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¿Solidaridad como moneda de cambio?

Desde hace tiempo he tenido mis prevenciones contra las ONG en general. Ya sé que me diréis que hay organizaciones no gubernamentales buenas y que están haciendo una labor impecable. Sin embargo, hay otras que nos han dado gato por liebre y su labor no ha estado tan clara. Admito que los prejuicios a priori no son recomendables ni sanos.

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En mis clases de Ética he defendido las variadas actuaciones de estas organizaciones aunque siempre con un “pero”: hay que disponer de referencias claras, esto es, informarse sobre los proyectos que realizan y de los ingresos que reciben para dicho menester, así como de quién los reciben. Y las cuentas deben cuadrar. Hay mucho emboscado en este denso monte.

Digamos que siempre he mantenido una actitud crítica frente a este reciente fenómeno de “ayuda-caridad”, en la mayoría de casos cívica. Digamos también que siempre me ha dado mucho miedo el adoctrinamiento y, por ello, en mi actitud crítica me he interesado por saber cuál era el ideario y qué subyacía en la trastienda de estas instituciones.

¿Son ideológicamente neutros estos organismos? “Detrás de la supuesta neutralidad ideológica de estos agentes se encuentran partidos, organizaciones religiosas, sindicatos, grupos de interés, grupos empresariales, etc., que destinan sus fondos en función de sus valoraciones y criterios generalmente ocultos…”, nos dice Ángeles Díez Rodríguez en el Diccionario Crítico de Ciencias Sociales.

Y dice algo más a tener en cuenta: “Lo que hasta hace unos años era, para gran parte de las ONG un trabajo voluntario basado en el compromiso político y social, pasa a ser un trabajo remunerado aunque con “sueldos solidarios” (inferiores a los ofrecidos en el mercado), contratación precaria, sin protección social (jubilación, seguro de desempleo, etc.), pero que en muchos casos permite reciclar a profesionales desempleados, que aceptando el principio de “sin ánimo de lucro” recortan sus exigencias salariales, de promoción, etc.”.

En estos días ha saltado a la fama informativa un amplio entramado que, utilizando la careta de las ONG, desviaba, manipulaba, se enriquecía con el dinero que las arcas públicas -en este caso las muy esquilmadas arcas valencianas- aportaba a programas de ayuda a países necesitados y con serios problemas para salir adelante.

Había un dicho que afirmaba que “nunca sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha (mano…)”. Aquí se ha cacareado a los cuatro vientos que “estamos auxiliando a…”. Y la sociedad valenciana dormía más tranquila esa noche al entender que los desprendidos mandatarios estaban echando un capote a gente menos favorecida. "Solidaridad" se llama ese valor humanitario. La solidaridad es la moneda de cambio a emplear para engatusar.

Escribía en días pasados Aureliano Sáinz sobre la compasión y explicaba que, en su etimología latina, se identificaba con “padecer con”, mientras que en su origen griego se equiparaba a "simpatía", entendida esta como “sentir con”.

Y en la fusión de ambos significados está la clave de lo que podríamos llamar “empatía” que implica ponerse en el lugar del otro, ser con el otro, hasta el punto de fundirse en él. Ello nos abriría, como por arte de magia, al Amor con mayúscula y en su más amplio sentido; a la común unión con el prójimo -"comunión laica" podríamos llamarla-; a compartir, a coexistir y convivir en plenitud, que serían valores añadidos como una plusvalía ética.

Indudablemente los derroteros por donde he llevado a la empatía son muestra de altos ideales y encumbrados sentimientos, que no todos los mortales somos capaces de demostrar. Y aquí viene el agujero negro por donde se esfuma la compasión. Entramos en el ámbito del amor propio, de “primero yo y después yo” y, si queda algo, pues para los demás.

Este puede ser el caso del entramado de desvío de dinero público de las ONG tapadera que, basándose en fines altruistas, de solidaridad y posiblemente algo de compasión -en el sentido menos lustroso de este valor- han hecho de su capa un sayo y han sacado pingües ganancias para ellos.

¡Éramos pocos y pario la abuela! Gürtel, Brugal, aeropuerto de Castellón, Emarsa, presunta financiación ilegal del PP, polémica visita del Papa, caso Nóos, contratos irregulares en los ferrocarriles valencianos, confuso accidente del metro y, ahora, quince detenidos por malversación, fraude en subvenciones y falsedad documental. Y “no era na lo del ojo…”.

Dinero para situaciones de pobreza “presuntamente” desviado para otros menesteres o desaparecido en combate. Hablamos de unos nueve millones de euros, manejados por dos Fundaciones: Fundación Cultural y de Estudios Sociales y la fundación Hemisferio (antes Solidaria Entre Pueblos). Claro que la solidaridad empieza por uno mismo... ¡Perdón, que eso era la caridad!

La trama de ONG de ayudas de cooperación trabajaba en países como Nicaragua, Haití, Guinea Ecuatorial y Republica Dominicana. Los fondos pasaban antes por cuentas bancarias de Miami, a las que están vinculados algunos de los supuestos imputados.

El número de inculpados hasta el momento es de 15 y solo uno de ellos permanece en prisión. En busca y captura hay miembros de fundaciones que están huidos del país. Cuatro arrestados eran miembros del Consell y sus nombres han salido en prensa. El resto de encartados son del mundo empresarial. El esculque de gorgojos aun no ha terminado. “El conseller Cabré pide la máxima contundencia con los imputados si se confirma la trama de Cooperación”.

En honor a la verdad, hay que decir que el actual president de la Generalitat está por la labor de limpiar la casa. Que lo consiga o no eso será otro cantar. Esperemos que depure responsabilidades hasta del último mono. Y que se les haga devolver el supuesto dinero desviado para hacer justicia de verdad. Caso contrario, seguiremos en las mismas. Me quedo con el dinero, me apartan del cargo y ¡aquí paz y después gloria!

Decía más arriba que detrás de este tipo de organizaciones hay distintas instituciones y por supuesto distintos intereses. Algunas de las ONG, que han prosperado como setas al amparo de una “supuesta solidaridad” a partir de los años ochenta, aunque el fenómeno arranca de 1940, son cuanto más pintorescas. Flaco favor hacen a las que trabajan bien.

Desde el Gobierno se sufraga con dinero público a distintas organizaciones (ONG) y variopintos grupos (feminismo, gay y lesbianas, a la mal llamada "lucha de género", etc.). Muchas de estas organizaciones pertenecen a países del tercer mundo (América Latina, Zimbabue, Vietnam o Marruecos y Egipto).

Por supuesto que no tengo nada en contra de asociaciones de gays y lesbianas, sean de donde sean. Estimo que cada cual puede y debe tomar partido por la opción vital que le parezca oportuna. Y creo que no tengo que demostrar que no soy antifeminista.

En los últimos años se ha repartido bastante ayuda. Esta información se puede encontrar rastreando prensa y en el Boletín Oficial del Estado (BOE). España ocupaba el séptimo lugar a nivel mundial y era uno de los principales donantes de Europa. Parece ser que esta línea de ayudas, dadas las circunstancias, será recortada.

¿Se ayuda por imperativo moral? ¿Por interés? ¿Por estrategia? En líneas generales, la ayuda a países necesitados subsume con frecuencia la responsabilidad ética junto a intereses espurios como los políticos.

Sí que tengo reparos en que se den ayudas a asociaciones existentes fuera de España, cuando aquí hay gente que lo está pasando muy mal. Ser solidario con los que sufren persecución, desprecio, arrinconamiento, honra a nuestro país a nivel internacional.

Tengo claro que debe haber prioridad a la hora de dar ayudas: primero a nuestros compatriotas que sufren en sus carnes los zarpazos de la crisis. Me estoy refiriendo a la gran cantidad de familias españolas que están por debajo del umbral de pobreza. ¡Primum vivere, deinde philosophare!

Debería darse prioridad (vivere) a todo tipo de ayuda, cuanta más mejor, para la gente de este país que pasa hambre. Y si hay posibilidad de prestar asistencia (philosophare) a esos colectivos externos desfavorecidos, pues estupendo.

PEPE CANTILLO
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