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Cuarenta alumnos

José Luis Barrera forma parte del grupo de Diversificación Curricular. Sabe que no puede repetir y no hace, salvo molestar, absolutamente nada. No estudia, no trae las tareas y se permite el lujo de pasarse las horas hablando. Acumula muchos partes de incidencias y ha sido expulsado varias veces del instituto.

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Sarai Alvarado suple su falta de aptitudes para el estudio con una muy buena predisposición al trabajo diario, hecho que valoran sus profesores por encima de las notas de sus exámenes porque, de no ser así, no aprobaría prácticamente ninguna asignatura.

Miriam García practica regularmente voleibol en un equipo con niñas de su edad. Los entrenamientos le quitan mucho tiempo de estudio y sus notas se están resintiendo; aunque aprueba, lo hace con notas muy bajas, y no es raro que vaya a clase con la tarea sin hacer.

María Aguirre es una alumna excelente. Nunca ha obtenido una nota inferior a Notable y se espera de ella un brillante futuro académico.

Luis Alba tiene 15 años. Sus padres se separaron hace poco y alterna dos semanas con su madre y otras tantas con su padre. Cuando está con su padre se descuida mucho, ya que este no se preocupa lo más mínimo por sus resultados académicos, y su rendimiento ha bajado notablemente este año.

José Antonio Martínez tiene un problema fundamental: no quiere entender las cosas, no presta atención a nada y lo hace todo mal. Su madre dice que es para llamar la atención porque, al parecer, tiene una hermana excelente y se siente desplazado en casa. Sea como fuere, su actitud en clase y su rendimiento son inaceptables.

Elvira Rodríguez es también una alumna brillante. Sus padres son médicos y acuden frecuentemente al instituto para interesarse por la progresión de su hija. Quiere estudiar Medicina y, si el sistema educativo no lo impide, tiene capacidad de sobra para lograrlo.

María José López invierte muchas horas en el estudio, aunque los resultados académicos no son los que ella desearía. Obtiene bastante ayuda de su hermana mayor, ya en la carrera universitaria

Alfredo Suárez también acude diariamente a entrenar: practica atletismo. Desde el instituto se le ha insistido a los padres, que únicamente acuden al centro para recoger unas notas en las que figuran varios suspensos, de la necesidad de compaginar los estudios y los entrenamientos, porque Alfredo ni trae hechos los deberes ni aprueba los exámenes. Pero los padres hacen caso omiso.

Jesús Alguacil ha mejorado significativamente desde principios de curso. Su nivel no es acorde con los estudios que está cursando pero, a fuerza de empeño y voluntad, está consiguiendo avanzar, a su ritmo.

Jalil Abdel llegó a España procedente de Marruecos hace tres años. Sus padres son temporeros y, durante el curso, vive con unos familiares asentados de manera estable en una misma residencia durante todo el año. Tiene muchos problemas en clase derivados de su falta de estudio y el cambio de idioma. Tiene una letra horrible, en parte por estar acostumbrado a escribir árabe, y su ortografía es un completo caos.

José Ramón Martínez es un alumno de apoyo. Tiene un horario alternativo en el que acude con una profesora específica para trabajar de manera individual. Su nivel es de tercero de Primaria y, cuando está con el resto de la clase, trabaja con su libro específico.

Sebastián Vargas es gitano y forma un grupo bastante sólido con alumnos de su misma etnia. Son prácticamente absentistas. No sabe leer y apenas logra escribir su nombre. Acude, los días que va, sin mochila a clase y, como es obvio, se entretiene durante las horas molestando.

A Joaquín Benjumea no le gusta trabajar. Nunca trae las tareas hechas a clase y, a pesar de sus malos resultados académicos, los padres solo aparecen por el instituto para recoger las notas. Es repetidor y sabe que, independientemente del número de asignaturas que suspenda, pasará de curso en virtud de la actual ley educativa. Otra cosa no, pero molestar en clase se le da genial.

La madre de Oscar Barrera se quedó embarazada con 16 años. Ha sido criado por su abuela en el más absoluto consentimiento; se levanta cuando quiere, habla en voz alta, lanza objetos a los compañeros. Ni que decir tiene que ha sido expulsado varias veces del centro, todas ellas, por supuesto, excusadas por su abuela, para quien su nieto está libre de toda mácula. Pasará de curso por imperativo legal.

José Manuel Barrera nunca acude a clase sin traer la tarea del día hecha y la lección aprendida. Es muy cómodo trabajar con él, le gusta aprender y demuestra un ansia constante de conocimiento.

Shanim Niewa es también hijo de temporeros. Ha llegado con el curso empezado y no se sabe si, cuando acabe la campaña agrícola, continuará en el instituto. No habla español, aunque parece que lo entiende. Acude a clase sin bolígrafo, hay que prestárselo y, de mala gana, completa unas fichas adaptadas para hablantes de árabe.

Teresa Montero falta mucho a clase y no puede seguir el ritmo del curso. Está en el programa de Diversificación y, como sabe que no puede repetir, se escuda detrás de su absentismo para no entregar las tareas ni estudiar para los exámenes.

Antonio Calderón es el inseparable de Sebastián Vargas. Comparten características y mal comportamiento. El día que acuden los dos al centro, se nota.

A Adrián Márquez le encanta leer: es un auténtico devorador de libros para su edad. Tiene una imaginación desbordante y un correctísimo estilo de escritura, sorprendente para la edad que tiene.

Juan Carlos del Río también acude a las clases de apoyo. Con un nivel de cuarto de Primaria, fuera del horario de apoyo trabaja su libro específico en las clases que comparte con el resto de los compañeros. Últimamente está entablando amistad con los alumnos más conflictivos del centro y su comportamiento en clase está empeorando a pasos agigantados.

Álvaro Pineda es muy introvertido. Le entusiasma el mundo de la informática, hasta el punto que dedica las tardes únicamente a jugar con el ordenador. Sus padres lo saben, así como que no trae los deberes hechos ni estudia para los exámenes, pero como va a pasar de curso por imperativo legal, se lo permiten sin mayores problemas.

Victoria Palomares trabaja constantemente en clase, aunque las notas de sus exámenes son muy irregulares. Sus padres se preocupan mucho por ella y acuden mucho al instituto a interesarse por su evolución. El trabajo diario es el que la salva.

Gina Pastor es prácticamente absentista. Sus padres están separados y, al parecer, reside alternativamente en casa de uno y de otro. Los Servicios Sociales han tomado cartas en el asunto por sus faltas injustificadas al centro, pero su ámbito de actuación es muy limitado. Sin unos mínimos conocimientos que avalen a esta repetidora e integrante del programa de Diversificación, pasará de curso el año que viene, como tantos otros, por imperativo legal y sin la más mínima base de conocimientos.

Daniel Pardo es otro alumno problemático. Su última expulsión del centro fue por fumar marihuana en los baños del instituto. Su comportamiento en clase es deplorable. Promocionará automáticamente de curso.

María del Carmen Cortés también es de etnia gitana. Es una alumna excelente, dentro de su nivel académico, que es bastante bajo debido a su tardía escolarización. Está aprendiendo a leer y ya sabe escribir y hacer una lista de la compra.

Marina Lamar, en cualquier otra clase, sería la mejor, pero la presencia de María Aguirre y Elvira Rodríguez la eclipsa y pasa a situarse en un segundo plano, a pesar de ser una alumna magnífica.

Carlos Antón tiene diagnosticados problemas de déficit de atención. Le cuesta mucho concentrarse y su nivel académico está varios cursos por debajo de este tercero de ESO al que pertenece. El profesorado le ha adaptado el nivel para que pueda trabajar algo en el aula y se dedica a elaborar fichas de Educación Primaria y primer ciclo de la ESO.

Fernando Fuentes tiene un bajo coeficiente intelectual. Intenta integrarse en el grupo a través del chiste soez, de la impertinencia en clase y, por consiguiente, se pasa más tiempo expulsado que dentro del aula.

María del Mar Espino muestra una gran voluntad de aprendizaje, pero su capacidad es limitada. Le cuesta todo mucho más que al resto y, a veces, se nota que se avergüenza por preguntar varias veces lo mismo y, en consecuencia, deja muchas cosas a medio entender.

Eduardo Ramírez no quiere estudiar. Ha repetido dos veces y no encuentra la manera de convencer a sus padres para que lo saquen del instituto y lo pongan a trabajar en el bar familiar que poseen. Naturalmente, no hace nada en clase, salvo molestar, en un intento, quizás, de que, mediante la acumulación de expulsiones, los padres cedan a la evidencia y no termine el curso.

Javier Rodríguez tiene diagnosticados problemas de atención y su nivel académico se sitúa un par de años por debajo del curso actual. Los profesores valoran su esfuerzo y tiene el contenido adaptado, pero no entiende los conceptos que se explican y trabaja con excesiva lentitud.

Patricia Hidalgo es muy despistada. Por más que se le recomienda que se compre un cuaderno, sólo usa en clase hojas de cuadros taladradas que pierde constantemente, con las dificultades para su aprendizaje que ello conlleva.

Daniel Jaramillo también tiene diagnosticados problemas de atención pero, a diferencia de Javier Rodríguez, ni trabaja ni lo intenta. Como no sigue el nivel de la clase, se aburre y se pone a hablar, a pintar en la mesa o a molestar.

La madre de Marta García se suicidó hace unos años. Este hecho marcó traumáticamente a la joven y prácticamente no habla desde entonces. No se le puede preguntar en clase: no responde. No interactúa con el mundo.

Los padres de Rosario Martínez están desesperados con su hija: se escapa de casa, llega borracha a casa a altas horas de la noche y ha tenido algún que otro altercado violento. En clase únicamente se limita a demostrar su enfado con el mundo y a reproducir el comportamiento que tiene en casa. Un regalo.

Cristian Ramos dedica la mayor parte del tiempo a dormir en clase, sobre todo las dos primeras horas. El resto de la jornada lectiva es difícil diferenciarlo de una mesa.

Javier García tiene muchos problemas de aprendizaje: no presta la suficiente atención, está siempre distraído y habla muchísimo en clase. Sus padres le han puesto un profesor particular con el que, poco a poco, va avanzando, aunque aún está lejos del nivel que le correspondería por la edad.

Adrián Jiménez ha tenido muchos problemas médicos desde su infancia, pero gracias a la voluntad de sus padres ha conseguido mantener el nivel académico a pesar de no haber asistido a clase con la regularidad deseada.

Francisco José Flores es un delincuente juvenil. Pertenece también al grupo de Diversificación y ha sido expulsado del instituto en varias ocasiones por agredir a otros alumnos y robar. Es muy agresivo con sus compañeros y con los docentes. Pasará de curso sin remedio a no ser que cambien la legislación educativa vigente.

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¿Qué? ¿Son muchos, verdad? Esto es una clase con cuarenta alumnos, es decir, el futuro que nos espera. Y está basado en hechos reales aunque, eso sí, los nombres y las situaciones no aluden a nadie en particular. Elevar la ratio de alumnos por clase, como se pretende, más que una medida de ahorro es un atentado flagrante contra la calidad del sistema educativo público. ¿Se entiende mejor así?

PABLO POÓ
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