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El viaje de la primavera

Aquella muchacha me abrió su boca y echó a reír. Fue una extraña explosión horas antes de Navidad. El mar nos acompañaba al café mientras nuestros propios mundos aguardaban la huella del tiempo. Era una chica fácil y aquél, otro año que moría. Sin darme cuenta, como cada vez, volví a un mundo desconocido aunque no quisiera.

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Serie 'Primavera' || © orádea 2011

Quizá sea mi alma con alma de explorador. Quizá es el ansia de viajar lo que no me permite echar el ancla. A veces, sin embargo, arrío las velas y pinto un mar nuevo. En calma o no, eso no importa.

La tarde se esparcía suavemente, azulada y sedosa en el Mediterráneo. Yo miraba mis huellas oscuras sobre el paseo. En las suyas, aunque no lo distinguiera bien aún, adivinaba grises y claros, como una tarde que amenaza llover. Caminamos y la Navidad fue, de nuevo, como cada año.

Sin quererlo y sin saberlo, al cabo, encontré una imagen nueva entre mis pupilas. Por inercia buscamos la felicidad aunque viendo el oscuro acaecer de las huellas, no esperamos los colores. Al menos yo no.

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Serie 'Primavera' || © orádea 2011

Pero la magia de los viajes es no saber jamás que vas a encontrar después de las horas del café frente al mar. Sin embargo, adentrado ya en lo nuevo, me sentí como si hubiera estado justo al borde del camino durante mucho tiempo y preguntándome: "¿dónde está el camino?". Cuando me quise dar cuenta, iban creciendo amapolas que correteaban por los campos.

Andaba confiando en que la primavera llegara. No las tenía todas conmigo. Iba buscando entre los juncos como quien espera hallar un remolino de polen. Cuando me detuve a descansar, sentado al borde de la cama, con su sombra acariciando mi espalda, supe que nada llega como esperas. La primavera llegó meses antes.

Así todo comenzó a explotar con los rojos que se mecen al son del viento. Ese que genera tus pasos al andar. Así la habitación rosa se iluminó cada noche como un fanal tembloroso. La madera crecida en el suelo me invitaba a arder en su lugar. Las letras se apaciguaron pero resurgieron las estrellas. Y las ganas de estrellas. Las noches iban contando una por una.

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Serie 'Primavera' || © orádea 2011

La muchacha desapareció entre la gente en mitad de la noche. La busqué y encontré algo de la primavera que no sabía que esperaba. Calló la multitud como si nadie más pudiera reventar nuestras amapolas. Los días se descontaron uno a uno sin saber bien hacia dónde iban.

El paseo nos paseó de nuevo entre las leves dunas del Mediterráneo. Las aguas bajaban crecidas en aquel deshielo y la Naturaleza no paraba de moverse. Cuando me di cuenta, a la sombra de su cuerpo, recostado en los campos, me vi persiguiendo el leve titilar de las esporas en el trigo inquieto.

Sin saber bien qué significa todo esto, a veces vuelvo a esa playa. El día se desvanece con colores similares. Siempre me recuerda a aquellas horas tan antes de Navidad. El puerto recorta sus grandes grúas sobre el cielo. Hoy podría ser diciembre y nadie lo sabría.

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Serie 'Primavera' || © orádea 2011

No hay nada más excitante que viajar sin saber dónde vas. Dónde te llevarán las aguas de la marea. Todos nuestros pasos tienen pies viejos. Nosotros. Sin embargo nunca sabes qué tormenta hay detrás del cielo aunque estés mirando el celaje oscuro. Nunca sabes, de pie en un campo lleno de amapolas, aunque las estés viendo, qué amapola encontrarás, ni qué imagen aguarda al pie de su primavera.

DAVID CANTILLO
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