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Mordiendo las tetas

Mi alter ego me susurra que nuestro católico barco hundido por las cañoneras inglesas se vino a pique por sobrecarga, algo así como nuestra economía, que lomea y lomea con violencia ante el meñique de los poderes ocultos. Se dice que en los naufragios de numerosos barcos procedentes de la América española era moneda corriente entre los supervivientes que alcanzaban costa el ocultar pequeñas cantidades de monedas en pañuelos ceñidos a la frente o en los cintos. De rabiosa actualidad, oiga usted.

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Cuando crees que posees el mejor armamento del mundo y te sientes como un cabrero descongelado a pedrada cúbica, te topas con ese internet catacaldos que te devuelve a la blanca Siberia. “George Bush es un bombero retirado, George Washington está en la cárcel y Abraham Lincoln es un DJ nacido en Ghana”.

Susto inicial y tropiezo de dientes con lengua. Tranquilidad, tan sólo se trata de un reportaje acerca de la pesada carga de llevar a lomos el nombre de los grandes de la Historia.

Lincoln tuvo mil oficios antes de ser el decimosexto presidente de los Estados Unidos. Curioso el individuo que asoma. Leñador, comerciante, tratante, barquero, abogado sin título, etc.

Lincoln vendió bragas y corsés antes de empotrar una ecografía de su trasero en la napia de los sureños esclavistas. Sin embargo, sorprende que tras la victoria sobre los estados secesionistas diera orden en la fiesta de la victoria de que se escuchase una canción típica de los vencidos.

En España, al contrario, parece mentira que aún haya que recurrir a los tribunales para defender los huesos de las moscas. Si Zapatero anduvo como gato sobre ascuas un 11 de marzo, con los trenecitos arremetidos a muchas leguas lejos de las linternas a las que mandó a paseo, mal empezó cuando comenzó vendiendo a Pertegaz y se quedó en el microbikini wicked weasel.

Me comentan en sueños que Mariano se ha establecido en una tienda de zapatos. Es más doméstico. En una cornisa pagada con mortadela. Que me dicen que a los españoles nos han mordido las ratas los talones y el follaje no cesa de extenderse.

Y es que nuestro país se ha envuelto en pieles de ratón, rezando bajo cero a los manitús de la lluvia, de los dineros mellizos, de los arcángeles que están en babia. Mucho remusgo por ahí, matando a mano armada. Y los maquis ochenteros, la sobrasada del mercado, la gente como un menda, con nudos y sordina, fundiendo cartucheras con un caramelo caníbal en las puertas del SAE.

Botín el del serrucho, impecable con su sable de tirantes, lo ha dejado claro aguamarina: "dejaos de océanos y meteos en el ballenero". La primera causa de divorcio en el Antiguo Japón era el desobedecer a la suegra. Ahí queda eso.

Pensaron los de la Sección de Robos que no les pasaría como a Felipe II, que fue nuestro primer monarca en declarar la suspensión de pagos debiendo 49.000 millones de nuestras añoradas rubias. Los Fugger siguen esperando con respetuosa distancia.

El último cónclave socialista ha sido un bastardeo de tiros más, un croché entre cafeínas descafeinadas. Piensan los partidarios de este terciopelo raído con siglas saineteras que los viejos sarmientos traerán el vino nuevo. Que el anteayer es la ensaladilla rusa del mes que viene.

Dice un antiguo proverbio persa que "cuando todo el mundo está buscando una silla para sentarse, es mejor hacerlo en el suelo". Se ha perdido la oportunidad, una vez más, de entregar el partido a los cavadores y curritos de toda la vida, a esa militancia que ha de seguir aguantando moneda falsa.

Y así pasa la vida partidista, del verde que te quiero verde, verde limón, a la enchilada de líderes tiesos como la mojama, quemados hasta las cejas.

Rodríguez Zapatero, el hombre que tenía hielo en la cabeza, se nos volvió plátano de sombra antes que plato combinado. El termómetro más pelado. Ciertamente jamás me gustó el pimpollo, ni el champú de Bambi que le colgaron en entretelas. Sus gobiernos cebolleros provocaron el desmayo de los cristaleros y las cucamonas de los banqueros. Pasó del romanticismo al cálculo.

Zapatero dio comienzo a su andadura elegantizando la lengua de sus bueyes sagrados, soltando caspa para terminar más blando que una breva. "Jesús mío, misericordia", reza el cuscurro de la tumba de Al Capone. "Nadie es eterno", responde la ranchera favorita del narcoterrorista Pablo Escobar.

Él autoproclamaba que sus ideas eran diamantes en un bidet -así corría un viento pacheco- y las elevalunas de su corona nos sacaban del pentagrama de la guerra contra Irak y nos metía en el mismo orujo de Afganistán, buscando el sonido duro de la cebolla.

En esta cruel selva, mojina y hecha por los tobillos, el cerril José Luis aleteaba sin recuperar la estatura, se comía los mocos en público, practicaba esgrima con las aspirinas mientras los españoles aprendíamos a versificar el grito de Tarzán. Ya lo decía Shakespeare: "el deseo sobrevive a la potencia".

Alguien debía haberle aconsejado que las revoluciones se ganan en las montañas. Esto respondióle Augusto César Sandino, el General de los Hombres Libres, a un periodista mientras le daba a una mano chuponcitos de algodón mojados en miel de jicote a su hija recién nacida tras la muerte de su mujer en el parto, y a otra mano sostenía su colt 45. Mediaron más de 500 combates, y el criollo de sombrero blanco y mecedora, ya conciliaba vida familiar y liberación nacional.

En definitiva, querido lector, continuamos en el mismo enjambre de siempre, en el merengue esperpéntico de siempre, con los jirones de siempre. Era habitual en algunas poblaciones de lobos de la Norteamérica del siglo XIX acechar a las vacas solitarias de tres en tres individuos.

Dos de ellos se acercarían al rumiante de forma tímida, dispensando juegos y mansedumbre. Distrayendo la atención del ingenuo animal. Mientras tanto, un tercero, de forma artera, se lanzaría a morderle las tetas y cuando la vaca intentara cabecear agachando la cabeza, los dos juguetones asesinos se lanzarían a su cuello y la matarían. Pues nada, a seguir comiendo celulosa, queridos compatriotas. A espera del lobo feroz.

Postdata: Dedicado a la vaca de antes y al 'Nuestra Señora de Las Mercedes'. Suerte a Abraham Lincoln por esas discotecas.

J. DELGADO-CHUMILLA
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