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Buzón del Lector | Recuerdos de un alumno salesiano

Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de una carta abierta de Manuel Ruz Martínez, antiguo alumno salesiano, sobre la primera parte de la entrevista que el periodista Manuel Bellido hizo a Miguel Mora Hidalgo, fundador de la cooperativa La Unión (la segunda parte de la entrevista puede leerse en este enlace). Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a la Redacción del periódico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.


A raíz de la entrevista realizada a Miguel Mora Hidalgo por su paisano Manuel Bellido, escribo estas líneas para que todos participemos de aquellos recuerdos.

Habría uno o dos cursos de diferencia entre él y la mayoría de nosotros. Yo lo conocí en el PREU, que estudió como tema monográfico en literatura El Quijote. Para mí puede que sea de los mejores alumnos de Salesianos por mucho que intentara, ahora lo pienso, pasar desapercibido. Un número uno en inteligencia, humanidad y bondad. Además jugaba muy bien al fútbol –único deporte que quemaba los trompitos salesianos y las habichuelas servidas de noche– de extremo derecha en el equipo de titular del colegio. No era “El Paisa”, ni Diego Torralbo, ni Molano, porque estaba en otras cosas e ideales.

Mi afición a la literatura me llevó a contactar con tres personajes: Juan Leña (citado en su entrevista por Miguel Mora), Perico Montilla (que me ofreció por primera vez la palabra e idea de la originalidad escribiendo, un afán imposible) y Miguel Mora. Nos hubiera venido bien un Rafael para agenciarnos prensa entonces prohibida. También cita a otros buenos personajes: Rafael y Arturo Ramírez, Bosco y un Cobos, que no sé si sería “Cobitos” de las bodegas de vino.

Yo me relacionaba con Miguel por mi afición a la literatura y porque lo veía charlar con Juan Vicente en deambular peripatético. Escribía bien prosa y, entonces, yo creía a pies juntillas que también poesía; de esta todavía recuerdo algunos poemas.

Un día le hice entrega de mis ahorros para que me comprase libros y de la librería Luque de la calle Gondomar. Trajo un libro de Govanni Papini (no recuerdo ni el título porque no me dijo nada el libro), la segunda antología poética de Juan Ramón Jiménez (me marcó y luego publicaríamos en la editorial sus Aforismo en una edición preciosa) y la Vida de D. Quijote y Sancho de D. Miguel de Unamuno (me la limpié entera en unas sesiones de enfermería mientras Germán el enfermero cantaba aquello de "A la lima y al limón / te vas a quedar soltera"). Unamuno me hizo un hombre hasta ahora.

Era de estatura pequeña, rubio. Creo recordar que llevaba unas gafas 'Amor' de hilo de nylon en los cristales grises (como las de Manolo Fernández Romero –si no me falla la memoria–, el compañero de Peñarroya, que las compró en óptica Fragero). Las de Manolo Ruz eran de aros oscuros y “desvencijadas”. En la foto de la entrevista aparece con la mirada más triste. 

Quiero recordar que estaba novio (fue adelantad, tal vez influenciado por Unamuno en sus comentarios a la Vida de D. Quijote) con la sobrina de Carlos Sarabia. Me sorprendía con las palizas que nos pegaba a algunos.

Miguel hizo una dedicatoria de la foto del grupo del PREU (foto Faga) que decía: “Tres columnas de amor dan sustento a mi vida. ¿Quieres ser tú mi refugio y 'amparo'?". Amparo, se llama o se llamaba la sobrina de Sarabia.

Mi PREU, nuestro PREU, no tuvo foto en grupo, ni despertar de los internos el día de la Inmaculada cantando por los dormitorios Los campanilleros. Nos castigaron Pacífico Medina y Carlos Sarabia (“estoy deseando que hagáis algo mal para quitaros el despertar a los compañeros (sic)”). 

Recuerdo el discurso de despedida en su preuniversitario de Miguel: fue la repanocha escuchar por primera vez aquellos versos: “Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; / y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco….” de El Viaje definitivo de Juan Ramón Jiménez (que he repasado antes de escribiros). 

Confieso que mi “forma de hacer poesía” en aquellos tiempos me llevo a copiar, a parafrasear un poema de Miguel que puse en el diario que escribía en el colegio y que no me atrevo a publicar en el tercer tomo de memorias:
 
“Me acerqué un día al rosal y en él me desgarré el alma
y la sangre que caía sobre las verdes retamas, 
se convertía en rosas: rosas frescas y lozanas. 
El rosal no floreció: una fría helada de mayo sus flores secó”

Siempre, desde que abandoné el internado, pensé qué habría sido de Miguel Mora. Miraba los nombramientos de grandes oposiciones, las de la fama, la política y el dinero, las que estaban al alcance de su cabeza sin gran esfuerzo. 

Manolo Ruz en su primera aparición (sonada y juvenil) me dio razón de él. Leyendo su entrevista hoy comprendo que fue uno de los frutos de aquellos buenos maestros sacerdotes y seglares (los demás no fueron profesores), como tantos de todos nosotros: lo social, la búsqueda del otro machadiano. 

Un recuerdo a nuestro cura, al Cubilote y a todos los desaparecidos que siguen presentes. Me voy a comer con un recuerdo a lo que nos enseñó Juan Vicente: “…bien valdrá, según creo, un vaso de buen vino”.

MANUEL RUZ MARTÍNEZ

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