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Ítaca

Había dos opciones, estaba enamorado. Es de los que piensan que si ella es feliz, él también. No cae en la cuenta de que su felicidad, como en un 99 por cientode las veces, podía encontrarla junto a otra persona. Un masoquista del amor. No es un caso aislado, es un caso muy típico en nuestro día a día.

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Se piensa que es inmune a esa terrible bestia de los celos. Iluso. Cree que es fácil ver a esa mujer por la que siente el sentimiento más humano de todos, junto a su hermano odio, con otra persona que no sea él mismo. No hay alcohol suficiente que borre esa sensación, que haga olvidar.

Tiene varias opciones. Poner tierra de por medio. Sería duro, siempre es duro. Aquellos ojos le habían salvado más de una vez la vida. Su colchón en más de una ocasión fue una isla de besos, caricias, gemidos y sudor. Lo mantenía a salvo del mundo exterior. Lleno de ruidos, dióxido de carbono, caras grises.

Pero no puede. Hay una especie de cadena que mantiene su mente en una sonrisa determinada, la repite varias veces como si fuera una película. Aunque no todo está perdido. Reconoce que no es lógico estar pegado al teléfono esperando que suene, pensando excusas para llamar por si no lo hace.

La busca en otras pupilas, otras risas, otras curvas. Es inútil. Hay una sola. Como todo lo que merece la pena en esta vida. Tiene una pesadilla desde hace algunas noches. Ella mira melancólica y cuenta los doce pasos que la separan de la ventana. Por muchas veces que mire su impasible rostro, pidiendo alguna explicación razonable, entre risas y lamentos, le responde: "no puedo". Una vez libre, se va con el primero que pasa, y el carcelero lamenta no haber tirado la llave de la jaula.

Provoca que lleve varias noches sin dormir. Es ley de vida. Si no sufrimos algún desengaño tras otro, no hemos vivido. A veces se pone de buen humor. El otro no es un mal tipo, la trata bien. De hecho, cerraron varios bares la semana pasada. Esto nos deja la otra opción de la que hablo, es gilipollas. Al enemigo ni agua.

El eterno dilema. Quiere hacer las cosas bien, pero se pasa. Nos pasa a todos, no hay un libro de instrucciones. En estos temas la clave está en el ensayo-error. No hay otra forma. Caerse y volverse a levantar. De mil formas puede decirse.

Por fin cae en la cuenta. Es posible que pueda verla sin sentir resquemor alguno. Incluso podríamos estar hablando de una buena amistad. Llamarla de vez en cuando para tomar alguna copa que otra, un café, etc. Lo dicho, un masoquista del amor.

Podríamos decir que ya terminó su Troya particular. No fue arrasada ninguna ciudad, y aquí el protagonismo no lo tiene ningún caballito de madera. Tarde o temprano ese Ulises regresará a Ítaca. Hay tantas Penélopes...
CARLOS SERRANO
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