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España: cierre total

Desde que empezó el año me cuesta escribir de economía y, todo, porque quiero escribir sin caer en la desesperanza. Pero he de confesar que me ha sido imposible. Imposible ser insensible a lo que está pasando: multinacionales que se van, empresas que se cierran, concurso de acreedores, expedientes de regulación de empleo indiscriminados... Y todo el peso cayendo, una y otra vez, sobre el trabajador.

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A veces me pregunto: ¿estamos muertos? ¿Qué nos pasa? ¿Por qué seguimos con la cabeza agachada y con el miedo en el cuerpo? No creo en la violencia, pero sí en moverse para que los que están arriba, esos que están sordos ante nuestro dolor y sólo se dedican a ayudar a sus amigos a amasar fortunas, nos oigan.

El otro día, escuchando a Julio Anguita, fui consciente de una frase que escuché en la Universidad: “quien controla el mundo es el dinero”. Él hablaba de los lobbys, un término inglés que se podría traducir por "antesala" y que hace referencia a los grupos de poder que influyen sobre los gobiernos de los países para conseguir sus intereses. Jordi Évole le dedicó este domingo uno de sus Salvados.

Decía Anguita que no sólo hay que mirar al político que lo está haciendo mal, sino al que está detrás, sometiéndolo a sus deseos. El hecho de que los partidos políticos puedan tener donaciones anónimas es una vergüenza, porque esa donación no es tan anónima y siempre se quiere algo a cambio: un contrato público, una anmistía fiscal,…

Eso de la anmistía fiscal seguro que les suena, pero ¿saben en qué consiste? Pues yo se lo voy a explicar: la palabra "amnistía" viene del griego y significa "olvido". Resumiendo: yo, Estado, me olvido de que tú no has pagado los impuestos.

Sabrán ustedes que nuestro Gobierno creó una ley con este nombre para sus amigos, que consistía en que si declaraban el dinero negro que ocultaban, sólo tenían que pagar un 10 por ciento. Digo yo que si sabían que habían defraudado, lo que tendrían que haber hecho es ir a por ellos e investigarlos pues, como saben, en España los delitos fiscales no prescriben hasta los cuatro años. De manera que podrían haber recaudado para no tener que subir el IVA y hundir con ello el consumo.

Se da el agravio comparativo de que si un trabajador gana unos 1.000 euros, tiene que pagar como mínimo un 12 por ciento más el gravamen que le imponga cada comunidad autónoma; y si usted se ha dedicado a defraudar estos años, evitando pagar a la Seguridad Social, sólo tiene que pagar el 10 por ciento. El negocio es redondo.

Una cosa que sí me gustaría que aprendiéramos de los americanos es el concepto que tienen de lo público. Cuando algo es público, es de todos y pagado por todos y se cuida porque “lo he pagado yo con mis impuestos”. Aquí parece que lo público es gratis y que, como diría mi madre, “lo echan los árboles”. Deberíamos evitar abusar de los servicios públicos y denunciar a los defraudadores. Por si no lo saben, se pueden hacer denuncias anónimas en Hacienda.

Estoy indignada con todo lo que está pasando. A mí me parece que pagar a un ministro de Economía como el que tenemos es un despilfarro, porque si para salir de la crisis y para bajar el déficit sólo se le ocurre subir los impuestos, eso también se le ocurriría a una persona de inteligencia muy limitada.

Medidas que yo tomaría, para que no digan que critico sin dar soluciones, como hace la oposición en este país: bajaría las cotizaciones a la Seguridad Social para que se contrate a más gente –aunque se pague menos, habrá más gente cotizando, por lo que compensa-; agilizaría los trámites para ser autónomo y crear empresas; y abriría líneas de crédito públicas para las buenas ideas.

Por otro lado, haría auditorías en todas las Administraciones Públicas y pediría responsabilidades. Las auditorías las harían funcionarios, que tienen un sueldo fijo y no tienen miedo a perder su trabajo. Piensen: si yo contrato a una empresa para que me haga una auditoría y lo que me pone en el informe no me gusta, ¿la contrataré el año que viene? ¿Cómo va a haber transparencia ahí?

Además, cambiaría la ley para que los políticos y dirigentes de grandes empresas tuvieran responsabilidades penales, es decir, que pudieran ir a la cárcel. Mientras seamos un país mediocre, de amiguismo, donde no se valore el esfuerzo, la preparación y la honradez, no vamos a salir del hoyo.

Tenemos que levantarnos y, como dice Julio Anguita, conseguir un movimiento pacífico como el de Gandi, para que de una vez nos oigan y no se crean inmunes. Yo lo que veo es que se creen por encima del bien y del mal, porque nunca les pasa nada. Y eso tiene que cambiar.

Para despedirme decirles que, hasta donde yo sé, mi última gota de sangre es cordobesa y me enorgullezco de ello. Y esa sangre es la que me hace también sentir orgullo por dos cordobeses: Julio Anguita –porque, aunque estoy segura de que no pensamos igual en todo, me parece un político honrado- y José Castro, el juez que investiga el caso Urdangarín, por su valentía. Ambos hacen que siga creyendo en que es posible que en este país haya una democracia de verdad.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ A.
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