despedir la Semana Mayor montillana.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
REPORTAJE GRÁFICO: BENJAMÍN PORTERO DUQUE
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