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Algún día tenía que pasar

Algún día tenía que pasar, hasta que, finalmente, pasó. Estaba la otra noche en casa con unos amigos viendo el programa que Salvados dedicó a la manipulación informativa en la televisión pública cuando uno dijo: “¿Por qué no pones Gandía Shore?”. Lo peor no fue la histriónica ocurrencia. Lo peor fue que lo cambiaron. ¡Mi círculo más íntimo está idiotizado! Aunque, para ser sincero, comencé a sospechar cuando a las manifestaciones multitudinarias de las plazas sólo asistía yo, el único de todos que tenía trabajo. C´est la vie. Luego se quejan y todo.

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Es increíble –y hasta digno de estudio- el grado de manipulación mental al que somos sometidos a diario con rotundo éxito. En una democracia se supone que el ciudadano debe estar informado de aquellos asuntos que son realmente importantes para su devenir personal y colectivo, pero sólo se nos informa de aquello que les interesa que sepamos.

Se está perdiendo la garantía de fiabilidad de la prensa. La prensa libre y con ética es la base de la libertad de expresión, pero ya nadie cree en el periodismo como un ejercicio libre y, mucho menos, con ética. Es el conocido fenómeno del "descrédito del periodismo" al que medios como La Razón, que ven su línea ideológica y deciden saltársela un par de kilómetros, contribuyen con sus portadas-ficción.

Todo este hecho del que hablamos se encuentra íntimamente ligado con la sobreexposición a la telebasura a la que nos vemos sometidos a diario. Se ha desplazado el ámbito de interés de los sucesos nacionales a la vida de cuatro desgraciados que se vende en prime time.

Esta redefinición de la agenda setting nos dice claramente en qué tenemos que pensar. Y la imposición, si se paran a pensar un momento, es muy triste: tenemos que pensar en Belén Esteban, no en economía. Porque no se piensen que porque se hable también a todas horas de la crisis están ustedes informados de ella. ¿Acaso alguien puede decirme quiénes son los mercados? Nombre y apellidos. Nadie.

Los jueves se trae pescado fresco al mercado de abastos, mismo. Imaginen que en su mercado de toda la vida alguien vende pescado podrido. ¿Usted qué haría? Imagino que no comprar en esa pescadería. Pero ahora póngase en el caso de que hubiera un pacto entre todos los puestos del mercado para no decir quién vende dicho pescado.

En la vida real hay un exhaustivo interés en ocultar la identidad de los mercados para que no identifiquemos las fuentes de financiación de los partidos políticos. ¿Se imagina que su banco, el de toda la vida, está metido hasta el cuello en la especulación financiera? ¿O que se descubra que el que ofrece créditos al mayor partido político del país es el que nos obliga a desmantelar la sanidad pública? Mejor hablar de "los mercados" en abstracto y que la vida siga su curso. Y ahora siga pensando que por ver las noticias está informado.

Y es que el efecto dominó que podría producirse si se dedicasen todas las horas de telebasura a explicar a los ciudadanos qué está pasando sería tan brutal que desmantelaría el Estado tal como lo conocemos. Pero interesa más generar cultura acrítica mediante programas destinados a borregos que, sin saberlo, se convierten en esponjas de la ideología microfascista con la que nos bombardean a diario.

Sí, no se extrañe, programas como Sálvame genera cultura microfascista, por muy homosexual que sea su presentador. Crean bronca, es su mayor espectáculo. Tratan asuntos ultrarreaccionarios (la sexualidad de fulanito, la homosexualidad de menganita y la folclórica) y centran todo su interés informativo en la vida privada de los demás. ¿¡A mí qué rábanos me importa que Rosa Benito se divorcie!?

Ya puestos a desfasar, hagamos telebasura útil. ¿Se imaginan un reality de una familia española con todos sus miembros en paro? Duro, ¿eh? Algo aprenderíamos.

PABLO POÓ
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