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Reacciona. ¿Reaccionamos?

El panorama internacional está revuelto. Confusa muerte de Bin Laden que genera un sinfín de preguntas: ¿Oportunamente ahora? ¿El poderoso aparato militar de USA no había podido encontrar a su enemigo número uno hasta ahora? ¿Qué han tirado a las fosas abisales? ¿Por qué no han arrasado la casa donde vivía? Noticias de prensa más reposadas dicen que podían haberlo cogido vivo e interrogarlo. ¿No interesaba esta opción? ¿Prima ante todo el terrorismo de Estado? La ristra de preguntas podría extenderse hasta el infinito. Quizás porque nos han acostumbrado malamente a la noticia flash, que desaparece nada más generarse para que nuestra curiosidad ¿malsana? siga disparando preguntas y así el personal no piense.

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Confusión en el mundo árabe desde el que se alzan cantos generalizados de libertad. Movimientos pacíficos de una juventud que tiene en sus manos el poder de la información pero que pueden quedar en agua de borrajas según quién se haga con las riendas del carro de las protestas. ¡Y ya están aflorando los pretendientes!

El panorama nacional no está menos confuso: estos años de crisis generalizada, de continuados casos de corrupción a derecha e izquierda, han dado como resultado un progresivo distanciamiento de los ciudadanos respecto de la clase política. De hecho, según últimas encuestas, los políticos son el tercer problema de España, después del paro y la crisis. Pero son los jóvenes los que muestran un mayor desafecto, sobre todo en la franja de edad que va de los 25 a los 34 años, la mal llamada "generación perdida".

Las críticas se suceden por la falta de expectativas, el paro y la precariedad. Se cuestiona a políticos, sindicatos y medios de comunicación (habría que decir medios de des-información). Se discute sobre si votar o no votar, a quién votar en caso de decidirse a ello, si hacerlo en blanco.

Me atrevo a afirmar que no solamente hay crisis económica sino que, a la par, coexiste una seria crisis de valores. Se da la paradoja de que siendo la juventud la más afectada por la crisis, sin embargo, cree en la democracia como sistema político, hasta el punto de que padeciendo una seria exclusión social -recordemos que más del 40 por ciento de la juventud está en precario- dicha crisis no les hace perder de vista que el sistema democrático es el posible mejor sistema político que tenemos. Dicha juventud tiene en general interiorizadas las bondades de la democracia frente a otras formas de gobierno.

Pero los valores que sustentan esa democracia están en entredicho: ¿gobierno de los mejores? Parece que va a ser que no. ¿Gobierno en, por y para el pueblo? La realidad es más tozuda e insiste en que no. La profunda crisis en la que estamos inmersos muestra a las claras que la clase política no está por defender los derechos del pueblo.

¿Quién manda realmente en España, en Europa o en el mundo? La triste realidad es que “el mundo está gobernado por organismos que no ha elegido nadie, por un Poder Global –FMI, BM, OMC, entre otros- que dispone de sus propios aparatos, de sus propias redes de influencia y de sus propios medios de acción… Son estos organismos supranacionales los que dictan a los gobiernos lo que hay que hacer y qué políticas tienen que imponer”(Reacciona, pág. 164).

Para poder hablar de democracia es preciso partir de la aceptación de unos valores y derechos que se reconocen a todo ser humano: la libertad, la igualdad y la solidaridad. La libertad nos permite participar en las decisiones públicas y elegir nuestra forma de vida. La igualdad nos lleva a reconocer el valor de todo ser humano por su dignidad como persona, más allá de las diferencias que puedan existir entre nosotros. La solidaridad nos impulsa a respetar a los otros, a interesarnos por ellos y a participar en proyectos comunes.

En las democracias modernas, el ciudadano establece una clara distinción entre su vida privada (religión, aficiones, etc.) y su vida pública (impuestos, leyes, etc.); entre sus derechos individuales como persona, y sus obligaciones como miembros de un Estado. La democracia es la organización política que favorece la implantación de un Estado de derecho, caracterizado por el establecimiento de la ley y la defensa de las libertades. En la democracia, las leyes reconocen y garantizan los derechos de los ciudadanos.

De esta forma, las normas protegen a los ciudadanos de posibles abusos; les aseguran las condiciones mínimas de vida que les corresponden por justicia; les hacen posible elegir y decidir con autonomía en sus propios asuntos; y, por último, les permiten participar en los asuntos públicos.

La democracia ha de ser una actitud de participación y de diálogo que parta del convencimiento de que el otro es alguien igual a mí, con el que puedo convivir buscando los aspectos comunes y respetando las diferencias. No puede decir alguien que es "demócrata" por el hecho de que vive en una democracia, cuando personalmente se comporta con los demás de modo intolerante o impositivo. ¡La democracia es la manifestación política de la tolerancia!

La democracia más que una conquista definitiva o algo que se tiene ya, es un proceso, un quehacer diario, con el que se pretende ir avanzando y perfeccionando el funcionamiento de las instituciones y la conducta de las personas.

Según datos de diversas fuentes, el 73 por ciento de la juventud cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de Gobierno; otro 16 por ciento opina que lo mismo da una que otra forma; y un 8 por ciento cree que en algunas circunstancias, es preferible un régimen autoritario.

Recordemos que lo mismo no da una forma de gobierno que otra, y por eso la democracia debe ser defendida en su constante ejercicio. Porque en las dictaduras siempre mandan los peores, aunque en las democracias siempre hay alguien dispuesto a elegirlos, a los peores se entiende. ¡Hagamos de la democracia un gobierno de los mejores!

Postdata: En este artículo utilizo el título del libro Reacciona a sabiendas de lo que hago y pretendo. Pretendo darle publicidad, más, si aún es posible, para que podamos leerlo y reflexionar sobre sus contenidos, que son de suma importancia para los momentos de crisis y sobre todo de confusión que estamos viviendo.

Junto con el librito Indignaos forman un tándem de alerta para despertar conciencias, al margen de política religiosa y religión política. Es hora de que los ciudadanos hagamos uso de nuestro derecho y tomemos la calle para expresar a las supuestas fuerzas vivas -me atrevería a decir "fuerzas vivales"- que ya basta de que jueguen con nosotros; que están en el poder porque nosotros, los ciudadanos despertados del letargo del supuesto estado del bienestar, queremos que estén.
PEPE CANTILLO
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