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Los 100 años de El Gran Capitán

Tal día como hoy, pero de hace justo cien años, la ciudad de Córdoba rendía tributo a Gonzalo Fernández de Córdoba, uno de los grandes genios militares de la historia. Y lo hacía con la puesta de largo de uno de los emblemas más reconocidos de la capital: la popular estatua ecuestre que concibió el escultor cordobés Mateo Inurria Lainosa y que ahora preside la Plaza de Las Tendillas.


Situado originalmente en el cruce de la Avenida de El Gran Capitán con Ronda de los Tejares, junto a las actuales instalaciones de El Corte Inglés, el acto inaugural del monumento contó con la presencia del bisabuelo del rey Felipe VI, el infante Carlos de Borbón-Dos Sicilias, que acudió junto a su esposa, Luisa de Orleans, y a Luis Bermúdez de Castro, ministro de la Guerra durante la dictadura de Primo de Rivera.

La presentación en sociedad de esta obra –que le valió a su autor, Mateo Inurria, la medalla de honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920– supuso el broche de oro a un largo proceso que se había iniciado décadas atrás, concretamente en 1842, cuando la Real Academia de Córdoba ya planteó la posibilidad de erigir un monumento para rendir tributo al insigne militar nacido en Montilla el 1 de septiembre de 1453.

Con todo, el primer proyecto –que se terminó desechando enseguida– no se encargaría a Mateo Inurria hasta 1897. Una década más tarde, coincidiendo con la inauguración del primer tramo de la Avenida de El Gran Capitán, el 5 de junio de 1907, se retomó la idea, que llegó a cristalizar en un boceto finalizado en 1909.

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Coincidiendo con la conmemoración del cuarto centenario del fallecimiento del militar montillano, Antonio García Pérez, profesor de la Academia de Infantería de Toledo, reclamó para Córdoba –en detrimento de Granada– la organización de estos fastos, que incluían, entre otras muchas actividades, la creación de una comisión para levantar un monumento que perpetuara la memoria del virrey de Nápoles y duque de Santángelo, Terranova, Andría, Montalto y Sessa.

Para la recaudación de fondos con los que costear la obra se decidió abrir, el 4 de enero de 1915, una suscripción popular y, un mes más tarde, el alcalde de Córdoba, Manuel Enríquez Barrios, firmó con el escultor un contrato por valor de 100.000 pesetas para la ejecución de una escultura ecuestre en bronce, con excepción de la cabeza, que sería labrada en mármol blanco.

"Muchos cordobeses dicen que la cabeza, de mármol blanco, corresponde al torero Lagartijo, pero es una leyenda urbana sin fundamento", sostiene el periodista montillano Francisco Solano Márquez Cruz en Córdoba insólita, un extraordinario libro que reúne, a lo largo de 350 páginas, todas las historias ocultas, los episodios legendarios, las contradicciones y las paradojas que rodean la memoria de la capital de los califas. "No hay más que ver el busto de Lagartijo labrado por el propio Inurria que figura en la cercana placita dedicada a Vaca de Alfaro, en la calle Osario, para comprobar la falsedad de tal creencia", añade.

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Tan solo cuatro años después de su inauguración, la estatua tuvo que ser trasladada hasta su actual emplazamiento, no sin la fuerte oposición de los vecinos, que no aprobaron esta decisión. Pero la paulatina implantación del automóvil hizo que la Avenida de Canalejas (Ronda de los Tejares) se llenara de vehículos y, ciertamente, el monumento dificultaba el tráfico en este céntrico lugar de la capital.

Por ello, el arquitecto municipal Félix Hernández elaboró un proyecto en la nueva Plaza de las Tendillas para la incorporación del monumento. "La ocurrencia de labrar en mármol blanco la cabeza del militar responde a su primitivo emplazamiento, pues así destacaba sobre la oscura sierra del fondo", explica Francisco Solano Márquez Cruz, que hace unas semanas recibió del Ayuntamiento de Córdoba la Medalla al Mérito.

Desde entonces, la estatua ecuestre de El Gran Capitán preside uno de los espacios urbanos más importantes de Córdoba, a donde cada 31 de diciembre acuden muchas personas para tomar las doce uvas de Nochevieja al compás de las soleares de Juan Serrano, hijo del tocaor Antonio el del Lunar y de la bailaora Niña de la Sierra. Casi nada.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: J.P. BELLIDO
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