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Carlos Serrano | Que usted lo mee bien

Me preocupa que, en estos días de tensión electoral, ningún partido haya prestado suficiente atención a una verdad universal sobre la felicidad: orinar sin dolor es uno de los mayores placeres. Debe estar protegido. Infravalorado acto el de mear bien que, únicamente, es considerado cuando se ha perdido.


En ningún debate tiene presencia y es bien sabido que, cuando parece que no puedes más, hallar un sitio es prioridad absoluta. Vaciada la vejiga, es cuando creemos ver a la deidad que prefiramos cada uno de nosotros. De momento, hasta que la extrema derecha europea nos imponga a quién rezar meando.

Hay que mear el momento. Sin tapujos debe defenderse este principio vital. Y no tiene portada en los diarios, ni cuñas en las radios, ni reels en Instagram, ni hueco en el discurso de Felipe VI en Nochebuena. ¿No defiende el Borbón orinar a gusto? Me extraña. Pues el Borbón ha sido siempre de bourbon. Y eso conlleva ir al excusado.

No hice las normas de la biología. Yo, mero y humilde testigo, las cito. Veo mucha tensión acumulada en las calles, metros, autobuses. E incluso en los patinetes eléctricos. Se ha ido de las manos. Orinar sin complejos, con plena salud, es vital por la mañana.

Lo primero, antes del desayuno, una buena meada. Pero España no mea bien. Piedras en riñones, problemas de próstata, infecciones de orina o uretras estrechas. Demasiados problemas para una sanidad cada vez más recortada. Irónicamente, en España no hay problemas para mearse en las cosas importantes.

Es cuestión de apuntar bien, no hace falta ser francotirador del ejército soviético en Stalingrado. Sea mediante la acción de sentarse o de pie, hay dos opciones para hacerlo bien. Luego y antes, lavarse las manos. Y a disfrutar.

Sin embargo, en España se mea fatal. Meadas en las esquinas de las calles, entre cubos de basura. Hay baños públicos en los que es más fácil utilizar un lanzallamas y evacuar en otro escenario. Ningún mensaje sobre este asunto en los debates electorales. Me preocupa. Ningún mensaje después de las elecciones, también me preocupa.

Afortunadamente, aquellos que quieren imponernos dónde mear, y con quién mear, pues han tenido problemas de fontanería. Han provocado fugas importantes (¡qué nos dejen mear en paz!). También, hay algún candidato que quería mear en soledad y se ha visto con los baños cerrados. Eso es una putada. Se viene meado de casa. Así se evitan contratiempos.

En general, hay mil formas de ir a orinar. Es de incompetentes querer imponer una única forma. Están los que aguantan más tiempo sin ir, están los que menos. Existen los que fuera de casa no pueden ejercer la micción, ni aguas mayores tampoco. Deben contarse además aquellas personas que, todo lo contrario, se pasan el día orinando fuera de su hogar. Los pretendientes a los baños de La Moncloa se pierden en caminos que no llevan a ninguna parte. Menos todavía al baño.

Existen los que quieren colarse a toda costa para tener acceso privilegiado al WC. Hay amenazas infantiles que indican que, si no mea uno en paz, en España no mea nadie. Otros, que mean con gusto, pero si les reforman su baño particular. De locos, sinceramente. Se ha podido comprobar los peligros que conlleva para la salud en España el tener problemas para ejercer el noble arte de la micción. Me descubro ante la labor de la urología. Una total incomprendida.

Todavía tienen mayor prestigio, para un puesto de yerno, los arquitectos o los dentistas. Pero yo, sinceramente, estaré más tranquilo si mi hija, o mi hijo, acababan con un buen profesional del sistema urinario. Su felicidad estará plenamente garantizada.

CARLOS SERRANO MARTÍN
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